La Feria

De derechos, mujeres y política

La única aritmética que influye en las decisiones de López Obrador es binaria: si me da más, juega; o visto en términos problemáticos, si es la opción que menos me quita, entonces la abrazamos.

Allá por 2017-2018, en la eterna campaña de Andrés Manuel López Obrador por la presidencia, los de El Weso entrevistaron varias veces al tabasqueño. En una de esas ocasiones, recuerdo perfectamente, al abordar temas de género y matrimonio igualitario, AMLO desdeñó esas agendas olímpicamente; dijo con su cortesía formalista que entendía la preocupación, pero que lo prioritario eran los pobres y el combate a la corrupción, y luego –en un luego que se puede extender al infinito de los nunca– lo demás.

Los entrevistadores, con su habitual expresividad, no ocultaron el desencanto por el desdén del candidato de 'la izquierda', pero López Obrador ni se inmutó. Él se aferró a su cantaleta.

Años después, Andrés Manuel ha cambiado muy poco o nada. Luego de que Argentina, con un gobierno peronista amigo de Morena, aprobara hace unos días una ley que permite la interrupción del embarazo, el presidente mexicano dijo en una mañanera que aquí, en el mejor escenario, se hará una consulta al respecto. No era la primera vez que proponía una consulta en temas de derechos, como tampoco fue la primera vez que activistas –mujeres y hombres– salieron a contestar que los derechos no se ponen a consulta.

Las activistas están en lo correcto, qué duda cabe. Pero ojalá tengan presente que tener la razón no sirve de mucho frente a López Obrador, para quien el deber ser no existe.

Andrés Manuel es, sobre todas las cosas, un político. Por sus dichos pareciera que él cree que es un estadista. Bueno, el tiempo dirá si lo fue o qué tan lejos se quedó de ello. Pero nadie le puede regatear que es un consumado político, que actúa como tal, y que sólo desde la política entiende la dinámica cotidiana: no desde la urgente necesidad de corregir derechos largamente conculcados a las mujeres ni desde ningún otro lado.

López Obrador contestó lo de la consulta porque, como político, sólo le interesa ganar poder o enfrentar los menores costos posibles. Declarará que es la hora de las mujeres si y sólo si le da más poder del que le cuesta. Si no, pateará el bote con cualquier declaración, así sea humanamente aberrante (verbigracia derechos a consulta).

Es irrelevante si AMLO en lo personal cree o no en el derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo. La única aritmética que influirá en sus decisiones será binaria: si me da más, juega; o visto en términos problemáticos, si es la opción que menos me quita, entonces esa abrazamos.

En 2006 no fue presidente no porque le hayan hecho fraude. Su verdadero pecado fue no haber previsto que sus alianzas eran menos fuertes que las de los adversarios. Así, en aquella campaña desdeñó a otros partidos o a personajes como Elba Esther Gordillo. En 2018 abrazó a tránsfugas panistas, a verdes chiapanecos, a cristianos, a cercanos a la maestra, etcétera, etcétera. No que el triunfo de hace 14 años hubiera sido más puro ideológicamente que el de hace dos. En ese sentido, de una rara manera, López Obrador ha sido consistente: sólo le interesaba llegar al poder para, supuestamente, cambiar la agenda a favor de los pobres y en contra de la corrupción.

Y sí, mete más mujeres que nadie a nivel de gabinete… de un gabinete sin nivel. Y sí, tuvo a una exministra en campaña apostando su vida por la agenda de género (exministra que ya en el gobierno está básicamente de adorno. ¿O en esta coyuntura sí se va a jugar el todo por el todo?). Y sí, el presidente sabe torear para la galería con el tema de feminismo para ver cuántas, a pesar de que en estos dos años les ha dejado en la cuneta, le siguen dando votos.

Porque AMLO sabe que este año hay elecciones. Y que, como en 2018, tiene que tener alianzas más fuertes que sus adversarios. Y esas no son con las mujeres activistas de la interrupción del embarazo. Esas son con las iglesias, grupos a los que sólo les interesa el poder (y las limosnas, claro) y que, por cierto, ¿alguien ha oído que se quejen en estos dos años de pejismo? Si no lo hacen es claro el porqué: están a gusto compartiendo el poder con ya saben quién. Y él con las iglesias, que son la quintaesencia de cuanto grupo discriminador de las mujeres en sus derechos haya.

Quizá lo único que reste es recordar que, ante ese panorama, sólo quedaría tomarle la palabra al presidente. No, no en lo de la consulta, sino en otra cosa que también ha dicho sobre los derechos. Eso de que éstos no se mendigan, sino que se ejercen.

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