La Feria

Para cuando estemos muertos

Olga Sánchez Cordero aprueba sin ver, sin oír, sin razonar, porque, en el peor de los casos, cuando las consecuencias de sus actos del presente pudieran llegar, ella espera estar muerta.

Iba a escribir sobre una confusión en boga. De una equivocada, aunque muy socorrida, concepción de lo que pasa estos días en México; pero encontré una perla en The New York Times.

Pensaba publicar que quienes denuncian que existe, o que Morena alimenta, una crisis constitucional, andan perdidos. Hablan de un mundo, más bien un país, inexistente. De un modelo que murió el 2 de junio, que es enterrado incluso por algunos de sus creadores.

Primero, porque no hay crisis. O no todavía, para ser exactos.

En el bando judicial, algunos tribunales sesionan, las y los ministros concurren a sus sesiones, no hay una sola avenida tomada por manifestantes, las escuelas de derecho siguen con matrícula, y las y los abogados aguardan sin mayor estridencia el turno de sus casos.

La titular del Ejecutivo ni espera ni desespera con el Judicial, el Legislativo avanza los pasos para la deschavetada elección –incluida la notificación de que 800 impartidores renuncian a participar– y prima la falta de diálogo, que tampoco es cosa nueva.

En medio, la IP hace como que la virgen le habla; las universidades callan por miedo a que volteen a verlas; las ONG, desmovilizadas; los socios internacionales de México tienen problemas más álgidos que preocuparse por su socio, y la población persigue la chuleta.

Si la Corte echa abajo mañana partes de la reforma judicial, Legislativo y Ejecutivo dirán que l@s ministr@s traicionaron la Constitución, pero ni el dólar se va a ir a las nubes por eso, ni Claudia Sheinbaum va a sentir que está a punto de ser destituida.

Porque la que ya fue destituida fue la Corte. Esa estrella se apagó así su fulgor medio siga hasta el 31 de agosto, cuando oficialmente será reemplazada.

Mientras, viviremos en un país con jueces con nuevos miedos a la hora de resolver (o sea, con aún menos justicia expedita e imparcial que antes) y con una perspectiva de degradación institucional que quién sabe cuándo se detenga y, acaso, cuánto tarde en revertirse.

¿Estallará entonces sí una crisis? Quizá. Pero hoy no hay tal. Porque la tarea de tirar a la basura el Poder Judicial es compartida por muchos. Incluidos, of course, gente dentro de Morena que no cree en lo que aprueba, pero prefiere callar. Como Olga Sánchez Cordero.

La diputada Sánchez Cordero fue cuestionada por The New York Times sobre la supremacía constitucional, ley recién aprobada y que impide al PJ revisar cambios a la Carta Magna.

En concreto, a doña Olga le preguntaron si no le preocupaba que esta ley cancele la posibilidad de que la Suprema Corte revise, por ejemplo, una hipotética penalización del aborto que una eventual nueva mayoría legislativa decrete.

“Ojalá yo para entonces ya esté muerta”, fue la respuesta que dio Sánchez Cordero. Qué perla de confesión.

Quien diga que los diarios ya no sirven para nada que se lave la boca con lejía.

De no ser por el Times no sabríamos que una ministra en retiro, una exsecretaria de Gobernación, una exdefensora de los derechos humanos hace lo que hace porque, en el peor de los casos, cuando las peores consecuencias de sus actos del presente pudieran llegar, ella espera estar en otro plano existencial. ¿Cuántos como ella piensan hoy, al aprobar sin ver, sin oír, sin razonar, ‘después de mí, el diluvio’?

Iba escribir que no hay crisis porque incluso en Morena quienes por su trayectoria podrían objetar públicamente lo que sucede, se consuelan con que más pronto que tarde no tendrán que atestiguar los destrozos del Frankenstein al que están dando vida.

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