La Feria

No hay vuelta en U

López Obrador reconfigurará el mapa institucional de tal forma, que la mejor manera de pensar en un porvenir distinto a Morena pasa por renunciar a la nostalgia por el México que existía.

No hay futuro para quienes creen que la única opción es una vuelta en U.

El presidente Andrés Manuel López Obrador reconfigurará el mapa institucional de México de tal forma, que la mejor manera de pensar en un porvenir distinto a Morena pasa por renunciar a la nostalgia por el México que existía hasta este año.

Lo que se ha vivido en las últimas semanas en Chile y Bolivia invita a reflexionar sobre las ingentes tareas a emprender en nuestro país para dar oportunidades a los más, sin necesidad de destruir el sistema de contrapesos, y viceversa: los sucesos en Sudamérica sirven para tener claro que cuidar a toda costa las 'instituciones', sin ajustarlas para que atiendan con real eficacia los reclamos de justicia, a la larga resulta contraproducente.

Se requieren mejores resultados en la lucha contra la pobreza y desigualdad, tanto como eficaces mecanismos de participación para todas las voces.

Pero en el momento actual, todo hace indicar que Morena continuará usando, y acaso abusando, de sus mayorías para desmontar, como comentábamos ayer, todo el aparato herencia de tres décadas de alternancias y pluralidad.

En esa perspectiva, las voces del disenso que logren hilvanar un nuevo discurso, uno que entienda la legitimidad del reclamo del cambio expresado en las urnas en 2018, pero que huya de los determinismos históricos, y acaso habría que agregar histriónicos, y del sectarismo del presidente López Obrador, ese discurso podría aspirar a convocar apoyos para, a la larga, constituirse como alternativa a Morena.

Ni el PAN, ni el PRD ni mucho menos el PRI tienen nada hoy qué ofrecer a los electores, pues siguen aferrados al pasado que tanto les dio en poder y otras cosas. Movimiento Ciudadano es una incógnita como gobierno, así que de momento no lo meto en este costal.

Morena tiene la virtud de comprender que el otro modelo se agotó porque dejó a grandes capas de la población exhaustas de tanto esperar que esa ortodoxia, que tuvo en el Pacto por México su máximo caleidoscopio, rindiera dividendos para muchos, en vez de dar tanto para muy pocos, para los de siempre.

Queda mucho del sexenio, pero si este año es el indicador de la manera en que operará López Obrador, está claro que su modelo centralizador buscará concretar una dinámica política basada en apoyos sociales y refractarias decisiones unipersonales en todos los órdenes.

La agenda de una tercera vía pasa por no abandonar la vocación social y prioritaria de los programas ideados por López Obrador, pero enfatizando la posibilidad de encontrar formas –más eficaces– para mejorar esas iniciativas del Presidente, formas que hayan probado que en efecto sacan de la pobreza a millones y reducen la desigualdad, objetivos perseguidos por el discurso del tabasqueño.

El futuro no puede ser un retorno a las formas priistas y panistas que tenían a los programas sociales fuera del centro del quehacer gubernamental. Eso es un mérito de López Obrador y no debería pensarse en un escenario que abandone esa ruta actual.

Los opositores tendrán que articular nuevas visiones en políticas de seguridad pública y lo mismo para la generación de iniciativas que detonen las economías regionales, por mencionar dos prioridades.

La oposición debería asumir que tiene el llamado a ser, más que contrarios al proyecto de Andrés Manuel, una alternativa que con imaginación perfile caminos nuevos. En eso también los opositores deben dejar a un lado los determinismos de que sólo había una vía para el crecimiento económico.

Por lo pronto queda insistir: el pasado no volverá, así que no hay vuelta en U.

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