La Feria

De loterías y kermés

Pero qué mal que no haya gobierno ni en ese estado ni en el país para hacerse cargo de la precariedad sanitaria en la que estamos, dice Salvador Camarena.

Diría que una de las formas menos perniciosas de malgastar el tiempo es morboseando en las crónicas sobre ganadores de lotería. De mis favoritas, las del sorteo español que se juega por navidades y al que todos en aquel país apodan El Niño.

Que si los vecinos de Carabanchel llevan 'treintaitantos' años jugando al mismo número y ha querido el azar que ahora les caiga El Niño. Albricias. Que si la fortuna hace aparecer en el mapa de las noticias a un lugar sin presente de Soria donde un parroquiano, de porrazo, tendrá millones de euros hasta el fin de sus días. Alborozo generalizado el que provocan esas pequeñas historias.

Quién no siente un poco de gusto, y harta envidia, frente a esas informaciones, más lejanas a uno en la probabilidad matemática que en la realidad que separa a México de España.

Para la enorme mayoría, la lotería es una ilusión pasajera por antonomasia. Juegas a sabiendas de que llevas todas las de perder. Mas en el caso mexicano, incluso no pocos de los que ganaron con su cachito en el sorteo del 15 son también perdedores, como perdedores somos todos –todos– los mexicanos por tan obvio embuste presidencial.

Qué pena leer notas o escuchar testimonios en la radio o las redes sobre los hospitales que ganaron 20 millones en esta tómbola.

Qué pena escuchar la ilusión de funcionarios de institutos que hablan de utilizar el dinero del premio para invertirlo en quirófanos que no han sido modernizados, en poner al día elevadores que apenas funcionan, en comprar equipo para cardiopatías pediátricas (cito de memoria a alguien que desde un hospital en Toluca contaba en Ciro por la Mañana la lista de lo que harían con lo que la lotería les dejó).

Obvio: qué bien que la diosa fortuna sonría por una vez a ese nosocomio mexiquense. Pero qué mal que no haya gobierno ni en ese estado ni en el país para hacerse cargo de la precariedad sanitaria en la que estamos.

Yo no sé si somos ya una república bananera, como dice Castañeda. Sí sé, en cambio, que resulta patético escuchar la ilusión de funcionarios de modestos centros de salud cuando de lo que se supone que se trataba todo –con 'todo' me refiero al esfuerzo colectivo de generaciones de mexicanos– era de construir un país y una sociedad donde las cosas no dependieran de la suerte, como tampoco de las ocurrencias de un jefe máximo movido por mercuriales caprichos.

Porque esos cuantos millones que algunos centros de salud tendrán luego de la farsa de la no rifa del no avión (siempre insuperable Lisa Sánchez en su definición de esta charlotada) son pan para hoy… y precariedad para mañana.

Con la rifa, algunos quirófanos serán rehabilitados y otros tantos elevadores funcionarán mejor. Incluso llegarán equipos nuevos a varios hospitales. Lo que no llegará será una viabilidad a corto plazo para nuestro sector salud.

Escuchar a los que ganaron confirma lo grotesco del espectáculo del director de kermés que no quiere ser Presidente de un gran país.

Claro que ya anuncia más rifas. Faltaba más. Medios y no pocos incautos lectores pierden el tiempo enterneciéndose con la población indígena que recibirá 20 millones. No porque hayan comprado un boleto y El Niño les haya tocado. No. Sino porque así lo ha decidido Nuestro Señor. Qué lindo todo. ¡Y en plenas fiestas patrias! ¡Que suene México lindo y querido, por fa…!

De haber sabido que lo que le gusta es ser director de una kermés y no presidir la República, nos hubiéramos ahorrado tres campañas presidenciales y hartos disgustos. Bien dicen por ahí que cuando recibes poder acabas revelando quién eres. Ya vimos quién es.

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