Salvador Nava Gomar

Entre la paradoja y el retruécano

No sé si la 'nueva normalidad' es paradoja o retruécano; y no sólo por el extraño fraseo, sino porque habla de lo económico con bienestar pero sin crecimiento.

Intento comprender el pensamiento del presidente y no lo consigo. Trato de encuadrarlo en alguna figura lógica y no puedo. Veo eufemismos, absurdos y contradicciones que se precipitan en un enredo que complica más a su gobierno y erosiona las instituciones.

Sus acciones y declaraciones encajan sólo entre la paradoja y el retruécano. Como sabe, la paradoja es un dicho que parece contrario a la lógica, como, por ejemplo: "No hay mal que por bien no venga" o "en casa del herrero, cuchillo de palo"; mientras que el retruécano contrapone dos frases formadas por las mismas palabras con orden invertido, para presentar una contradicción, como "quien no vive para servir, no sirve para vivir" o "ni están todos los que son, ni son todos los que están".

Supongo que así piensa el presidente. No entiendo sus ilaciones. Como candidato ofrecía una economía con crecimiento de 6.0 por ciento anual, lo que no puede hacerse sin medidas que faciliten la expansión del mercado y el desarrollo empresarial; pero ante la crisis anuncia que no ayudará a los empresarios, solo a los pobres ¿Que acaso una empresa exitosa no derrama oportunidades de trabajo que repercuten en el desarrollo de los pobres? ¿Puede haber crecimiento económico sin comercio vigoroso?

Dijo el presidente: si "ya tienen zapatos, ¿para qué más? ¿Ya tienen ropa suficiente? Solo eso. Si se puede tener un vehículo modesto para el traslado, ¿por qué el lujo?..." El terrible mensaje se respondió en redes con imágenes de sus hijos en jets privados y usando ropa de marca de precios mayores que el sueldo mínimo de quien solo tiene un par de zapatos. El presidente de la esperanza limita el haber de los ciudadanos pero permite el de sus cercanos.

Ha dicho barbaridades que me preocupa las crea él mismo; aunque después, con sus propios retruécanos, muestra que no son graves por ciertos, sino terribles dislates: que en México no hay periodismo profesional ni independiente; que los médicos sólo buscaban enriquecerse en el periodo neoliberal; y que 90 por ciento de las llamadas al 911 por violencia contra las mujeres son falsas.

En estado de emergencia la información es vital. Él ataca la certeza mientras esconde la verdad. Sus números no dan y la curva no se aplana. Ofrece transparencia y fustiga al INAI y a los medios que pretenden la verdad. Ahora resulta que los expertos no valen; y en el afán de ayudar a los pobres quiere emplearlos sin intermediarios. Su curiosa idea de que él es pueblo y no representante, excluye a los que somos fifís por exclusión chaira, y a toda crítica, cuestionamiento o confrontación según su ánimo. Es casi imposible estar de acuerdo con él; cambia y retrueca constantemente.

Lo suyo es el empirismo, prefiere al espontáneo que al torero; al honesto (según sus parámetros) que al técnico. Dice que "la gente está participando como nunca, mostrando su inteligencia"; claro, la gente que no lo cuestiona. El Estado al revés, el país de nunca jamás, ese donde el presidente dice que "a los ingenieros les cuesta trabajo aceptar que la gente pueda hacer un camino sin ellos, o a los arquitectos que la gente, una familia, pueda hacer una casa. Así a los periodistas o a los columnistas, a los expertos, les cuesta muchísimo aceptar que la gente tiene un instinto certero… ¡Huy en el tiempo del neoliberalismo! Los técnicos se creían científicos, se elevó la técnica a rango supremo y ahí sí la economía, asunto de los economistas, como si fuese algo tan complejo, inalcanzable", dijo quien hizo la carrera en 14 años y tiene números rojos a la vista. Su retruécano no concluye, su mal parece que no es por el bien que viene.

Dice que deben recapacitar aquellos "que están distorsionando la información, los periódicos más famosos del mundo mienten, calumnian: El New York Times, Washington Post, Financial Times, El País, muy famosos, pero sin ética… ellos tienen que hacer una autocrítica…" ¿Quién entiende? Si uno de los controles democráticos básicos es la libertad de expresión que cuestiona al poder, ¿son los medios más representativos del mundo los que deben reflexionar por criticar los dislates autocráticos del constante yerro presidencial y no él, cuando se le señala algún error u omisión?

¿Él sabe más de todo que todos? ¿No se equivoca? ¿No se contradice? ¿No importa la técnica, la ciencia ni el conocimiento? ¿No sirven para hacer un mejor país? ¿No debería delegar a los expertos?

No sé si "la nueva normalidad" es paradoja o retruécano; y no sólo por el extraño fraseo, sino porque habla de lo económico con bienestar pero sin crecimiento; de la comunicación con verdad pero enfrentando a los medios; dice que se esté cerca de los ciudadanos y se pelea con las mujeres y los profesionistas. Él, que encabeza al Estado, pone por delante el discurso de la supuesta transformación que persigue lo que él niega. Un paradójico retruécano de presidente.

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