La Feria

El imperfecto nosotros vs. el yo todopoderoso

El Presidente cree que sobra el edificio de la institucionalidad que construimos todos, y que lo que basta es su voluntad y nada más.

Sobre la intentona del presidente Andrés Manuel López Obrador de cargarse el Inai, este lunes el activista Alfredo Lecona recuperó vía Twitter un video de 2014. En él, el entonces senador Alejandro Encinas, hoy subsecretario de Derechos Humanos, presumía la expedición de una nueva ley federal de transparencia. El documento videográfico es muy oportuno no sólo para cuestionar la congruencia de colaboradores del tabasqueño, sino para plantear la verdadera naturaleza del dilema que enfrentamos: ser un país que se conjuga en la persona de un solo individuo, o en la de un nosotros más representativo de lo que es México.

En el video, Encinas habla a nombre de panistas, priistas y perredistas como él: Dolores Padierna, Angélica Gómez, Zoé Robledo...

El también exjefe de Gobierno capitalino subraya en esa alocución que la ley que están proponiendo es producto "de un esfuerzo de trabajo plural, sin precedente en la historia del Poder Legislativo, particularmente del Senado, y es resultado de las discusiones que varios grupos parlamentarios, con el apoyo de especialistas, tanto académicos como de organizaciones de la sociedad civil, los propios órganos garantes como el Inai y de (transparencia) de los estados, y representantes de la academia".

Así se hizo política en las últimas décadas en México. Con la izquierda, la derecha y el PRI. Con representantes de órganos públicos y con la participación, en mayor o menor medida, de académicos, especialistas, intelectuales, artistas y organismos no gubernamentales.

No era la panacea: muchas veces de lo que se aprobaba a nivel de ley o de lo que asumían en papel como compromiso los gobernantes, a lo que en realidad sucedía, quedaba un amplio, y lamentable, trecho. No pocas veces los órganos autónomos también fallaron. Así que espacio para mejoras había y hay. Mas hoy ese modelo está en peligro de desaparecer. Y antes que nada habrá que culpar de ello a quienes ayer se ufanaban de esos avances y hoy callan ante los anuncios presidenciales, como Encinas.

Qué cabrona (no encuentro mejor palabra) es la rueda de la historia. Encinas tiene una trayectoria de lucha por los derechos y es un buen negociador político. Si la crisis poselectoral de 2006 no se desbordó se debe, en buena medida, a él. Ser nombrado al frente de la crucial subsecretaría de DDHH auguraba lo mejor. Salvo que el destino parece tener otros designios.

Porque no sobra decir que en México está consagrado constitucionalmente el derecho a la información y que nuestro país ha firmado convenciones internacionales de derechos humanos al respecto. Qué pensará el Encinas titular de Derechos Humanos de que su jefe pretende ser el único dedito que diga qué sí y qué no se informa a los mexicanos. Ni idea. La polémica por lo que AMLO promoverá contra el Inai –desaparecerlo– lleva días y Encinas ni pío ha dicho.

Pero este asunto va mucho más allá de reclamarle a los Encinas o los Padierna su giro de 180 grados. Nos estamos jugando una entrada decisiva en el partido de este sexenio, una que podría marcar de manera lamentable al país.

Cuando AMLO llegó a Palacio Nacional el 1 de diciembre de 2018 lo que encontró a nivel institucional era, parafraseando a Encinas, producto de un esfuerzo de trabajo plural, resultado de discusiones que a lo largo de décadas sostuvieron múltiples representantes de la clase política con académicos, universidades, intelectuales, artistas y público en general.

El Presidente cree que eso, ese edificio construido por un nosotros, sobra. Y que lo que basta es su voluntad y nada más. Quién ganará.

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