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'Conservadores, neofascistas, mezquinos'

La elección en Puebla y el Congreso estatal morenista son circunstancias que nutren las habladurías y chismes alrededor del caso Alonso-Moreno Vale, lo que ha provocado un clima de desconfianza y sobre todo molestia en López Obrador.

Aunque parezca mentira, los accidentes que sufren los políticos pueden ser ciertos, reales. Pero ocurre que cuando nos explican cómo ocurrieron los hechos, la incredulidad tiende su manto y, en buen castellano, no creemos lo que nos dicen. Dudas y mentiras las hemos tenido con las muertes de Colosio, Clouthier, Ramón Martín Huerta, Mouriño, Blake Mora y otros. Cada uno de ellos se llevó su verdad a la tumba. De nada sirvieron las declaraciones periciales, los discursos, las fotografías y los cientos de pruebas que mostraron ante la prensa.

De ahí que, sin prueba alguna, al saber sobre el desplome del helicóptero que transportaba a la gobernadora y al senador, todas las voces se pregunten: ¿quién los derribó? Y abundan las hipótesis: a) obviamente el candidato derrotado dos veces: Miguel Barbosa, quien cambió la cachucha perredista a morenista; b) fueron los panistas para impedir que Moreno Valle creciera más; c) los huachicoleros los bajaron.

Por supuesto hay más, pero las más abundantes se abastecen de dos circunstancias, una que nunca debió haber existido y otra nutrida de números políticos. La primera tiene que ver con la elección para gobernador poblano, que fue especialmente ríspida y llegó al caso único de contar en segunda ocasión todas las casillas y los votos. Ante ese hecho, el Presidente electo dijo que la elección no había sido democrática y finalmente, ya como Presidente constitucional, decidió no ir a la toma de posesión de la ganadora por considerar que "no se daban las condiciones". Vamos ni siquiera envió un representante, pues el enviado de segundo nivel se extravió y no apareció.

La segunda circunstancia es en efecto numérica. El Congreso de Puebla cuenta con estos diputados; el PRI 4; el PAN 6; Panal 2; PVEM 1 y Morena con sus aliados PT y PES tiene 22. Esto significa una ventaja abrumadora para cuando se realice la elección para encontrar el sustituto de la extinta gobernadora. En estas dos circunstancias y en el hecho de que AMLO la repudió se nutren las habladurías, los chismes, las especies que, difundidas en las "benditas" redes sociales, han creado un clima de desconfianza y sobre todo molestia. Tanta que han llevado a que en su conferencia matinal del miércoles, el Presidente de la República haya expresado su malestar al decir: "Se creó un ambiente exprofeso por los conservadores de siempre, un ambiente mezquino constituido por neofascistas ridículos… por ello decidí actuar de manera prudente y no caer en ninguna provocación y esperar".

Por supuesto, el Presidente no puede decir lo que hubiera encajado en su forma de ver el mundo como candidato opositor, pero ya no lo es. Aventurarse con ese léxico y no presentarse a los funerales da lugar a que se den en racimo las suspicacias y se finquen todo tipo de hipótesis.

¿Cómo está eso de no caer en provocaciones? Debía ser justamente lo contrario, si no fue a su toma de posesión, que fue impedida de hacerlo en el Congreso por la inexplicable acción de huelga de Morena, lo indicado era presentarse en la ceremonia luctuosa para darle firmeza y majestad al acto. Eso le ganaría respeto y certeza de limpieza ante la desgracia.

Si los diputados de Morena eligen a un gobernador interino que sea de su partido, las especulaciones se convertirán en realidades y de lo que ahí resulte puede llegar a tener amplitud nacional. Ya no serán acciones de los neofascistas sino las de un pueblo enardecido. De aquí las expresiones reclamando justicia, lo cual es asumir que no hubo un accidente sino una maniobra encubierta.

Por ahí, en ese hilo de acontecimientos, es por donde permea la incredulidad que da lugar a la rencilla y el descrédito que al gobierno entrante no le hace nada bien. Preguntémonos por qué los organismos gubernamentales no han tomado el caso en sus manos y esto lo encargarán a sus colegas de Estados Unidos o Canadá.

La desconfianza es tal que, desde el primer minuto, las autoridades hablaron de agencias extranjeras y presumiblemente independientes quienes serán las encargadas de la investigación.

Este es el tamaño de la falta de credibilidad.

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