Apuntes Globales

La pared invisible de Trump

Donald Trump ya edificó una pared invisible a través de una serie de medidas que están obstaculizando las peticiones de asilo de inmigrantes de todo el mundo, escribe Rafael Fernández de Castro.

Cerca de 20 mil migrantes que buscan asilo están varados en las ciudades fronterizas de México. Es un número muy superior a los 6 mil que esperaban cuando llegó la caravana de Honduras a Tijuana el pasado mes de octubre. Este es el dato que arroga la investigación que realizó El Centro Robert Strauss de la Universidad de Texas en Austin y el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego, a mi cargo.

Desde que llegó la caravana de Honduras, han seguido llegando migrantes con la consigna de pedir asilo, y lo novedoso es que son familias y niños. Un cambio relevante es que el destino preferido ha cambiado de Tijuana a Ciudad Juárez y otras ciudades colindantes con Texas.

Lo que estamos observando en la frontera entre México y Estados Unidos es que mientras Donald Trump pelea por los fondos para construir su "grande y hermosa pared", ya edificó una pared invisible a través de una serie de medidas que están obstaculizando las peticiones de asilo de inmigrantes de todo el mundo, pero principalmente del Triángulo del Norte Centroamericano.

Quienes llegan a la frontera México-Estados Unidos para solicitar asilo tienen dos opciones: saltarse la barda y entregarse a las autoridades, o bien presentarse en el puerto de entrada estadounidense después de esperar su turno en territorio mexicano.

Desde el verano pasado, justo después del episodio conocido como tolerancia cero, en que separaban a los niños de sus padres, la administración Trump se ha propuesto limitar el número de peticiones de asilo en todos los puertos de entrada a través de un proceso que denominan "Meterin," el cual puede traducirse como conteo. A través de esta medida, los funcionarios de migración estadounidenses informan a sus contrapartes mexicanos que los puertos de entrada y las instalaciones para asilo están a tope y se requiere que esperen su turno en México. Cada día hay un conteo y le dicen a la autoridad mexicana el número de solicitudes que procesarán. A la hora que se crean los cuellos de botella o las colas del lado mexicano, nuestras autoridades y los grupos sociales organizados han respondido creando listas de espera informales. La más conocida de estas modalidades es la libreta que se usa en Tijuana. En 2016, cuando llegaron millares de haitianos, ellos mismos se organizaron y compraron una libreta para ir llevando el orden en que llegaban y pasar al lado estadounidense para la primera entrevista. La libreta la siguen manejando los migrantes y cada noche la guarda el Grupo Beta, que es el la sección humanitaria del Instituto Nacional de Migración. En Piedras Negras la lista la administra la propia alcaldía y en Reynosa uno de los albergues para migrantes.

El Strauss Center y nuestro centro, bajo el liderazgo de Stephanie Leutert, Savitri Arvey y Ellie Ezzell, acaban de examinar los cambios en las listas de espera, los tiempos de espera así como cuánta gente es aceptada por día en 13 ciudades fronterizas. Los resultados arrojan que el tiempo de espera se ha incrementado de un mes hasta cinco o seis meses en algunos lugares.

Evidentemente es una estancia muy larga para realizarse en nuestras ciudades fronterizas. En su mayoría hay una alta delincuencia y criminalidad. Más aún, no hay suficientes lugares en los albergues de migrantes para hacer frente a 20 mil personas. El reporte estima que hay cerca de 4 mil camas en los albergues en esas ciudades. Ahora bien, habría que sumar el flujo diario de deportados mexicanos. Más aun, México está recibiendo a muchas familias centroamericanas que ya empezaron su proceso de asilo en Estados Unidos pero que a raíz de los Protocoles de Protección a Migrantes, la Cancillería mexicana consintió en aceptar.

Lo que es evidente para quienes vivimos en la frontera es que las condiciones de vida para los migrantes en ambos lados de la línea se están deteriorando. Muchos migrantes tienen que pagar cuartos de hoteles o de plano duermen en las calles, lo cual incrementa su vulnerabilidad.

Hace una semana justamente regresando de Tijuana a San Diego me encontré en la garita de El Chaparral con dos familias de guatemaltecos que estaban siendo regresados a México. Habían llegado hace 10 días. Se saltaron la barda. Se entregaron. Tuvieron su primera entrevista pero los regresaron a México y tendrían que esperar a ver a un juez migratorio en Estados Unidos por lo menos seis meses en territorio nacional. –"Ya nos vamos a nuestra tierra"—me dijo uno de los papás. "No tenemos ni para comer hoy".

La propuesta de AMLO es correcta. Al largo plazo hay que ir a la raíz del problema y acabar con la pobreza y violencia en el triángulo del Norte Centroamericano. En el corto plazo, en su sexenio y en los tiempos de Trump, se requieren respuestas que no dejen a migrantes a la buena de las ciudades fronterizas mexicanas.

A Trump abiertamente no le importa que el problema explote en California. Esta no es su base electoral. A AMLO sí debe importarle.

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