Opinión Rolando Cordera Campos

Desarrollo económico con igualdad (II y último)

El desarrollo sostenible se trata de hacer frente con inteligencia y ciencia al calentamiento climático y la pérdida de los ecosistemas naturales y la diversidad biológica.

El desarrollo sostenible ha dejado de ser una opción para volverse la única vía transitable para construir una evolución productiva de la comunidad humana. Esta evolución, que muchos daban por hecha, es inconcebible sin un entorno capaz de reproducirse como patrimonio global, planetario.

El camino no se presenta, desde luego, de fácil tránsito. Se trata de hacer frente con inteligencia y ciencia al calentamiento climático y la pérdida de los ecosistemas naturales y la diversidad biológica. Esto, como sabemos, contribuye a azuzar –por si hiciera falta– problemas ancestrales en algunos países como el nuestro, donde la pobreza y la desigualdad campean a sus anchas contribuyendo a agravar el más rejego círculo vicioso de nuestra coyuntura: deterioro social-deterioro medio ambiental-desperdicio de recursos.

Los retos que se presentan a la compleja relación ecología-sociedad-economía son de tal calibre que, sin exageración alguna, definirán no sólo la viabilidad del desarrollo económico y social, sino el presente y el probable futuro de la especie humana. Estamos hablando, o deberíamos de hacerlo, de un asunto de seguridad global y, desde luego, nacional. Nos encontramos ante temas que tocan y cruzan grandes cuestiones tanto de ética pública, cultura y educación, como de racionalidad económica y uso (que no abuso) de los recursos naturales.

Atender la urgencia supone cambios de fondo en los sistemas de producción y consumo, en las tecnologías dominantes, en la regulación, la normatividad, la organización institucional –tanto del sector público como del privado–. Aunque, en muy buena medida, en la percepción cultural de las sociedades.

El desarrollo sustentable, entendido como forma de vida, como cultura en su más amplio sentido, requiere de cotidianas y permanentes acciones, aprendizajes colectivos e involucramiento social. También, de una ética pública que nos ilustre en la comprensión y uso del principio de interdependencia: vital de todo empeño civilizatorio. Y crucial para la supervivencia.

El cambio climático y sus amenazas se han impuesto como asignatura obligada sobre este principio fundamental, núcleo de todo emprendimiento humano. La evidencia científica muestra el desastroso impacto que los seres humanos han ejercido sobre la naturaleza; la extracción excesiva de recursos naturales; los abusos de recursos finitos, así como la instalación de patrones de consumo del todo irracionales, han perturbado y deteriorado profundamente el ambiente. De seguir estas tendencias pareciera que el segundo principio de la termodinámica, el de entropía, de agotamiento del universo, sería un "gen inscrito en el hombre".

Los diagnósticos no faltan y cada vez son más incisivos. Pero lo que sigue faltando es voluntad política; apostar por cambios radicales en los modelos de desarrollo, y en la mirada de las comunidades humanas.

Bienvenidas todas las convocatorias para seguir explorando y reflexionando en torno a las opciones sustentables que, aunque estrechas, todavía ofrecen márgenes para la acción colectiva. Para apostar por un desarrollo global que asume el reclamo y el mandato de la naturaleza y que, al proponerse erigir la seguridad humana como principio obligatorio crucial, sin ambages asume que la igualdad debe estar en el centro de nuestros quehaceres cotidianos.

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