La Feria

Los choques lamineros y nuestra simulación

Claudia Sheinbaum tuvo una muy buena idea para mejorar la circulación en la CDMX, pero depende de que todos los autos tengan seguro.

Un mes antes de irse de la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum tuvo una idea muy buena para mejorar la vida de los capitalinos. Pero me temo que, no sólo por su renuncia, la idea quedará en buenas intenciones.

En mayo informó a las y los capitalinos que su gobierno logró que los choques lamineros, esos donde afortunadamente no hay víctimas ni daños mayores, se pudieran arreglar sin tener que obstruir una vialidad.

“Todos sabemos, cuando circulamos en las calles, en las avenidas de la ciudad, en las vías rápidas, que a veces hay atascaderos (sic) muy grandes porque dos carros chocaron y están esperando al seguro y no se mueven”, dijo Sheinbaum el 15 de mayo, según recogió una nota de La Jornada.

La entonces gobernante de la ciudad agregó que alrededor de 80 por ciento de los choques que ocurren en la CDMX son lamineros.

“Ahora lo que va a pasar”, dice la citada nota de La Jornada, “es que si chocan se podrán mover a un lugar donde no estorben en la vialidad y ahí pueden llamar a sus seguros, que de todas maneras harán lo que tienen que hacer: la revisión para poder pagar a uno o a otro.

“Para ello, las secretarías de Movilidad y de Seguridad Ciudadana, y la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), firmaron un convenio de colaboración y se reformará el artículo 54 del Reglamento de Tránsito para incluir este planteamiento”.

Hace unas cuantas semanas alguien cercano se vio involucrado en uno de esos choques. El auto de atrás le pegó mientras esperaba la luz del semáforo para dar vuelta en una céntrica avenida. Para más señas, el que chocó era un taxista.

La defensa trasera del auto golpeado quedó como bigote de repostero francés. El taxista ofreció 400 pesos y una disculpa. La persona del auto golpeado dijo que mejor llamaran a los seguros. El taxista dijo que no tenía. Y apeló a que por favor le fueran aceptados los 400 pesos.

Llegó la policía. Al arribar el agente quiso tomar fotos de la persona del auto golpeado (“es que así demuestro que di la asistencia”) y dijo que iban a tener que ir al juzgado cívico. Todo esto al mediodía de un martes. El choque laminero ya era la posibilidad de perder toda la tarde y parte de la noche.

Todo se volvió un galimatías: la parte que golpeó no podía llamar a su seguro porque no tenía, y la parte golpeada no aceptaba los 400 pesos y menos ir al juzgado cívico.

El ejemplo no sorprenderá a muchos. Porque a pesar de que en la CDMX por ley un vehículo tiene que tener un seguro de responsabilidad civil para circular, resulta que en la capital de la República la misma AMIS calculaba que, con datos del año 2020, menos de la mitad (46 por ciento) de los automotores particulares tiene contratada una póliza. Ni siquiera somos primer lugar nacional: hasta ese año nos ganaban Nuevo León, Querétaro y Puebla. Y hay diez estados en donde ni siquiera se requiere tener seguro.

La idea de Sheinbaum es muy buena. Pero depende de que todos los autos tengan seguro, de que haya confianza en que el otro será respaldado gracias a que pagó una póliza para esos percances. La mitad de nosotros, sin embargo, no tiene tal cosa.

Arreglar el choque laminero detallado líneas arriba costó 43 mil pesos: tuvieron que cambiar camarita, sensores, defensa… al menos una de las personas sí había pagado su seguro.

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