Apuntes Globales

Trump: elección fraudulenta para eternizarse

La vulnerabilidad del sistema electoral de Estados Unidos ante un presidente decidido a ganar por la buena o la mala, como aparentemente lo hará Trump, es enorme.

Por años Donald Trump lleva diciendo que las elecciones en Estados Unidos son fraudulentas. Y tiene meses que ha arremetido contra la elección del 3 de noviembre próximo. Sin embargo, su respuesta a la última pregunta del debate presidencial del martes pasado: ¿Reconocerá o no el triunfo de Biden?, prendió las alarmas. "En cuanto a las boletas electorales concierne, es un desastre… este será un fraude electoral como nunca se ha visto… es una elección amañada".

El diario The New York Times, en su edición de ayer jueves, tiene como nota principal de primera plana ocho citas de Trump insistiendo en que la elección será un fraude y que el sistema electoral de Estados Unidos es corrupto e incapaz de "determinar con precisión" los resultados.

El domingo pasado, el semanario The Atlantic publicó en línea el artículo "La elección que podría acabar con Estados Unidos" (The Election that Could Break America), señalando "adelantamos su publicación en nuestro sitio web por su urgencia".

El autor, Barton Gellman, compara la situación que vive actualmente el país con la que se experimentó los meses anteriores a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Todas las agencias de inteligencia sabían que algo importante pasaría, pero no lograron prevenirlo. De la misma manera, al aproximarse el 3 de noviembre, "sus pantallas están tintineando en rojo, junto con advertencias que el sistema político no sabe cómo absorber".

Gellman considera que, "en este año de pandemia y recesión y política catastrófica, las condiciones están dadas para que se consume una crisis constitucional que dejaría a la nación sin un resultado creíble… pues no se cuenta con un mecanismo de solución ante esta calamidad".

¿A qué le apuesta Trump?

La lectura que surge de sus constantes señalamientos –los votos por correo son fraudulentos; no hay manera de que la elección sea limpia– es que está preparando el terreno para no 'conceder' en caso de que los resultados no le favorezcan.

Todo el sistema electoral de Estados Unidos está basado en que el perdedor hace la primera llamada, anteriormente mandaba un telegrama, para conceder su derrota aceptando el triunfo del rival. Es entonces cuando, el que se alza con la victoria, lo hace con toda legitimidad.

La última crisis poselectoral se experimentó el martes 7 de noviembre de 2000. Al Gore, el candidato demócrata, hizo la llamada para conceder a George W. Bush, quien aceptó la victoria. Pero al saberse que los resultados de Florida no eran conclusivos, Gore retiró su concesión un día después y se fueron a recontar los votos a ese estado.

La Corte Suprema, en una decisión dividida de cinco contra cuatro votos, acabó con el recuento de los sufragios, pues señaló que no se lograría antes de fecha límite. Gore pudo haber no reconocido el laudo de la Corte Suprema y haber acudido al Congreso, es decir, al Colegio Electoral, que se reuniría sólo seis días después del laudo de la Corte.

Sin embargo, decidió conceder, y sólo un día después del laudo de la Corte, que fue el 12 de diciembre, señaló: "Yo acepto el resultado como final, el cual será ratificado el próximo lunes en el Colegio Electoral. Y hoy, por el bienestar de nuestra unidad y gente y el fortalecimiento de la democracia, ofrezco mi concesión".

Trump no es Gore

El actual inquilino de la Casa Blanca se siente envalentonado en lo que pudiera ser la disputa poselectoral. La Corte Suprema ya es conservadora y si el Senado, como se espera, ratifica el nombramiento de la juez conservadora Amy Coney Barrett antes de la elección, los conservadores tendrán seis votos y los liberales sólo tres. Es decir, en esa instancia el mandatario prevalecería.

Más aún, si se tuviera que decidir en el Colegio Electoral, es decir, en el Congreso, a cada estado le toca un voto, y los republicanos tienen mayoría con 26 votos.

La vulnerabilidad del sistema electoral de Estados Unidos ante un presidente decidido a ganar por la buena o la mala, como aparentemente lo hará Trump, es enorme. La profunda polarización política ha llevado a ambos partidos, en especial al republicano, a adoptar una posición cínica y siniestra –mientras detento el poder todo me es permitido.

La verdadera salida a la crisis está en manos del elector. Sólo si éste vota masivamente y le da un amplio margen al candidato demócrata, Joe Biden, la crisis poselectoral será sorteada.

COLUMNAS ANTERIORES

Frontera norte: anarquía migratoria
La decisión de Canadá de imponer visas a mexicanos es una sobrerreacción peligrosa

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.