El choque era inevitable porque el diálogo era –es, en este gobierno– imposible.
De un lado tenemos a una mayoría de diputados de la mayoritaria bancada de SíSeñorPresidenteLoQueUstedMande. También podríamos denominarlos como abyectos, pero no hace falta llegar tan pronto a las conclusiones.
Del otro lado estaban integrantes de múltiples organismos que conforman, digamos, el bloque de "dígannos por qué o para qué quieren desaparecer los fideicomisos a rajatabla", "desde dónde y para quién", "expliquen cómo habremos de operar los proyectos que viven de esos fondos, que mueren sin los mismos". En este variopinto conglomerado había investigadores y activistas, abogadas y defensores de derechos humanos, víctimas de violencia y artistas... pero no fueron escuchados por 'sus representantes'.
Los primeros, los levantadedos, cobran de los segundos. Los primeros habitan laboralmente la casa que se erigió a nombre, y a cargo, de los segundos. Representantes de la sociedad van a la Cámara de Diputados para pedir que sus diputados les tomen opinión antes de decidir, pero los legisladores (qué gran palabra, los que hacen leyes) no quieren saber nada de los ciudadanos, ellos sólo tienen sentidos para el 'Ciudadano'.
Así se escribió este martes un capítulo aberrante de la cerrazón de un gobierno y un partido que se proclamaron como diferentes.
Diputados agachones. No es crítica ni proclama. Es descripción, y déjà vu: la nueva 'revolución' acabó bien prontito como la anterior. Ni tres años han pasado y ya se ha galvanizado el ceremonial de las bancadas de levantadedos sin voz ni voto independiente ni dignidad: pura ciega obediencia a Ya Saben Quién. ¿Dónde habíamos visto eso? ¡Ah, sí, en el PRI! No sólo eso, en el peor PRI.
Hay de decepciones a decepciones. Mira que ligarse al PVEM o al PES ya había sido una cosa de bajo, bajísimo nivel de parte de Morena. Los que prometieron combatir la corrupción hermanados con los pillos verdes. Los que se dicen juaristas abrazados a la mochería pesista. Pero lo de este martes cruza un umbral.
Científicos, activistas, académicos, defensores de derechos y artistas… Colectivos con los que el PRI siempre batalló al conjugar ese verbo que era su favorito: cooptar.
No que no tuviera el PRI éxitos al pretender sumar a algunos integrantes de esos sectores. Hombre, vaya que sí.
Pero muchos de los que ejercían la crítica –inherente a la creación, a la academia o a la búsqueda de justicia– se resistieron –sin exagerado heroísmo– a un régimen soez y atrabiliario que no toleraba el disenso ni el ejercicio de la independencia.
Así, bastantes artistas, académicos y activistas combatieron al partidazo; se refugiaron en universidades o institutos, crearon sus propios organismos, cavaron trincheras y asumieron los costos de su libertad. ¿Suena cursi? Pregunten a los perseguidos de ayer si era así de rosa el asunto.
Y no pocos de ellos depositaron en la hora en que llegara la izquierda al poder sus aspiraciones de una sociedad distinta, de una política realmente democrática. De esa esperanza, de esa raíz también surgió algo de lo que luego sería Morena. Algo.
Pero ahora Andrés Manuel López Obrador ha decidido cortar todo lazo con esos que con su crítica ensancharon el camino que años atrás él también ayudó a construir. De aquí en adelante caminarán por sendas muy diferentes.
Porque el Presidente no pestañeó al sopesar si quemaba el capital que tenía con esos grupos. No es que quedara mucho, pero ahora no queda nada.
El plato de lentejas se llama 68 mil millones de pesos. Demasiado dinero para cualquier mortal, nada en realidad para un Estado como el mexicano, pero una bolsa que contiene recursos que representan la vida o la muerte de múltiples proyectos, no pocas iniciativas, demasiadas investigaciones e incluso de organismos enteros.
AMLO y Morena se divorcian de grosera manera de quienes resistieron al PRI y en su momento les apoyaron. Apunte al calce: de risa que quien pretende ser el líder de ese partido sea el verdugo en jefe, en su calidad de jefe diputadil, de los fondos para la inteligencia. Se quedará a puro pastorear borregos, porque los sectores pensantes ni la llamada le tomarán.
¿Adiós a los fideicomisos? Sí. Pero también a la credibilidad en el partido, el gabinete y el mandatario que alguna vez caminaron, en parte, gracias a artistas y académicos. Morena es derrotado por la razón, por esos que una vez ya ayudaron a sacar al PRI de Palacio.
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