La Feria

Crisis de agua en la del Valle: un testimonio

Salvador Camarena comparte el testimonio de una habitante de la colonia del Valle que ha sufrido los estragos por el agua contaminada en la alcaldía Benito Juárez.

Sara* vive en la Del Valle. El edificio en que renta desde 2021 tiene más de 50 años y dos cisternas. Los vecinos apenas si se llevan. Normal. Y lo primero que pensó al leer quejas por agua fétida en su colonia es que era pura grilla anti-AMLO.

“Aquí son bien anti-Morena”, me dice cuando le pido relatarme cómo ha vivido la crisis que entra en su tercera semana mientras el gobierno capitalino sigue, también por tercera semana, minimizando el problema.

Las sospechas políticas de Sara parecieron confirmarse cuando vio el boletín del Sacmex del 1 de abril. En respuesta a una nota de Reforma de ese día, el sistema de aguas de la capital desmentía la denuncia de contaminación hecha por unos vecinos.

“No existen evidencias de que el agua suministrada en la zona reportada se encuentre contaminada por gasolina ni algún otro hidrocarburo”, dice el Sacmex al informar que acudieron a tomar muestras y el agua no representaba “riesgo alguno”.

Pero no era grilla.

El sábado 6 una de sus vecinas reportó en el chat comunitario que la contaminación ya les había alcanzado, y el domingo 7 el agua del departamento de Sara “olía a Raid. Hice la prueba de ponerle un encendedor: no se prendía, pero quedaba una nata como de parafina”.

Sara pensó de inmediato que si bien toma agua de garrafón, los días anteriores, como suele hacerlo, preparó té hirviendo de la que sale del grifo.

“Ese domingo reporté en la página de Sacmex. Me llegó confirmación a mi correo pero tardaron seis días en venir, y eso porque insistí en redes. Dejaron el número para coordinar la limpieza de la cisterna y dijeron que no hay problema con bañarse, salvo que salga muy sucia”.

El casero de Sara es el siguiente asunto de esta crisis. Advirtió que no pensaba pagar por el lavado de cisternas y tinacos. Sólo cuando ella le dijo que el gobierno ofrecía hacerlo, dijo que buscaría a la autoridad para coordinarse. No hay certeza de que ya esté en lista de espera. Otras amigas le cuentan que sus caseros también se hacen rosca.

Todos estos días en que desde otro lugar vimos cómo algunos vecinos de la zona, desesperados por la falta de atención, cerraron Insurgentes, Sara se ha bañado con agua que no es inolora. Y su pelo lo sabe: queda grasoso y más crespo de lo normal.

Es eso o pagar 54 pesos diarios por garrafón. Si ustedes piensan que mejor vaya por uno de los que da el gobierno, piensen también que no hay centros de atención en cada esquina y que quien no tiene auto no puede andar cuadras y cuadras con el botellón a cuestas.

¿Y al gimnasio a bañarse en vez de hacerlo en casa? El suyo también está en la zona esa donde el gobierno dice que no pasa nada.

“Hoy el agua huele un poco menos pero sí sigue el olor”, me dice más de una semana después. Ella se baña esperanzada en que lo que dice Martí Batres sea verdad: que sólo hay que dejarse de duchar si tiene “piel sensible o con antecedentes de alergia”.

Le digo a Sara que toda proporción guardada la escucho y me acuerdo de Caracas sin agua, de García Márquez, o de Fernando Benítez y El agua envenenada.

“No, esto es Ibargüengoitia y sus instrucciones para vivir en México”, responde ella puntual: crea usted al gobierno hasta que no; y entonces, no sea delicado y báñese a placer así termine oliendo a Raid.

* Nombre cambiado.

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