Otros Ángulos

Las heridas que no aparecerán en el Informe

“Primero los pobres” fue un lema de campaña de López Obrador. Hoy esos pobres atiborran los institutos de salud, ya de suyo saturados, sin encontrar salida a sus males.

Seguramente no serán mencionados, o se describirán de tal modo que formarán parte del rosario de autoelogios en el Informe del domingo. Son tres asuntos que ocupan y lastiman mi momento. Menciono el más hiriente:"Primero los pobres" fue un principalísimo lema de campaña. Hoy esos pobres atiborran los institutos de salud, ya de suyo saturados, sin encontrar salida a sus males. De hecho, esos nosocomios son auténticos hospitales de guerra. Una equivocada idea de la austeridad ha cercenado equipos médicos ya integrados y consolidados, así como ha impedido el correcto mantenimiento de equipos y la adquisición de instrumental clave en el combate contra las muchas y variadas enfermedades que padecemos.

Entre los más vulnerables están quienes forman la población infantil, a quienes inexplicablemente se les ningunea. Es el caso de los padres de familia que han salido a las calles para pedir que sus hijos sean atendidos del cáncer que padecen. Su tratamiento requiere, entre otros, el medicamento llamado Metrotrexato cuando de quimioterapia se trata y del carísimo mantenimiento del Acelerador Lineal de Partículas cuando la radiación es la solución.

Ante este cuadro, el secretario de Salud, Dr Jorge Alcocer, perdió la oportunidad de mostrar su vocación de investigador en el Instituto Nacional de Nutrición y Emérito en el Sistema Nacional de Investigadores, para refugiarse en la triste posición de incipiente reumatólogo, cuando conoció a la hoy familia presidencial, y no ofrecer la verdadera vocación y mística de un médico al declarar que la situación no representa un cuadro de urgencia. Sí, eso dijo.

Segunda herida, también con los niños de México. Me consternó que al replique de sonidos mortales, tres niñas de 4, 13 y 14 años junto con su tío de 25, fueran acribillados con 127 casquillos encontrados en el lugar del sacrificio. El periodista Alejandro Hope, hace el miércoles en El Universal un recuento mortal impresionante. Asienta que, el lunes en Veracruz, le quitaron la vida a un adolescente de 15 años. El jueves pasado en Villa Aldama, frente a su madre, estrangularon a un niño de tres años. El 7 de agosto en Tijuana, asesinaron a un mujer y su hija de cuatro años. El 29 de julio, una niña de tres años en Chilpancingo murió de un disparo en el pecho. El periodista escribe que, sin importar la edad, los niños se han convertido en blanco de la violencia asesina y aporta datos de la Red de Derechos de la Infancia, REDIM, que muestra con datos duros, que han sido asesinados 285 menores de 18 años, sólo en el primer trimestre de este año. Según el Inegi, en 2018 fueron víctimas de homicidio 443 menores de 15 años; de esa suma, 162 eran menores de cinco años y 61 no habían alcanzado ni 12 meses.

No es exagerado decir que mientras usted lee este texto, al menos un niño mexicano está a punto de ser herido mortalmente o alcanzado por un bala. No hablemos de adultos donde las cifras alcanzan números inauditos, propios de naciones en combate.

Tercer herida que no aparecerá en el Informe dominical: una vez más, miembros del Ejército Mexicano fueron insultados y golpeados con escobas y tubos metálicos mientras realizaban un rondín en Michoacán.

Los militares no están autorizados, no digamos para establecer el orden, ni siquiera para defenderse y el material gráfico nos muestra escenas patéticas en donde los uniformados son agredidos por el hecho de patrullar el territorio que les han encomendado.

Otra vez una pésima equivocación. No se trata de reprimir al pueblo bueno y sabio, su tarea es imponer las condiciones para que impere la ley sin que ningún grupo o individuo prevalezca por la fuerza sobre los demás.

Estos actos humillantes a los que se somete a los soldados, es primeramente un escándalo internacional. No hay ejército en el mundo que sea maltratado impunemente. Hay que leer editoriales foráneos. Y, en forma aleatoria, ¿de qué sirve una organización militar que porta armas como si fueran de juguete y que corre el riesgo de que se las quiten para más tarde continuar la ascendente curva de hechos criminales?

Lo sé bien, ninguna de estas laceraciones públicas adornaran las frases y los datos oficiales.

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