Rosario Guerra

Tengan para que aprendan

En su tercer Informe de gobierno, López Obrador omitió los temas de seguridad pública, sus 100 mil muertos, cifra récord.

En su tercer Informe oficial de gobierno AMLO presumió, entre sus logros, la estabilidad peso-dólar, el no incremento de la deuda pública, crecimiento de la Bolsa de Valores, récord histórico en remesas, inversión pública en obras de infraestructura, el combate a la pandemia del coronavirus, meta de crecimiento económico de 2 por ciento, entre otros aspectos. Sin embargo, omitió los temas de seguridad pública, sus 100 mil muertos, cifra también récord. No habló ya de las estampitas ni del número real de muertes por Covid. Tampoco de los abrazos y no balazos, o de los migrantes centroamericanos reprimidos.

Los cambios en su gabinete indican un predominio de grupos radicales y afines a AMLO. Ya quedaron fuera los moderados. El manejo de su sucesión está en puerta, y ahora la Segob iniciará una etapa de control político. No serán privilegiados los derechos humanos, no habrá estrategia de combate a los feminicidios. El tema electoral predominará, porque sus logros son muy relativos.

La más baja inversión pública en infraestructura se registra este año, aunque se reanude, no suple a la inversión privada. No hay certeza ni confianza de inversionistas. Las cadenas productivas que nos están ayudando a crecer, se ven afectadas por falta de microchips. La recuperación de la economía norteamericana tiene también tropiezos que pueden incidir en nuestro crecimiento del PIB, que se espera se recupere más de 6 por ciento, después de la desastrosa caída de 9 por ciento. La política monetaria de EU puede cambiar, las tasas de interés pueden incrementarse y esto afectaría al peso. La deuda pública creció en 1.6 billones de pesos, según datos oficiales.

De la corrupción poco habló, del hijo del Chapo y su relación con su madre tampoco habló. La inversión extranjera no ha crecido. Las remesas que antes criticaba, hoy la registra como un logro, lo cual no es congruente con su discurso de campaña por 18 años. Tampoco fue récord el alza de la Bolsa de Valores, creció pero no a niveles históricos. El empleo sigue abajo y la economía informal prevalece como medio de subsistencia. Las Fuerzas Armadas y su regreso a los cuarteles, ya es tema en el olvido.

Obliga a los empleados de gobierno a comprar su libro A la mitad del camino, en el cual reajusta la meta de crecimiento de 4 por ciento en prometido a 2 por ciento, que ha sido el crecimiento histórico en lo que él llama la etapa neoliberal, pero incluso esa meta es difícil de alcanzar, aún si se recupera la caída del 9 por ciento. O sea que a lo que más podemos aspirar es regresar a 2018. Y eso implicaría empleo, inversión y crecimiento, tras un fracaso que parece no asimilar el Presidente.

Quizá sí tenga idea de lo que ocurre en la economía; de la crispación social que ha provocado, afectando sus metas electorales; de la conflictiva y necesaria relación con EU. En fin, puede ser que algo entienda, pero se dedica a hacer campaña. Tiende cortina de humo con el juego de la sucesión presidencial. Y reafirma la concentración del poder que ha ejercido como control político, con independencia del poder económico, y juega con el 2024.

¿Qué se puede aprender de AMLO? Porque tras presumir sus ‘logros’ la realidad se impone. No hay engaño, su concentración del poder no sirve para resolver problemas. Los agrava y entorpece soluciones. Cada vez más aislado, sin voces que puedan ayudar a la moderación. Hay, sin embargo, un nuevo secretario de Hacienda que quizá pueda ayudar a enmendar el camino. Por lo pronto ese aspecto fue el que se destacó en el Informe.

Esto no implica que abandone sus obras faraónicas y absurdas, sin rentabilidad, o que deje de apoyar a Pemex, la empresa más endeudada del mundo, y no permita a inversionsitas ayudar. Tampoco que cambie su estrategia de monopolio eléctrico, que ya nos cuesta un 20 por ciento más por el abandono de las energías limpias, más baratas y que se han suspendido por cambio de reglas. Su compromiso es con los dueños del carbón y las metas para frenar el cambio climático no son de su interés.

Hijos, primos, hermanos son todos beneficiarios de la 4T. Si bien AMLO se dice austero aunque viva en un palacio, porque Los Pinos le quedó chico, y diga no poseer bienes ni fortuna, cada vez es más difícil creer que sea un franciscano. La adjudicación directa de contratos millonarios, sin concursos o reglas claras, no solo pone en riesgo la inversión pública, cuestiona la transparencia del ejercicio del gasto. La ASF ha sido también cuestionada por cumplir su trabajo.

Este aprendizaje le está costando muy caro a México. Pues la inexperiencia y la ambición dominan en el sector público adelgazado, más que en el llamado neoliberalismo. Hay menos Estado; no se respeta el marco legal; hay persecuciones políticas; los estados reciben menos recursos; los municipios están abandonados y las alcaldías de la CDMX tratan de defenderse frente a una precandidata presidencial que se equivoca y retoma rumbo cada vez con más frecuencia.

El líder del Senado, Ricardo Monreal, encargado de negociaciones complicadas, es cuestionado por cumplir su labor. Nada es gratis. Negociar implica conceder. Y su eficacia la condena el radicalismo de la 4T que no participa de una visión moderna y plural. El desgaste de Marcelo Ebrard es brutal, pero su eficiencia es incuestionable, falta ver que informa Sheinbaum de la Línea 12.

Aprender es un ejercicio que implica un ejemplo. No se puede predicar algo y hacer lo contrario. Por eso nada tiene que enseñarnos AMLO, ni a los que llama neoliberales, ni a los ciudadanos que no queremos el juego de la revocación del mandato, para refrendar su gobierno, que engaña y empobrece cada vez más a todos. Hay deudas pendientes.

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