Roberto Escalante Semerena

¿Qué deben hacer las universidades en la era digital?

 

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El 27 de enero, bajo los auspicios de la Universidad Internacional de la Rioja y la Agencia EFE de Noticias, un conjunto de personalidades de la vida pública, diplomática y académica se dieron cita para intercambiar ideas y puntos de vista acerca de qué está ocurriendo en la educación superior en la era digital y qué cambios podemos y tal vez, debemos de esperar en las universidades, en tal ambiente tecnológico.

Los diferentes ponentes abonaron ideas desde distintas fronteras de preocupaciones y sugirieron, también, distintas acciones para concretar la solución a sus preocupaciones.

Una preocupación, a mi juicio equivocada, fue la de sobrevalorar la capacidad de las tecnologías contemporáneas para resolver el reto que significa para las universidades formar a profesionales capaces de enfrentar las complejidades de la globalización como son el empleo, la pobreza, la desigualdad, la inclusión social y otros. Aunque de una manera simplificada, algunos juicios apuntaron que bastaría con intensificar la digitalización para que las universidades encontraran la fórmula mágica que haga emerger de su seno a ingenieros, abogados, economistas y demás, perfectamente aptos, y más aptos, que aquellos que se educaron en ambientes universitarios en dónde la tecnología educativa era, por supuesto así considerada, inferior a la de la era digital.

Nadie puede negar que los instrumentos digitales a nuestra disposición para comunicarnos, transmitir información, analizarla, tienen una influencia decisiva en la vida cotidiana y en muchas otras áreas, como en el de la educación, y también, más específicamente, en la educación superior. ¿Quién puede abstraerse al uso cada vez más inevitable de la telefonía celular, el internet, las tablets y demás? Sectores sociales cada vez más amplios, incluidos los de escasos recursos, son incorporados diariamente a las capacidades, ventajas, y porque no, desventajas, que ofrece la digitalización.

Una reflexión generalizada es que la digitalización es resultado exclusivo de innovaciones tecnológicas. Ciertamente, lo son en mucho reacciones que la ciencia ha generado a las actualidades del mundo globalizado contemporáneo. Lo global exigía velocidad y la velocidad auspició la globalización.

Sin embargo, el tema importante a considerar es que el mundo es extremadamente heterogéneo y lo digital opera no en un vacío sino en ambientes sociales y económicos específicos y, otra vez, heterogéneos.

Heterogéneos en todo, en niveles de ingreso, en orígenes y antecedentes culturales. Y, nuevamente, la pregunta importante es cómo el mundo digital puede responder a las heterogéneas características y necesidades de un mundo globalizado. ¿Puede hacerlo y mejor que las tecnologías que están rápidamente siendo sustituidas, o por si mismas?

Las universidades son los espacios más propicios y poderosos para socializar y generar nuevo conocimiento que tiene, en teoría, el objetivo de hacer más factible la solución de problemas que la sociedad enfrenta. Y los instrumentos digitales, también en teoría, son poderosos aliados en la búsqueda de verdades nuevas que desemboquen en nuevos conocimientos.

Puesta así esa afirmación su validez es parcial y no necesariamente la mejor. Con la digitalización o sin ella, es falso pensar que la educación, y la educación superior en particular, en sí mismas son la clave automática de solución de los problemas. Son un factor importantísimo, pero no el exclusivo y, a veces ni siquiera el determinante. Aunque también es obligado decir que sin educación, la posibilidad de resolver problemas es mucho más difícil que no teniéndola.

Las universidades tienen un reto doble. Tienen que educar a sus estudiantes e investigar, los problemas actuales e imaginar a la sociedad futura para, también entender como tendrán que rediseñar lo que enseñan e investigan hoy. Esa es una ventaja enorme que proporcionan los instrumentos digitales. Son flexibles y pueden, si son diseñados y manejados adecuadamente, adaptarse a contextos sociales, territoriales y demás, diferentes. Y muy importante, tienen un alcance masivo. Como alguien ha dicho, los medios digitales pueden hacer de la educación un fenómeno masivo de grandes dimensiones atendiendo necesidades individualmente requeridas.

Dicho de otra manera, en un mundo en donde los medios digitales tienen una presencia creciente y poderosa; en un contexto globalizado donde la las universidades son las organizaciones que más capacidad tienen para generar nuevo conocimiento que resuelva problemas; en una sociedad del conocimiento cruzada, sobre todo en el mundo en desarrollo, por enormes heterogeneidades y desigualdades, y las características de flexibilidad y gran alcance que tienen las tecnologías de la información y la comunicación, lo que importa no es ser solo más digital. Lo crucial es tener clara una agenda que atender y una estrategia inteligente para aplicar la digitalización para lograr los resultados más efectivos en la solución de problemas socioeconómicos.

Ese es el papel de las universidades en la era digital. No se trata de tener afanosa y desesperadamente más computadoras, más internet o Twitter. De lo que se trata es para qué usarlos. Y en ese quehacer hay distintas opciones. La que más conviene es la de orientar la digitalización a resolver, en este horizonte, desde las universidades, los problemas de los más.

Catedrático de la Facultad de Economía – UNAM y Secretario General de la Unión de Universidades de América y el Caribe UDUAL.

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