Salvador Nava Gomar

La Chingada

México nació en el siglo XVI, hijo de la doble violencia: imperial española y unitaria azteca. Cinco siglos con la lengua de Cervantes y el desarrollo propio de un mestizaje atrevido y audaz.

En su maravilloso Laberinto de la Soledad, Octavio Paz escribió que la tensión que nos habita se expresa en una frase que viene cuando la cólera o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Con ese grito nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria frente a los otros: los extranjeros hijos de la chingada.

Lo anecdótico se vuelve trágico cuando el Nobel analiza quién es "la Chingada": la Madre. La mítica, la representación de mexicanidad: la sufrida Madre mexicana que celebramos el 10 de mayo. La "chingada" es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infame del verbo que le da vida: chingar; a la madre se la chingaron, pues.

Nuestra cólera se esconde en la soledad y complejo del vulnerado, la del hijo de la madre abusada, y por ello (esto es mío, no de Paz) el rencor contra el que abusó de lo más sagrado que tenemos, nuestra Madre. Pareciera que seguimos siendo Aztecas, Tenochtitlán es la Matria, más que Patria, y el extranjero de hace 500 años ultrajó a la progenitora de la que venimos. Rechazamos nuestro origen, no aceptamos el mestizaje, nos avergonzamos de nuestra historia. Hay quienes así lo sienten. Desde raíces genéticas donde predominan rasgos indígenas, desdeñan al español y le desean lo mismo que repugnan de sí mismos: que chinguen a su madre los muy hijos de la chingada. Que sufran lo mismo y que se vayan, o de perdida que se disculpen…

Explica Paz que el que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada (...), la idea de violación rige los significados de chingar. No asumirse hijo mestizo es reconocerse bastardo de raza ajena: la mujer de Azcapotzalco o Tlatelolco que fue violada por un barbado que el hijo niega, repudia y condena, sin tomar en cuenta que tiene la mitad de la sangre con el origen del que impugna. Además la conquista no fue una concatenación de violaciones, hubo millares de uniones pacíficas. Es verdad que las costumbres indígenas fueron combatidas por la cultura de los conquistadores, pero por ello exigir una disculpa oficial es un sin sentido. Sí, en nuestra idiosincrasia el hijo de la chingada es el engendro de la violación. Nos negamos y a la vez deseamos que eso que somos lo sea el otro, el de afuera, el extranjero que se chingó a nuestra Madre.

Anota Paz que cuando brota el grito de guerra por cólera o delirante entusiasmo hierven nuestros sentidos contra el desconocido, a quien deseamos lo peor en forma de alarido, reto u ofensa. Cuchillos que pretenden dañar. Como el mueran los gachupines o el todos "chinguen a su madre".

Somos raza nueva, conquistada y conquistadora. Mitad españoles y mitad indígenas. Estoy orgulloso de ello. La mayoría de nuestros nombres vienen de la península. López es el quinto apellido más extendido en España. Castellano o Gallego con raíces latinas, el patronímico es usado por Cervantes en El Quijote, y ahora quien lo porta enciende a todos aquellos que no han asimilado su propia historia y rechazan una violación imaginaria a la Madre de hace 500 años: Tenochtitlán.

No es una ocurrencia. No es un capricho de la primera dama historiadora, no. AMLO sabe bien a quien le habla, y todos aquellos que se sienten solos y abusados y que justifican su mala fortuna con la lógica argumental de su ignorancia histórica, son ahora comprendidos y acompañados nada menos que por el Tlatoani, el mismísimo Presiente de la República, como si ambos interlocutores hablaran en náhuatl. Esos que se sienten representados por el chusco reclamo, votarán siempre por quien diga Andrés Manolo.

Paz es lapidario: estamos solos. La soledad, fondo de donde brota la angustia, empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno. La explicación freudiana del niño que se cuestiona en la adolescencia y se reprocha en la madurez si no trascendió su origen, es replicado por el mexicano macho que ubica a España como el padre violador y a la madre con la indígena ultrajada.

México nació en el siglo XVI, hijo de la doble violencia: imperial española y unitaria azteca. Cinco siglos con la lengua de Cervantes, el desarrollo propio de un mestizaje atrevido y audaz, identificado con el Águila y la poesía de Alfonso Reyes, la riqueza colonial y la hermandad de dos pueblos que obsequiaron lo que somos.

No es de extrañar que "La Chingada" sea el nombre del rancho del Presidente; quien seguramente ha abrevado de Cervantes cuando El Quijote sentencia a Sancho: "En las desventuras comunes se reconcilian los ánimos y se estrechan las amistades".

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