Economista en Jefe de INVEX

Trump 2.0 para México

Si bien el riesgo es más alto, todavía es muy pronto para determinar cómo, y en qué magnitud, podrían moverse las principales variables financieras de nuestro país.

En un año donde alrededor de 40 países celebraron elecciones, llegó el turno de Estados Unidos. A pesar de la volatilidad en las encuestas y el mercado de apuestas, se consumó un hecho que era ampliamente esperado por la mayoría desde hace unas semanas: la victoria de Donald Trump.

El mercado de divisas fue sacudido la noche de la elección cuando las tendencias favorecían cada vez más al candidato republicano. De acuerdo con información de Bloomberg, el tipo de cambio spot del peso frente al dólar llegó hasta niveles de 20.80 pesos la madrugada del 6 de noviembre. Ese mismo día, al cierre de los mercados, la paridad cambiaria cotizó alrededor de los 20.10 pesos. Asimismo, algunas acciones del S&P/BMV IPC (entre ellas, las de algunas cementeras y grupos financieros) que caían fuertemente en la mañana de ese día, cerraron con buenas ganancias.

¿Por qué el tipo de cambio no se depreció más? ¿Por qué los precios de las acciones mexicanas no extendieron un movimiento de baja? No fue hace mucho, a finales de 2016 y a principios de 2017, que el tipo de cambio intentó acercarse a los 22.00 pesos cuando Trump se enfilaba hacia un primer mandato. ¿Qué pasó en esta ocasión que hasta las acciones mexicanas cerraron al alza cuando el candidato con el mayor número de agresiones frontales hacia nuestro país prácticamente arrasó en las elecciones?

Desde el punto de vista de este autor destacan dos razones principales: la primera, los mercados registraron una sobrerreacción. Tal vez, con todo y el incremento en las medidas de riesgos país ante la victoria de un candidato que podría impulsar una agresiva política industrial que nos afecte, la depreciación del tipo de cambio o la caída de la bolsa local no era para tanto.

La otra razón, tal vez la más fuerte, es que ya conocemos quién es Donald Trump.

En marzo de 2016, el entonces candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos declaró que México “no querrá jugar a la guerra con nosotros” si nuestro país se negaba a cubrir el costo de un muro en la frontera (https:// www.elfinanciero.com.mx/ nacional/mexico-no-se-atrevera-a-jugar-a-la-guerra-con-eudonal-trump/).

¿Y qué pasó? No hubo ni guerra, ni muro. Otras amenazas contra México, incluso arancelarias, no se concretaron del todo. De hecho, Donald Trump ayudó mucho a nuestro país en el tema comercial, al firmar un nuevo acuerdo: el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) que sustituiría al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El T-MEC. Un tratado con un mecanismo de solución de controversias tan efectivo que incluso obstaculizó la aprobación de reformas a nivel constitucional que probablemente tendrían consecuencias negativas sobre la inversión en México hoy día.

Por otra parte, si bien ya conocemos a Donald Trump, la historia en 2024 no es similar. La elección presidencial del 5 de noviembre de este año no sólo confirmó el regreso de Trump a la Casa Blanca. Al cierre de este artículo, el Partido Republicano había asegurado una mayoría simple en el Senado y se encontraba a pocos escaños de obtener una mayoría simple en la Cámara de Representantes. Lo anterior, aunado a una Suprema Corte de Justicia con sesgo conservador, genera un escenario completamente distinto al de 2016.

Ahora sí, Trump podría contar un apoyo incondicional por parte de los otros poderes de la Unión para llevar a cabo reformas o estrategias nacionalistas, proteccionistas o incluso agresivas. No sólo es probable que se impongan aranceles elevados y se recorten impuestos. Se podría recomponer gran parte de la economía norteamericana si todos se ponen de acuerdo.

Si bien el riesgo es más alto, todavía es muy pronto para determinar cómo, y en qué magnitud, podrían moverse las principales variables financieras de nuestro país. Lo único que podemos asegurar, y en cierta medida, es que el tipo de cambio difícilmente se apreciará; que las tasas de interés se mantendrán elevadas (sobre todo las de largo plazo) y que la inversión en México será menor.

A eso hay que sumar acontecimientos internos que pudieran afectar la percepción que tienen los inversionistas sobre nuestro país, a pesar de los esfuerzos de la presidenta Sheinbaum de incentivar la participación del sector privado.

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