Más de cien mil muertos después, México no se pone de acuerdo en cómo lidiar con una pandemia que durará todavía meses antes de que la vacuna nos haga el milagro. Hay, sin embargo, gente que propone cinco acciones que pudieran salvar vidas mucho antes de que lleguemos a la inmunización. Acciones ajenas a ese fetiche gubernamental que son las camas con respirador.
Una persona con décadas de experiencia en el manejo de infecciones, que pide hablar en anonimato, dice que si se revisa a hospitales privados con un manejo exitoso de pacientes de Covid-19, se puede determinar que no reciben a nadie a quien no puedan ofrecer todo el protocolo a su alcance: atención con personal, instrumental y medicinas suficientes.
La ecuación, pues, no resulta demasiado compleja. A los hospitales privados 'no se les mueren' tantos pacientes porque no aceptan sino a aquellos que pueden atender. Ni uno más. Y como se ha demostrado, a pesar de lo impredecible de este coronavirus, las posibilidades de vencerlo aumentan si los enfermos son atendidos debidamente.
En sentido contrario, las instituciones públicas están obligadas a recibir a todos aquellos que demanden sus servicios. Pero en el mejor de los casos tendrán disponibilidad de espacios, mas no capacidades equivalentes a los privados. Para empezar, el personal de muchos de esos hospitales está cansado, mermado, porque unos se incapacitaron por edad/comorbilidades y otros por enfermedad. Y con respecto a instrumental o medicamentos no vale la pena hacer siquiera el comparativo de lo público frente a lo privado.
Teniendo en cuenta ese panorama, donde los hospitales privados atienden a una población mínima en porcentaje frente a los públicos, queda pasar a un segundo plano la errada estrategia, adoptada muy temprano en la pandemia, de que lo que había que tener eran camas con ventiladores (de nada servirán éstas, insiste la fuente, sin personal suficiente, instrumental más allá de la ventilación y medicinas). Es decir, hacer que lleguen menos a los hospitales públicos.
Ese camino alternativo pareciera, además, no tan caro ni tan difícil. Consiste en estas medidas:
-Uso de cubrebocas.
-Regular la atención primaria: muchos pacientes se agravan porque inicialmente fueron a una farmacia o un médico general y les dijeron que 'no creían que fuera Covid', les recetaron antibióticos para una infección ordinaria, creando una falsa percepción de nulo riesgo, evitando que los pacientes se aislaran, y generando una fallida expectativa de mejora. La consecuencia es obvia: no sólo muchos se agravarán, haciendo más difícil su manejo y más improbable su recuperación, sino que en el camino contagiarán a otras personas.
-Crear más centros de diagnóstico como el Banamex, donde se recibe una canalización adecuada y oportuna de los casos.
-Testeo masivo.
-Educación y acción comunitaria.
La Ciudad de México parece que ha entendido lo anterior: se promueve el uso del cubrebocas, se hacen muchas más pruebas y hay mecanismos de canalización de pacientes.
No es momento de reclamar si llega tarde o no el viraje en la capital. Pero es insuficiente. Debe redoblarse el énfasis en el uso del cubrebocas (salir a la calle es atestiguar lo mucho que nos falta para que todos lo usen adecuadamente), sólo acudir a centros médicos o de diagnóstico donde no minimicen la sintomatología, y volver a la prevención un tema de toda la comunidad.
Mientras no haya vacuna, y falta para eso, hay que tratar de que los menos necesiten una cama. Porque las privadas están llenas, y en las otras el personal está dando una batalla muy desigual.