Estrictamente Personal

Chocan militares en Santa Lucía

Dos militares de alto rango están enfrascados en una lucha de poder y protagonismo en la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.

Más pronto que tarde, las fricciones llegaron al nivel de los generales. Dos militares de alto rango están enfrascados en una lucha de poder y protagonismo en la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que será inaugurado el próximo lunes por el presidente Andrés Manuel López Obrador. El primer entregable de su sexenio, una de sus tres megaobras, propició un serio choque entre el general Isidro Pastor Román y el general de brigada Gustavo Vallejo, que ha trascendido al ámbito civil.

Los generales tienen diferentes funciones que son complementarias. Román, general en retiro, es el director general de la Empresa de Participación Estatal Mayoritaria Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, una sociedad anónima agrupada en la Secretaría de la Defensa Nacional que, por decreto, lo administrará, operará, explotará y construirá. Vallejo, general de brigada en activo, está a cargo del agrupamiento de ingenieros de Santa Lucía, responsable propiamente de la construcción. Las jerarquías, claramente establecidas en los cargos y las funciones, no han impedido los enfrentamientos.

Ambos, sin embargo, han perdido las formas de comportarse en público, lo que transparenta sus diferencias. El general Román casi no se refiere como “general” a Vallejo, a quien le habla por su apellido sin título alguno. Le da instrucciones en público y se queja de él en privado. La última queja importante es que han llegado a contratar empresas en el área de Santa Lucía propiedad de delincuentes. Una de ellas, que hacía unas partes especiales para la construcción en los accesos al aeropuerto, se descubrió por una investigación que estaba realizando el Ejército sobre el robo de combustible.

Reclamaciones de este tipo han sido adjudicadas a parte del retraso en las obras de conectividad terrestre alrededor del aeropuerto, aunque en realidad no son de origen un problema del Ejército, sino de la bancada de Morena en el Congreso del Estado de México, porque cuando el gobierno mexiquense solicitó presupuesto adicional para estas obras, se lo negaron. También es un problema de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes porque la burocracia provocó lentitud en trámites y en la construcción.

El general Vallejo, que también ha tratado de ampliar sus funciones, luchó para que el Presidente le autorizara extender la obra bajo su responsabilidad y pudiera incorporar al agrupamiento de ingenieros militares para construir la conectividad terrestre más allá del área del aeropuerto. El Presidente nunca autorizó que lo hiciera. Para el lunes que se inaugure el Felipe Ángeles, la conectividad terrestre será casi inexistente, para lo prometido. El único acceso que está prácticamente terminado es el que conecta con Pachuca.

Hubo un intento reciente para que se aplazara la inauguración del nuevo aeropuerto hasta junio, pero el Presidente rechazó la demora. Esto provocó que se abriera del presupuesto al gobierno mexiquense, a cuya Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras le encargaron concluir el mayor número de accesos posible. Este aceleramiento incrementará los costos de la obra del aeropuerto, que de sí se ha venido elevando en los tres últimos años. De acuerdo con El Universal, el costo original del Felipe Ángeles, establecido en 75 mil millones de pesos, ya subió a 116 mil millones, según datos de la Secretaría de Hacienda. El costo seguirá escalando y la premura con la que están tratando de maquillar la deficiente conectividad podría ocasionar que los materiales que se estén utilizando no sean de la mejor calidad, o que a la obra, en sí, no se le dé el tiempo suficiente para cuajar.

Lo paradójico es que la conectividad terrestre, por el momento, es relativa, porque la operatividad comercial del Felipe Ángeles será simbólica. Del próximo lunes hasta agosto, de acuerdo con funcionarios involucrados en las operaciones del nuevo aeropuerto, habrá un máximo de 15 a 20 vuelos diarios desde Santa Lucía, de los cuales sólo ocho serán comerciales –el resto de carga–, lo que facilitará la logística de las contadas aerolíneas para trasladar a sus pasajeros desde la Ciudad de México. Cuando se llegue a 60 operaciones diarias, que es lo que estima el general Román podrá haber este mismo año, la conectividad terrestre será el lastre que cargue al Presidente.

El optimismo del general Román no es algo que se comparta plenamente dentro del Ejército, porque si bien parte del supuesto de la saturación del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, la falta de conectividad terrestre hará más complejo y lento que las aerolíneas se muden a Santa Lucía. Esta falta de red de conexiones terrestres es lo que ha exasperado al general Vallejo y lo ha contrapunteado con otras autoridades militares y civiles.

Aunque de menor rango que el general Román en la estructura operacional del Felipe Ángeles, el general Vallejo está empoderado por los constantes halagos que le ha hecho el presidente López Obrador por la obra de ingeniería realizada en Santa Lucía, y por haberle asignado como siguiente trabajo la zigzagueante construcción del Tren Maya, que ha enfrentado problemas legales por errores del diseño original, que provocó amparos por la destrucción del ecosistema y que generó retrasos que no sólo alargan la obra, sino que la han puesto en riesgo.

La deferencia presidencial hacia Vallejo ha hecho que en público discrepe de Román o tenga opiniones que van a contrasentido o lo contradigan, lo que ha llamado la atención a los civiles porque es algo difícil de trascender. El hecho de que estos enfrentamientos sean públicos sugiere la profundidad del choque entre los generales, quienes, hasta donde se sabe, no han sido llamados a cuentas por el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval.

La situación no se ha salido de control, pero va creciendo la tensión, mostrando una externalidad del papel del Ejército en el actual gobierno, que ha ido acumulando poder, recursos y privilegios del Presidente, al verlo López Obrador como pilar de su fortaleza y legitimidad. Con lo que no contaba era con la condición humana, expresada en este choque de militares en Santa Lucía.

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