Apuntes Globales

Primer año de AMLO y Biden: oportunidad desperdiciada

A final del primer año de gobernar juntos López Obrador y Joe Biden, apenas empieza a normalizarse la relación bilateral ¿Cómo se explica esa oportunidad perdida?

AMLO cumplió tres años de gobierno y el primero en la relación con Joseph Biden. No hay duda de que, en comparación con Donald Trump, el nuevo inquilino de la Casa Blanca representaba una relevante oportunidad de profundizar la cooperación entre ambos países. Sin embargo, a final del primer año de gobernar juntos, apenas empieza a normalizarse la relación bilateral; es decir, hay embajadores en ambas capitales, se reconvinieron mecanismos de trabajo importantes, como el Diálogo Económico de Alto Nivel y Líderes de América del Norte, y abundan las reuniones de alto nivel.

Pero la oportunidad de una gran transformación se esfumó. En 2022, soplarán vientos electorales en el vecino país y la orden del día será minimizar los temas de México, como la migración y los conflictos comerciales, de manera que el vecino del sur no incida negativamente en la elección.

¿Cómo se explica esa oportunidad perdida? ¿Quiénes son los responsables?

Joe Biden, a diferencia de Barack Obama (2009-2017) y en coincidencia con George W. Bush (2001-2009), llegó a la Casa Blanca buscando un mejor entendimiento con México. Tenía claro que el vecino del norte, Canadá, y nosotros, en el sur, somos esenciales para que Washington pueda concentrarse en la competencia estratégica más importante de lo que resta del siglo 21: China. Sus primeras reuniones de trabajo fueron con el primer ministro Justin Trudeau y pocos días después con México.

AMLO tardó en reconocer a Biden. Por una lectura personal difícil de explicar, AMLO se condujo en las primeras semanas como si estuviera partiendo el amigo de México, Trump, y llegando un mandatario intervencionista y altanero, Biden. Más aún, rompió una regla tácita de la clase política mexicana a raíz de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a principios de los años 90: no politizar la relación con Washington. El olfato político de AMLO le señaló que, siendo rudo con Estados Unidos, nacionalismo puro y duro, le redituaba políticamente, y cuando menos hasta la elección de medio término insistió en ser rijoso con Biden.

El gran lastre, sin embargo, en la relación bilateral durante este primer año ha sido la crisis en la frontera, causada por la llegada masiva de migrantes centroamericanos, mexicanos y de otras latitudes. La Patrulla Fronteriza da cuenta de 1.7 millones de aprehensiones en el año fiscal anterior, que va de octubre de 2020 a octubre de 2021.

Como me confió un diplomático estadounidense, cuando tienes un tema que acapara 50 por ciento de la energía de la diplomacia hacia México, literalmente te deja sin oxígeno para profundizar e innovar en otros temas.

La reutilización del programa Quédate en México evidencia que la administración Biden se ha endurecido en el tema migratorio. Este programa demostró ser muy disuasivo para los centroamericanos, pues resulta muy costoso y peligroso esperar su proceso de asilo en las ciudades mexicanas de la frontera. Por ejemplo, de los cerca de 70 mil centroamericanos que fueron retornados a México en 2019 a través del programa, más de la mitad se regresó por cuenta propia a sus países de origen. En conclusión, reinstalan para mandar la señal: no es momento de llegar a la frontera México-Estados Unidos y pedir asilo.

Lo destacable

Ahora bien, lo más destacable en la relación bilateral en este primer año ha sido la insistencia del equipo de Biden en normalizar la relación. Es decir, en vez de contestar a los desaires y en ocasiones hasta bravuconadas de AMLO, la diplomacia estadounidense se montó en su estrategia de “no dejemos que México se vaya por la libre, revivamos mecanismos de consulta y fomentemos reuniones de alto nivel”. Una especie de vamos a bailar con nuestras contrapartes mexicanas, quieran o no quieran. Y desde luego, insistiendo en todo momento, ayúdenos a filtrar migrantes en tránsito.

Si bien no seremos testigos de grandes transformaciones en los próximos tres años en que gobernarán juntos AMLO y Biden, la propia normalización de la relación bilateral puede lograr avances importantes y desactivar fricciones.

Urge trabajar en las incertidumbres del heredero del TLCAN, el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC) –reglas de origen, capítulo laboral y cláusula de caducidad–. Y, desde luego, a nivel regional y local hay una gran agenda a desarrollar. Habrá que apostar menos a Washington y más a la red consular.

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