La Feria

AMLO no pasa la prueba de la risa

El mandatario que hizo una carrera subido en un discurso de honestidad no tiene los arrestos para denunciar unas tristes bolsas con efectivo.

Casi por definición, las excusas son sinónimo de alguna carencia; pero las peores son aquellas que no pasan la prueba de la risa, como las del viernes del presidente López Obrador, cuando minimizó la gravedad de los videos donde se ve a uno de sus hermanos y a uno de sus colaboradores traficar con efectivo, fecha en que no se dijo ni indignado por tales revelaciones y mucho menos prometió investigar, o hacer investigar, esos hechos.

López Obrador no querrá reconocerlo, y sus seguidores más obcecados se negarán a verlo, pero la del viernes es una oportunidad perdida del presidente de la República. Una de adversos efectos.

Nadie debería decirse sorprendido por descubrir en pleno 2020 que todos los partidos en México, incluido por supuesto Morena, manejan demasiado efectivo para sus actividades. La novedad es que AMLO perdió la oportunidad de salvarse a él, y de salvar a su gobierno de un descrédito mayúsculo.

El problema de la semana pasada no es haber descubierto que uno de los alfiles más articulados del mandatario es una mula (cargó dinero de Chiapas a Morena vayan ustedes a saber desde cuándo). Eso quedará en anécdota porque lo verdaderamente grave es que López Obrador demostró que no tiene lo que se requiere para hacer buena su promesa de que él sólo respondía por su hijo menor de edad. Ya vimos que no puede investigar ni a su hermano ni a su colaborador.

El problema no son los videos, sino que el Presidente fue incapaz de deslindarse de actos ilegales y corruptos.

Uno de los timbres más bajos de su respuesta del viernes fue pedir que sea la oposición la que presente la denuncia para que se investigue los videos dados a conocer por Loret de Mola. El mandatario que hizo una carrera subido en un discurso de honestidad no tiene los arrestos para denunciar unas tristes bolsas con efectivo. Si no puede eso, ¿qué pasará cuando se conozcan otros videos –o facturas, o negocios, o depósitos, o casas…– de gente de su gobierno o entorno?

Por ende, AMLO cedió la semana pasada la batuta del discurso anticorrupción. Su gobierno es un concierto de errores e ineficiencias, pero algo quedaba –aunque sea una pálida esperanza– de su promesa de que barrería los excesos y las corruptelas del pasado.

Andrés Manuel envió el mensaje de que su hermano es intocable para su gobierno. Le pasó, de palabra no de hecho, la bolita al fiscal general de la República, pero falló en lo esencial: quien prometiera un cambio cantinfleó a la hora de pretender matizar las ilegalidades de los suyos frente a las de prianistas, justificó que esos dineros son para causas nobles, se hundió en su habitual piscina de megalomanía cuando se comparó con Madero y, de remate, fue nada original: vio en la revelación de los videos un complot neoliberal.

Prometer no empobrece, dice el refrán. AMLO no pudo cumplir su compromiso de mostrarse implacable frente a los actos ilegales y las corruptelas. Vaya, ni siquiera atinó a jurar que se investigaría. El aniquilado por la promesa fallida será su gobierno, que sin honestidad se queda sin su mayor bandera. Sólo le quedan los pobres, a quienes también harta y lastima la corrupción, dicho sea de paso.

Con cuán poco se desfondó el discurso de que eran distintos. Menos de dos millones de pesos se le atragantan a quien prometió emular a los mejores presidentes de la historia. Vale más un depa en la Portales.

López Obrador destruyó la estatura que a diario invoca para sí mismo. Así, cuando sale con eso de que al lado del avión presidencial se ve pequeño pero no se acompleja porque es republicano, de lo único que dan ganas es de reírse por la incongruencia de sus actos. Su gobierno reprobó en la primera prueba que implicaba investigar a la familia presidencial. Tanta palabra de honestidad para terminar siendo como los de antes. Qué risa.

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