La Feria

AMLO: No es tontería, es lucha por controlar

Lo que quizá solemos olvidar a menudo es que al tabasqueño le resulta intolerable que haya órganos, e incluso mecanismos, que no obedezcan al dedo presidencial.

Muchos salieron a criticar al presidente Andrés Manuel López Obrador por denunciar el martes en la mañanera la extensión otorgada, en el sexenio pasado, a una empresa para administrar por 50 años más el puerto de Veracruz.

El Presidente dijo que eso era inaceptable y que buscaría derogar tal hecho. A los pocos minutos diversas personalidades enmendaron la plana al mandatario al señalar que tal extensión no se le dio a un privado, sino a una singular figura administrativa, pero bajo control gubernamental, que se dedica precisamente a esos menesteres.

Algunos dijeron que, por no tener buenos asesores, el Presidente cayó en una situación embarazosa. Creo que una vez más fallamos a la hora de juzgar la manera en que procede el mandatario.

Claro que ha habido veces en que al Presidente se le han tenido que explicar cosas elementales del enorme aparato burocrático mexicano, pero no olvidemos que, por principio de cuentas, la mañanera es un espectáculo político, y que en él López Obrador hace de todo, desde acosar prensa, opositores y funcionarios (recuerden el titular de la CRE, Guillermo García Alcocer, por ejemplo), hasta soltar temas para distraer a la opinión pública, pasando por anuncios de lo que hará para dar dinero a sus proyectos.

En ese último rubro, Andrés Manuel es motivado por varias… iba a decir ideas, pero creo que mejor pongo obsesiones.

El Presidente está convencido de que durante los últimos 40 años el aparato burocrático creció de manera desproporcionada. El gobierno, ha dicho, estaba ensimismado. Y algo de razón tiene. Mas él cree que mucho se debió a que los 'tecnócratas' se obsesionaron en quitarle –mediante la creación de órganos o entidades diversas– poder al Ejecutivo.

Para ejecutar el desbaste del actual organigrama, el Presidente se escuda en dos nociones: que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, y que con la crisis económica se hace indispensable recortar toda suerte de puestos y hasta dependencias. Por eso suprime subsecretarías o pretende reunir en uno solo varios órganos reguladores.

Todo lo anterior es evidente. Lo que quizá solemos olvidar a menudo es que al tabasqueño le resulta intolerable que haya órganos, e incluso mecanismos, que no obedezcan al dedo presidencial, o que siendo parte del Ejecutivo estén normados por procedimientos que se le escapan. Y ahí estaría la clave de lo ocurrido con la entidad que administra el puerto de Veracruz. Para él, que tal concesión esté protegida de vaivenes sexenales resulta marciano. O neoliberal, que es peor.

El Presidente no ha movido una pestaña si le renuncia el secretario de Comunicaciones y Transportes porque a la SCT le quitan los puertos. No ha dudado en mandar a la guillotina toda clase de millonarios fideicomisos. No dudó en aniquilar, mediante nombramientos de paja a la Comisión Reguladora de Energía o la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Y, más recientemente, ha iniciado una desestructuración en el Conapred.

Con todos esos antecedentes, ¿quiénes son los equivocados? En todo caso sería un error casi por flojera, por no querer explicar que se acaba de enterar que hay un organismo que depende de él, pero en el que no puede mandar cosas inmediatas para hacer algo en el puerto jarocho. En vez de decir todo eso en la mañanera, el mandatario sólo dijo que es inaceptable la extensión de 50 años a una empresa y que quiere que se le dé reversa… pero no sólo a esa decisión, sino a todo un modelo de gestión que incluía descentralización, búsqueda de organismos especializados, contrapesos –por eso Cofepris será ahora de Gatell–, etcétera. No fue error, es obsesión por el control.

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