Otros Ángulos

Porrismo, vandalismo, crimen e impunidad

Si policías, guardias nacionales y hasta el mismo Ejército tienen instrucciones de “no reprimir” a nadie, ¿cómo pueden realizar sus tareas de controlar a delincuentes que esperan contar con amnistía a sus delitos?

Con diferencia de horas se dan ciertos dardos que apuntan con certeza al corazón de la inseguridad nacional. Derriban las escasas defensas institucionales y dan los brochazos del panorama actual.

Justo cuando acontece el primer año en que se realizó una marcha contra las actividades porriles y delincuenciales en el CCH de Azcapotzalco, una turba de jóvenes enmascarados, autodenominados anarquistas, grafitearon, rompieron ventanas, intentaron derribar la puerta y lanzaron cohetones y molotov contra la Rectoría de la UNAM.

Hay testimonios de que los agresores salieron para realizar tales actos del que fuera el auditorio Justo Sierra, y que desde 1966 comenzó a llamarse "Che Guevara" en honor del guerrillero comunista, quien con Fidel Castro implantó ese régimen en Cuba. A partir del año 2000 ese recinto ha sido impugnable para cometer toda suerte de ilícitos: venta de mariguana y el psicotrópico que se desee, organización de festivales orgiásticos y guarida de rufianes no necesariamente universitarios ni estudiantiles. Ninguna autoridad, ni de la universidad ni de las institucionales, ha podido detener esa constante para devolverla a sus funciones propias de investigación, enseñanza y difusión cultural.

En pleno corazón de la universidad y a unos cuantos metros de la Rectoría, el que fuera y sigue siendo el mayor auditorio está en manos de rufianes y delincuentes.

Al grito de ¡muera el Estado y viva la anarquía!, recorrieron parte de la avenida Insurgentes, arrancaron señales de tránsito, grafitearon paredes, humillaron a los pocos patrulleros que los enfrentaron, rompieron las plumas de acceso al estacionamiento de la Facultad de Filosofía y confrontaron al personal de seguridad de la UNAM. Todo esto a la vista de quién deseara fotografiarlos y filmarlos. Querían y dejaron testimonio de su prepotencia y del gozo que les da la total impunidad.

Con diferencia de horas, integrantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo y de la Escuela Normal Indígena Jacinto Canek, de Chiapas, se liaron a golpes, armados con palos, contra los policías militares que guardan las puertas ¡de Palacio Nacional! Los militares, una vez más, tuvieron que replegarse contra la pared. Los videos muestran a esos hombres buscando refugio mientras la turbamulta les grita, los insulta, les manotean y terminan usando las estacas que utilizarían para elevar una carpa en donde pondrían un campamento semejante al que instaló AMLO en Reforma, para así realizar sus exigencias y peticiones.

Mientras tanto en Tamaulipas, y quién sabe dónde más, los transportes del Ejército Mexicano no pueden abastecerse de combustible, ya que los concesionarios se lo niegan y la Guardia Nacional se ve sin posibilidades de moverse y hacer rondines y ejecutar las órdenes de sus superiores. ¿Por qué no pueden abastecerse? Pues porque las bandas los tienen amenazados con asesinar a sus familias, y eso va contra dueños y operarios de las gasolineras.

Hagamos cuentas: si se destinan seis mil soldados para impedir la llegada de centroamericanos en la frontera sur y otros 10 mil en la del norte y quién sabe cuántos paralizados por falta de combustible, más los recién reclutados y que están en etapa de capacitación, así como los reacios a ingresar a ese nuevo cuerpo, ¿cuántos son realmente los elementos encargados de brindarnos seguridad?

Ahora bien, si tanto policías como guardias nacionales y hasta el mismo Ejército tienen instrucciones de "no reprimir" a nadie, ¿cómo pueden realizar sus tareas de controlar a delincuentes que esperan contar con amnistía a sus delitos? Claro, perdón a delitos menores, como son el tráfico de estupefacientes, secuestro, extorsión, asalto, etcétera. Y castigo ejemplar contra asesinos feroces, desalmados y que no logran serenarse ni portarse bien a pesar del exhorto permanente y de la consideración presidencial de que ellos son también pueblo bueno.

Pero imaginemos que ya contamos con una Guardia bien integrada, un Ejército bien armado y una policía limpia y bien remunerada, ¿con qué estrategia combatirán a un contingente de bandas, mafias y criminales que nos tienen asolados y apretujados con su desmedida violencia?

Desde porros y protestatarios, hasta secuestradores y asesinos, recorren calles, plazas, comercios, carreteras, transportes y amedrentan hasta las puertas de Palacio Nacional con total impunidad. Ante todo esto, ¿quién nos defiende, quién?

COLUMNAS ANTERIORES

La austeridad republicana mata
García Luna, un productor de televisión

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.