Opinión Salvador Nava Gomar

El desafío de los derechos humanos

Al hablar de derechos humanos, no es suficiente saber y comunicar el 'qué' debemos proteger, lo relevante para acercarnos al ideal de justicia es optimizar el 'cómo'.

Tras las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, los derechos humanos se erigieron como pilar de la civilización occidental y la razón de su Estado; y por ello el objetivo del aparato de justicia consiste en garantizar su pleno ejercicio. Puede afirmarse que cuanto mayor es el respeto a los derechos fundamentales, más justa es una sociedad.

El problema que enfrentan los derechos no es el sistema de valores que acompaña al ideal de justicia, sino el hecho de implementar y vivir esos valores en un mundo tan complejo y global como el nuestro. Aquí algunos retos que enfrentamos para hacer realidad los derechos humanos, que es prudente recordar tras los escándalos de los últimos días y el desvarío en la discusión pública sobre los mismos, como la tragedia de Fátima o la absurda intromisión de la CNDH en la construcción de la planta cervecera de Constelletion Brands en Mexicali.

El primer reto es superar la crisis democrática. La realidad socio-política muestra que las democracias son un presupuesto para garantizar el goce de los derechos fundamentales. A través de ella se institucionalizó su reconocimiento y se instauraron mecanismos para remediar sus violaciones. Sin embargo, los recientes triunfos democráticos de movimientos populistas y radicales han puesto en tela de juicio la confianza en las democracias. ¿Puede una mayoría elegida democráticamente anular o desaparecer derechos humanos ya reconocidos?, ¿puede eliminar normas, procesos e instituciones que hacen posible renovar el poder?

Comparto la visión de Garzón Valdés: los derechos humanos son un "coto vedado": límites indisponibles para las mayorías democráticas. Es tarea de quienes imparten justicia subrayar esos límites y guardarlos de tentaciones mayoritarias impulsadas por fanatismos, pues la supervivencia de la justicia depende, en gran medida, de que pervivan y se fortalezcan las democracias.

El segundo reto es atemperar la ambición de progresividad. Uno de los principios aplicables a los derechos humanos es que los operadores jurídicos pueden aumentar su ámbito o umbral de protección, pero nunca reducirlo. Se trata, sobre todo, de maximizar el goce de derechos plenamente reconocidos y tutelados con eficacia.

Empero, dicha pretensión de progresividad tiene más que ver con un propósito jurisdiccional de no regresividad, pues el verdadero desafío consiste en conservar el núcleo esencial de las libertades de las personas, como la libertad de expresión y la vida misma (que se ven constantemente amenazadas) y en tratar de dotar de eficacia otros derechos de índole asistencial (salud, educación, vivienda, etcétera).

El tercer reto es transitar la complejidad del mundo globalizado. Antes, el problema era justificar la existencia de los derechos humanos y pugnar por su positivización; hoy se dan por sentados e incluso existe una sobrerregulación que raya en la inflación de derechos (y el consecuente peligro de su desvalorización), pero es difícil armonizar su ejercicio con la realidad global: miles de millones de relaciones humanas, políticas, comerciales, económicas y religiosas existentes que conllevan intereses incompatibles e impiden la satisfacción de necesidades básicas.

Hoy, al hablar de derechos humanos, no es suficiente saber y comunicar el 'qué' debemos proteger, lo relevante para acercarnos al ideal de justicia es optimizar el 'cómo'; evitemos que éstos sean una mera abstracción útil para discursos políticos y reivindiquémoslos como mandatos para elevar la calidad de vida de las personas. De hecho la efectiva tutela de los derechos fundamentales suele estar condicionada por factores políticos, económicos, culturales y religiosos que van más allá del contexto nacional de un país.

Las crisis humanitarias –refugiados e inmigrantes– lo ilustran a la perfección, pues ponen en tela de juicio la universalidad de los derechos humanos y evidencian la necesidad de otros factores –adicionales a sistemas de justicia adecuados– para lograr la satisfacción de necesidades básicas de gran proporción de la población mundial. Hoy más que nunca, los operadores jurídicos debemos cuestionar nuestras propias certezas en torno a los derechos humanos y replantear el camino para hacerlos realidad.

Por último, el desarrollo exponencial de las nuevas tecnologías ha revolucionado la manera de relacionar a las personas. A medida que las herramientas tecnológicas progresan, se generan nuevas maneras de satisfacer necesidades básicas y se reconocen o crean nuevos derechos fundamentales (el acceso a internet es ejemplo paradigmático), lo cual puede generar asimetrías en el ejercicio de nuevos derechos y violaciones a los existentes.

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