La Feria

Para no temblar cada día

Permitir un helipuerto en plena Condesa ya sería suficiente materia para un anecdotario de las cosas inverosímiles que ocurrían en tiempos de Mancera y Monreal, escribe Salvador Camarena.

¿Se acuerdan del temblor del 19 de septiembre? Apuesto a que, al menos, reviven ese miedo cada que suena la alerta sísmica. Es más, a que también, sin mediar aviso al consciente, su cuerpo y su cerebro se acuerdan incluso cuando confunden un ruido con la alerta, una vibración con un sismo. Ahora imaginen acordarse diario del temblor. Sentirse inerme cada día porque con el sismo perdiste a un ser querido, tu techo o patrimonio.

No se cumplen aún ni 17 meses del terremoto de ese 19 de septiembre. Para unos parece muy lejano. Para otros es cosa del diario. Como para los vecinos, entre muchos otros, de avenida Nuevo León 230, que reclaman justicia ante los daños que su edificio sufrió por un inmueble contiguo que nunca debió tener encima un helipuerto.

Hoy hay una cita en un juzgado para dirimir algo que pasó antes del sismo del 19S. Para revisar una ilegalidad que pudo haber incidido en que 15 departamentos resultaran severamente dañados por el golpeteo del edificio de Nuevo León 238, donde en noviembre de 2016 se construyó un helipuerto, instalación expresamente prohibida en el plan parcial de desarrollo urbano de la colonia Hipódromo Condesa, donde se ubican esos edificios.

Permitir un helipuerto en plena Condesa ya sería suficiente materia para un anecdotario de las cosas inverosímiles que ocurrían en tiempos de Mancera y Monreal. En noviembre de 2016 comenzaron los trabajos en la azotea de Nuevo León. Va a ser un roof garden, creyeron los vecinos, que sólo salieron de su ingenuidad cuando volaron un dron y toparon con la realidad: en vez de asadores y piletas para las chelas, se construía una pista para que bajaran y subieran helicópteros.

Como se narra en el reportaje, oportunamente los vecinos denunciaron ante la delegación Cuauhtémoc, entonces encabezada por Ricardo Monreal, y ante otras dependencias la construcción, sin permiso a la vista ni nada por el estilo, del helipuerto. Luego de mucho mirar hacia otro lado, la delegación puso sellos pero todo fue simulación: la obra siguió hasta que justo la mañana del 19 de septiembre de 2017 un magistrado dictó que debían demoler tan ilegal estructura. Pero a los pocos minutos tembló. El edificio del helipuerto afectó al inmueble vecino, provocando que este fuera dictaminado como inhabitable.

Lo que siguió fue un laberinto de terror. Los vecinos demandaron justicia pero se toparon con: peritos que se autocorregían en sus dictámenes como si quisieran exentar de responsabilidad a la empresa detrás del helipuerto, Helicópteros de Puebla SA de CV, de los empresarios poblanos Julián Manuel Ventosa Aguilera y Julián Ventosa Tanus; una delegación que nunca entregó la historia documental que la Fiscalía de la ciudad les solicitaba; un helipuerto que fue demolido, como si quisieran impedir que se concluyera, de manera incontrovertible, que el peso de esa estructura fue determinante para el daño que el sismo provocó en los inmuebles de la conocida Nuevo León; y finalmente un Ministerio Público que propuso no ejercer acción penal alegando no tener con qué fincar responsabilidades.

Nuevo León 230 ha requerido millonarias inversiones para corregir los daños a la estructura y que la vuelta de sus inquilinos sea libre de riesgos. Pero la empresa del helipuerto nunca quiso hacerse cargo de nada, ni siquiera del acuerdo de reparación que incluía pagos no para los propietarios de los departamentos, sino para hacer estudios sobre inmuebles y afectaciones por sismo, que se publicarían "como reparación a la sociedad".

Hoy viernes la jueza Yolanda Rangel Balmaceda, adscrita a la Unidad de Gestión Judicial Ocho, tendrá en sus manos la posibilidad de vincular a proceso la denuncia de los vecinos que sólo piden que no se olvide que, mucho antes del temblor, ellos creyeron en la justicia y ganaron en su caso sobre un helipuerto que pudo ser el causante de que 17 meses después recuerden los daños del sismo cada día.

Porque, ¿se acuerdan de la sensación pegajosa que nos trajo el temblor? Esa de que de repente todo nos podía pasar pero que también, juntos, todo podríamos enfrentar. Ojalá en la audiencia de hoy aprendamos que, en parte por ese terremoto, a las autoridades de la ciudad ya no les tiembla la mano (y otras cosas) a la hora de ponerse del lado de los damnificados. Y que un par de influyentes no podrán más que aquellos que se atreven a perseverar en el reclamo de elemental justicia. Que aquellos que demostraron que había una construcción ilegal, a quienes ninguna autoridad hizo oportuno caso, reciban hoy de una jueza la señal de que, incluso si puede volver a temblar, el problema será sólo el sismo, y no el sentirse sin la protección de la ley, que también es una terrible sensación en el cuerpo.

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