La Feria

El otro Romo…. Usted paga por esa promoción

En la alcaldía Miguel Hidalgo, Víctor Romo le hará sentir que está en otro México, uno donde la austeridad promovida por el gobierno de Morena no existe.

Tome su auto o su bicicleta, o el metrobús o el micro, y dese una vuelta por la Miguel Hidalgo. O qué, ¿a usted no le gusta ver en qué se va su dinero?

Cuando llegue a esa alcaldía, lo recibirá sonriente –y cómo no, si se está gastando dinero ajeno– Víctor Romo, el alcalde de esa demarcación.

No saque conclusiones apresuradas. No. No lo recibirá en persona, pero casi. Lo verá tantas veces, de tantas formas y en tantos lados, que creerá que casi casi aquello es un asunto entre usted y Romo.

Y lo es. Sólo que usted pone el dinero, y él le saca provecho mediante la promoción en parabuses, en pendones colgados en puentes, y en vallas; bueno, hasta en volantes.

Cuando llegue a la Miguel Hidalgo, Romo hará que usted se sienta en otro México. Uno donde la austeridad promovida por el gobierno de Morena no existe, uno donde no ha cambiado nada: siguen vivitos y coleando los políticos que se promueven –por ejemplo– en anuncios luminosos de alta definición que usted paga; porque aunque se supone que todo eso de la promoción personalizada es parte de un pasado neoliberal y Romo, un emisario del supuesto cambio, en la Miguel Hidalgo todo sigue igual: el alcalde se anuncia a todo color y por todas partes con dinero ajeno.

Tampoco se sorprenda del todo. Romo siempre ha sido así. Sólo que cada tres años nos dice que no, que ya va a cambiar, que ya lo pasado, pasado, decía El Príncipe. A Romo siempre le ha gustado eso de meganunciarse, a cargo del erario, ofkurz, y siempre en grandes despliegues (¿o ustedes no se acuerdan de sus enormes espectaculares en muros incluso lejanos de donde ha sido delegado o diputado?).

Romo se anuncia como quien dice buenos días. Así, como si no hubiera habido un discurso presidencial que dice que no son como "los de antes", como si las redes sociales no fueran hoy un mejor –y a veces más económico y funcional– mecanismo de comunicación con la ciudadanía.

Pero no lo vamos a culpar, ¿o sí? Alguien que no es él paga esos anuncios, y pues él se sacrifica. Abnegado servidor público como siempre ha sido, don Romo.

Usted paga esos anuncios de una forma u otra. Porque, ya se sabe, las facturas llegarán al ciudadano de varias maneras.

Para qué usar dinero en medicinas si se puede usar en anuncios, para qué anunciar políticas públicas si se puede promover el rostro del delegado, para qué aprovechar espacios para que la ciudadanía se exprese si siempre será mejor que el gobernante hable y los demás quedemos como receptores.

No he consignado algo importante. Perdonen ustedes. Romo se anuncia para decirnos que hay un segundo informe de sus labores. No, si lo único que resta agradecer al alcalde es que no le ha copiado al Presidente y no da informes al trimestre: ¿se imaginan chutarse trimestralmente los anuncios de Romo sobre sus actividades?

Esta promoción personalizada de quien se puede reelegir, nos dirán los políticos que ya no son como los anteriores, es la que les permite la ley. Esa ley que ellos hicieron. Esa ley que a ellos les da dinero, de usted, para anunciarse ellos. Chulada de nuestro modelo electoral en el que gente como don Romo se sacrifica por nosotros cada día.

Gracias, don Romo, por anunciarse con nuestro dinero. Es un gusto verlo. ¿Que esa plata debería usarse en la población? Nada, nada, remilgos de quienes no entienden la bonita democracia mexicana.

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