Rosario Guerra

Un camino

Xóchitl Gálvez representa un cambio del sistema político y de gobierno en México que se ha pospuesto en las diversas reformas electorales por casi tres décadas.

Me preguntan muy seguido por qué votar por Xóchitl si va por una coalición que terminará en lo mismo: la repartición de posiciones entre los partidos, que muchos ciudadanos repelen y que no han sido las mejores experiencias de gobierno. ¿Cuál es el cambio? La respuesta es simple y compleja. Simple porque de lo que se trata es de terminar con el presidencialismo autoritario, y compleja porque se busca crear un nuevo sistema de gobierno que cambie el gabinete por uno plural y de decisiones colegiadas, con especialistas, con una alianza en el Congreso que de forma autónoma decida sobre leyes y políticas públicas, que los ciudadanos participen en el diseño y por tanto, los partidos se abran a la participación. Se trata de dar un paso más en la construcción de la democracia. Se busca avanzar bajo nuevas reglas en un sistema político renovado y abierto, con contrapesos.

Quizá esto no se ha captado en su dimensión exacta. Xóchitl representa un cambio del sistema político y de gobierno en México que se ha pospuesto en las diversas reformas electorales por casi tres décadas. Siempre se habló de acotar el presidencialismo, de avanzar a un semiparlamentarismo, de mejorar la calidad de la democracia y la participación ciudadana, pero cada vez que llegaba un nuevo presidente y se acomodaba, pensaba: ¿para qué cambiar si vamos tan bien?

AMLO representó la esperanza de un cambio, que a la fecha no ha definido, pero que implicaba el combate a la pobreza y a la corrupción. No ha cumplido. Ha destruido el sistema de salud, el de educación, el científico y tecnológico, el artístico. El mote de #narcopresidente no es gratuito, más allá de Tim Golden, por sus viajes secretos a Badiraguato, por el apoyo a los cárteles defendiendo los derechos humanos de victimarios y olvidando a las víctimas. Porque el territorio mexicano está en manos del crimen organizado, mientras desaparecieron policías y el Ejército anda de constructor y administrador. No ha cumplido con el respeto a la Constitución y a sus leyes. Quiere acabar con la división de poderes. Hostiga a la SCJN porque basa sus fallos en la ley y no en sus deseos. Se burla de la prensa libre, de los empresarios, usa al aparato de Estado para infundir miedo.

De corrupción podemos afirmar que su familia la practica sin decoro, bajo el manto protector del ocultamiento por razones de seguridad. Ha acabado con los recursos públicos del PEF, de fideicomisos públicos y ahora va tras nuestros ahorros en las Afore. No llena, dirían en el norte. Es tan siniestro el personaje que no le importan los niños con cáncer, los enfermos de VIH, la violencia contra las mujeres, la seguridad pública, los asesinatos o los desaparecidos.

Claudia es la continuidad de lo que llaman transformación. Repite el mensaje presidencial. No tiene oferta propia. Ya adoptó como plan de gobierno las iniciativas de AMLO para cambiar la Constitución. Pésima candidata que ofende a la ciudadanía por expresarse libremente en el Zócalo, clasistas, hipócritas y más epítetos que la denigran. Continúa con el odio y la polarización. Dividir a México para poderlo gobernar sin contrapesos. Desaparecer la pluralidad en el Congreso dejando solo mayorías para facilitar su triunfo y permanencia, deshacerse de los plurinominales que representan los porcentajes de votos por partido. Quiere todo y para los demás, nada. Control, no un buen gobierno, mucho menos pluralidad o democracia.

El rostro autoritario se enfrenta a una propuesta novedosa, de un cambio de fondo al sistema de gobierno, como en las democracias modernas. Que lo apoyen el PRI, el PAN y el PRD es lógico, estos partidos impulsaron las reformas electorales y lógicamente las defienden. No a todos les gustan los partidos, pero no existen sistemas democráticos sin partidos. Hacer que un solo partido domine todo, como lo proponen el dueto de maestro y títere, es regresar a un pasado que en México costó muchos años y vidas cambiar.

Que si la campaña de Xóchitl no es la mejor, que si debiese hacer esto o aquello. Ciertamente es difícil coordinar a tres partidos, una candidata y la sociedad civil, pero la realidad es también muy simple y a la vez compleja. Simple porque Xóchitl representa un avance hacia un nuevo sistema de gobierno y Claudia la continuidad de la destrucción de nuestras instituciones democráticas. Que si una luce así y la otra no. Que si una es delgada y la otra no. Que si una ha sido privilegiada y la otra luchadora. Hay miles de comparaciones, pero al final un solo camino: democracia o autoritarismo.

Y si estas líneas les parecen exageradas, a quien le guste informarse directamente de las fuentes, pueden revisar la propuesta de iniciativa de Xóchitl sobre gobierno de coalición, y la iniciativa López-Sheinbaum de cambio constitucional. Les esperan grandes sorpresas.

Comparar es necesario. Decisiones informadas hacen buenas decisiones. Vaya a las fuentes, analice las propuestas y no se deje llevar por las encuestas. Aquí entre nos, ésas no votan. Quien decide es usted, su familia y sus amigos. Está en sus manos qué México quieren. Lo que no se vale es abandonar todo esfuerzo y no salir a votar. Así como salimos a marchar en todo el país, así como se vivió con entusiasmo en el Zócalo la jornada por la democracia, así debe permanecer el ánimo. Hacerlo contagioso, alegre, popular, definido. Esa es nuestra arma para definir nuestro futuro común. Tú ¿cómo quieres vivir? Con libertades, con restricciones, con seguridad, con el crimen organizado, con órganos autónomos y una SCJN independientes, o con una presidenta autocrática.

Al final habrá tres candidatos, pero la votación se definirá entre dos opciones. No hay más. No hay tercera vía, ni posibilidades para muchos candidatos. Las mujeres tenemos en gran parte la decisión.

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