Apuntes Globales

La mata demócrata para el 2020

Pete Buttigieg, pragmático y con pasiones, será uno de los principales protagonistas de la democracia estadounidense en las próximas décadas.

Los demócratas están oliendo la vulnerabilidad de Trump en 2020. Este no solo no ha logrado expandir su base electoral del 41 por ciento, sino que incluso su popularidad se encuentra a la baja, 37 por ciento actualmente. De manera que docenas de precandidatos están evaluando sus posibilidades para capturar la nominación demócrata el año próximo.

Según la editorialista del Washington Post, Jennifer Rubin, la distinción tradicional entre los precandidatos dependiendo su ideología (de izquierda hasta el centro-derecha en el Partido Demócrata) no funciona esta vez. Por lo que propone una distinción entre quienes practican una política con pasión por ciertos temas y los prácticos y rudos y en ese sentido, políticos más tradicionales.

Kamala Harris, senadora de California, se encuentra entre los candidatos pasionales. Hija de un inmigrante jamaiquino e inmigrante india, es una abogada con una gran pasión por la justicia social. Fue fiscal general de la ciudad de San Francisco y después del estado de California. Lanzó hace dos semanas su candidatura blandiendo la bandera de un sistema universal de salud y créditos fiscales para la golpeada clase media. Es una especie de Barack Obama mujer. Buena oradora y llamativa, representa el futuro demográfico de un país en que las minorías raciales serán la mayoría de la población a raíz del 2045.

En el campo de las políticas pasionales también está la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, quien tiene una fijación con la corrupción del sistema político. Es considerada una experta, al estilo Bill Clinton, en los detalles de las políticas y programas públicos. Como política progresista, considera que es necesario reformar el sistema capitalista, no cambiarlo. Y al igual que varios otros aspirantes demócratas está impulsando una significativa alza de impuestos para los más ricos.

Julián Castro es el primer mexico-americano que lanza su candidatura para el 2020. Fue alcalde de San Antonio y parte del gabinete de Obama, secretario de vivienda y desarrollo urbano. Como precandidato se ha convertido en uno de los críticos más duros de las posiciones antinmigrantes y racistas del presidente Trump. Está haciendo gala de sus padres inmigrantes.

Entre los políticos pragmáticos y rudos está otra senadora, Kirsten Gillibrand, de Nueva York. Sus posiciones se han movido del centro del partido a la izquierda, proponiendo un sistema de salud universal y permiso pagado para atender a los hijos.

Un pragmático y rudo negociador, pero también con pasión por la clase trabajadora, es el senador de Ohio, Sherrod Brown. Envalentonado por una fácil tercera relección el año pasado, está probando las aguas y le favorece que la primera parada de la temporada primaria es Iowa, un estado donde su populismo económico resuena.

Más allá de políticos pasionales y pragmáticos, llama la atención que quienes encabezan la lista en cuanto a popularidad de los aspirantes, son los más veteranos: Joe Biden (76) y Bernie Sanders (77). Todos los conocen. Biden fue el vicepresidente de Obama por ocho años y senador por 36. Sanders fue la gran sorpresa en 2016, pues presentó una cerrada competencia a Hillary por la candidatura. Sus posiciones siguen resonando en la base demócrata –más impuestos a los ricos y mejores prestaciones para los trabajadores. Sin embargo, el consenso es que ambos son fuertes contendientes para la candidatura demócrata pero no para la Casa Blanca, pues ninguno lograría ganar un voto de la base republicana.

El más joven del pelotón es Pete Buttigieg (37), alcalde de una pequeña ciudad de clase trabajadora en Indiana, South Bend. Me explica Allert Brown, director de la Casa de la Universidad de California en México, que Buttigieg es uno de los primeros millenials (nacidos entre 1981 y 1997) que se lanza al ruedo de la contienda presidencial. Y justamente el 2020 es la elección en que los millenials constituirán la mayoría de electores, desplazando a los baby boomers quienes han acaparado las elecciones en las últimas dos décadas.

Buttigieg de 37 años es gay, estudió en Harvard y en Oxford. Sirvió en la Marina como voluntario en Afganistán. Como alcalde ha logrado darle la vuelta a la economía de South Bend, que es la clásica ciudad que declinó cuando las manufacturas empezaron a emigrar al sur y al extranjero. La empresa emblemática de South Bend era armadora de los automóviles Studebaker.

El joven de 37 años es un político que muestra una pasión por lograr lo que llama justicia transgeneracional. Es decir, conseguir que su generación no sea la primera que sea menos afortunada que la de sus padres.

No veo a Buttigieg llegando a la presidencia en 2020. Pero sí emergiendo como uno de los políticos en las antípodas de Trump. Me parece que este millenial, pragmático y con pasiones, será uno de los principales protagonistas de la democracia estadounidense en las próximas décadas.

COLUMNAS ANTERIORES

Frontera norte: anarquía migratoria
La decisión de Canadá de imponer visas a mexicanos es una sobrerreacción peligrosa

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.