A la mayoría de los mexicanos no les interesa la democracia, prefieren el populismo y las dádivas y fue muy claro el mensaje. La apuesta de AMLO surtió efectos innegables. Aunque aún hay nueve millones de mexicanos en pobreza extrema, muchos la han superado con los apoyos que por familia reciben, por el aumento del salario mínimo, por un peso fuerte. Y nada cambia la percepción de que tengo más dinero en la bolsa y estoy satisfecho con un gobierno que usa los recursos públicos para repartir becas, ayudas, apoyos.
No importa si no hay médicos, ni medicinas, mientras se goza de buena salud. Tampoco pesa la amenaza a las libertades, si no me aportan nada a la vida cotidiana. Las críticas al benefactor no hacen mella en el espíritu y su defensa es prioritaria. Arriesgarse a perder lo ganado no es aceptable, por eso el apoyo a Claudia fue total e incondicional, no hay reversa, gobernará sin contrapesos. Por eso, el peso cayó al igual que la bolsa y no sirvió mucho la salida de Ramírez de la O para calmar mercados. Esta situación, desde luego, no se comprende por grandes núcleos de la población. Pero es un claro mensaje contra el centralismo.
¿Por qué? Pues se percibe que antes de dejar el poder, AMLO quiere hacer la reforma del Poder Judicial, lo que acabaría con el último contrapeso a decisiones inconstitucionales, para ejercer el poder a plenitud. Y eso aquí y en cualquier país del mundo es acabar con el Estado de derecho. Eso destruye la confianza de inversionistas porque los contratos que se celebren no tienen garantías de certeza, ni de legalidad.
AMLO, sediento de poder y en plena borrachera, quiere un ‘septiembre negro’, donde con la mayoría calificada pueda impulsar sus planes de reformas constitucionales. La oposición no podría frenarlo en el Congreso y se acudiría de nuevo a la SCJN, la cual estaría sujeta a la legislación que la destruye. De hecho, Claudia Sheinbaum puede ganar la mayoría de los ministros tras la salida del ministro Aguilar, y obtendría el control de la SCJN. Pero AMLO quiere acabar con el Poder Judicial y someterlo por completo, no solo a la Corte constitucional, sino a todos los niveles de jueces y magistrados, creando una caricatura de lo que hoy es la carrera judicial.
Así que la destrucción continúa, y sin contrapesos, regresamos a la Presidencia imperial. Falta aún el conteo de actas y casillas iniciado a partir de ayer y que se prolongará varios días. Ya las redes señalan varios errores, exhiben muchos con dolo, y se verá lo que se podría recuperar con este ejercicio. El sentimiento de frustración y de fraude persiste porque Xóchitl logró el apoyo de las clases medias y despertó, junto con las organizaciones de la sociedad civil, a muchos sectores de la población que se movilizaron para votar y ganar no solo la Presidencia, sino para ser contrapeso en el Congreso.
Y no piensan regresar a guardarse en su casa. Claudia se enfrenta así a dos limitantes que deberá resolver. La interna es: cómo convivir con un movimiento de ciudadanos en las principales ciudades para lograr paz y evitar confrontaciones que pueden llegar a enfrentamientos y violencia. La segunda es la externa: cómo van a reaccionar los mercados ante la desaparición del Estado de derecho. Se frenará el nearshoring y México dejará pasar un momento que no se repetirá para volverse potencia mundial y quedarse estancado, y quizá con peores condiciones de su comercio con el bloque norteamericano.
Los errores cuestan caros. Claudia se enfrenta a decisiones muy difíciles: bajar la deuda externa, aumentar los ingresos internos quizá con una reforma fiscal, resolver si se seguirá financiando la bancarrota de Pemex o se abrirá inversión en exploración para rescatarlo, si se continuará subsidiando al AIFA y a Mexicana de Aviación, si se terminará el Tren Maya y cuál será su beneficio. Todo con finanzas públicas limitadas que pueden estrecharse por falta de inversión. Recuperar la certeza para atraer capitales dependerá del rumbo del modelo económico que tome. Y está desde luego, el problema de la seguridad en todo el país.
Y la presión de las ayudas sociales que demandarán más recursos, las pensiones, que son hoy un hoyo negro en las finanzas públicas, pues ni el ISSSTE ni el IMSS pueden fondearlas. Queda la tentación de apropiarse de las Afores para poder avanzar en la infraestructura necesaria para concretar el nearshoring, lo que generará malestar entre los trabajadores, pues sus ahorros no necesariamente tendrán incrementos positivos sobre inflación, y su pensión se reducirá a un salario mínimo, quizá también fondeado con recursos públicos.
Claudia tiene una responsabilidad con México. ¿Cómo la asumirá? Con mayor centralismo y autoritarismo, persiguiendo a la crítica, o abrirá puertas a un diálogo con opositores. Destruirá el Estado de derecho con los costos de aislamiento internacional que esto producirá, vía los mercados. Decidirá, por el contrario, fortalecer la certeza jurídica fortaleciendo a los poderes y los contrapesos. O bien terminará por tomar el control de todo, incluido el proceso electoral y la desaparición de la pluralidad vía reformas electorales regresivas.
No tenemos las respuestas porque en realidad Claudia no ha hablado. Se ha sometido al poder de AMLO. Pero existe la duda de si realmente continuará con la destrucción, apoyada en más de 25 millones de beneficiarios de apoyos, o si abrirá espacios para la pluralidad y la democracia, o será en serio que piense que solo ella y sus aliados son demócratas. Pronto lo sabremos. Y entonces podremos valorar si el precipicio es tan profundo, o si habrá oportunidades para recrear la unidad nacional, hoy ausente.
Lo cierto es que fue una elección de Estado, pero se impuso la mayoría, más allá de lo imaginable. Sin embargo, ya nada podrá ser como antes porque hay una ciudadanía activa y comprometida con México. Prestar oídos sordos a quienes generan más empleo y bienestar a las familias trabajadoras no parece ser un camino democrático. Y además los mercados habrán de reaccionar al modelo de desarrollo, lo cual agravará el pago de la deuda y alejará la inversión si desaparece el equilibrio de poderes y la certeza jurídica. Así que aun cuando AMLO planee su ‘septiembre negro’, Claudia será la directamente afectada por las decisiones. Ahí veremos de qué está hecha.