Solo la ilusión alienta a quienes, a punto de concluir la campaña electoral, piensan que la declinación de una candidatura a favor de otra podría dar un vuelco a la situación. El plazo para sustituir candidatos ya concluyó, las boletas están impresas y, así, los votos se contarán en beneficio del nombre que el elector cruce en la papeleta. No hay transferencia posible.
Asimismo, es absurdo pedir un favor insultando –esquirol, traidor, cobarde– a quien debe de concederlo. Y más todavía, cuando ese tercerista juega no a ganar, pero sí a reposicionar a su partido de cara al porvenir inmediato que pinta para tronarse los dedos. Los dirigentes partidistas que dicen apoyar a Xóchitl Gálvez han hecho lo imposible no por sumar, sino por restar como aliado a Movimiento Ciudadano.
Con todo, sí hay declinaciones pertinentes, incluso exigibles, pero no recaen sobre quien se menciona en el juego de entretenimiento desatado estos últimos días.
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La dirigencia de Morena debe pedir a Andrés Manuel López Obrador declinar a favor de Claudia Sheinbaum para no restarle votos. Si la contienda es entre las dos candidatas punteras, el afán de López Obrador por aparecer en la boleta sin competir es un despropósito.
Desde luego, es impensable que Mario Delgado, en su doble condición de dirigente de Morena y coordinador de campaña de Claudia Sheinbaum, tenga los arrestos para llamar la atención al mandatario. Sin embargo, tan dado a repetir que son tiempos de definiciones, Delgado está obligado a advertir del daño que, con sus desplantes, López Obrador ocasiona a la abanderada del movimiento. Es difícil de imaginar tal reprensión, pero no que con la actitud presidencial se esté abriendo la puerta a la impugnación de la elección y, en su caso, a la anulación de ella, sobre todo, si el resultado es cerrado.
El trabajo de Mario Delgado no es sencillo. Atiende a dos amos y eso es complicado, pero debe definirse: las visitas de la candidata opositora Xóchitl Gálvez a los consejeros y los magistrados electorales, acusando la intervención presidencial en el concurso, van más allá de la queja, sientan antecedente. ¿Le pedirá Mario Delgado a Andrés Manuel López Obrador declinar a favor de Claudia Sheinbaum y guardar compostura política?
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Tan dados a diseñar estrategias y tomar clases de cocina para cocer arroz, los políticos disfrazados de ciudadanos y los intelectuales impulsores de Xóchitl Gálvez, deberían pedir a los dirigentes del Revolucionario Institucional y Acción Nacional, Alejandro Moreno y Marko Cortés, declinar a favor de su candidata.
La carta puesta sobre la mesa por Alejandro Moreno da pie para pedir tanto a él como a Cortés renunciar a la dirigencia de su respectivo partido, dejándoles como recompensa la senaduría asegurada a la cual se postulan. Esa declinación le daría a Xóchitl Gálvez más votos que aquellos que le pudiera acarrear la salida de escena del emecista, Jorge Álvarez Máynez. La fama pública de esos dirigentes partidistas es un lastre para la candidatura que supuestamente amparan.
Lo niegan, pero esos ciudadanos profesionales e intelectuales erraron al ver a los partidos que integran la coalición opositora como un taxi en condición de llevarlos a Palacio Nacional con su abanderada. Se les hizo fácil tomar un coche de alquiler, en vez de construir un partido. Si, en verdad, todavía abrigan la esperanza de competir deberían pedir a Moreno y Cortés dejar la dirección de su respectivo partido.
Insistir en la declinación de Jorge Álvarez Máynez es una charada, un entretenimiento político que confunde la paja con la viga.
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Igualmente, no sobraría solicitar a consejeros y magistrados electorales declinar a la indiferencia con que contemplan las irregularidades y las amenazas que amagan al proceso, arguyendo no tener dientes para intervenir o justificando no corresponder a la esfera de sus atribuciones. Árbitros y jueces actúan con el librito en la mano sin decir que le faltan hojas y abdicando de su autoridad. Ambos tienen clara conciencia de la intervención presidencial en el concurso y, sin embargo, adoptan medidas cautelares sin efecto por ser hechos consumados. Evaden la posibilidad de hacer un fuerte y claro pronunciamiento señalando que esa intervención puede ser causal de la nulidad de la elección. Les tiembla la voz y se refugian en el silencio o la indiferencia.
Asimismo, argumentando no corresponder a ellos garantizar la seguridad de votados y votantes, se limitan a tramitar solicitudes de protección o facilitar la inscripción del sustituto del candidato asesinado. Sin voz, no exigen a las autoridades gubernamentales federales y estatales marcar un alto a la violencia criminal y política. Incapaces de exigir cuentas por la inacción y la impunidad ante homicidios y atentados contra candidatos, se les va a complicar reclamar garantías para capacitadores, funcionarios y votantes el día de las elecciones.
Declinar al silencio cómplice a favor de la voz autorizada debería ser una exigencia del conjunto de candidatos y partidos. Si la violencia se enseñorea en algunas regiones del país, la jornada electoral no será fiesta, sino funeral de la democracia.
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Sí procede solicitar declinaciones, pero no las que con ilusión y sin fundamento impulsan quienes se interesan por el entretenimiento político, sin advertir el desafío que la realidad planta en el escenario, complicando el horizonte.
En breve
¡Ah, qué la presunta ministra! A causa del litigio que trae con la UNAM sobre la validez de su título de abogada, no podrá resolver un amparo que alega inconstitucionalidad de algunas normas de la Universidad. El mismo promotor del recurso pidió que no lo viera la presunta ministra por estar en duda su imparcialidad. ¡Habrase visto!