La Fiesta Está Viva

Morante opina y atina

Morante de la Puebla reflexiona ante preguntas simples con respuestas geniales, no por estrafalarias, sino por estar llenas de profundidad y análisis de la vida.

El arte es la expresión humana que requiere como premisa fundamental la libertad. Sea ante el lienzo, el mármol, el papel, o ante un toro, el artista requiere de libertad de pensamiento y ejecución.

En estos tiempos de aislamiento en los que la sociedad comienza a desesperarse y vaticinar el futuro, los toreros dan muestra de su cotidiana introspección de artistas, donde quizá el tiempo no tiene el mismo valor o la misma función que en el resto de sus congéneres; para ellos el tiempo es reflexión, análisis, silencioso estudio y entrega total al toro, desde el conocimiento y comprensión de sus reacciones, hasta la mentalización absoluta de en el momento justo ser capaces de olvidarse y ofrendar su cuerpo al toreo en complicidad con la bravura de un toro.

El viernes primero de mayo, día del trabajo (que no se trabaja), y puente, aunque llevemos —en mi caso— encerrados seis semanas, ambas crueles curiosidades de nuestra sociedad, tuve la oportunidad de leer en la sección de cultura del abc.es una entrevista a un genio de nuestro tiempo: Morante de la Puebla, cuya genialidad no se limita a exponer en el ruedo la barroca acumulación del arte de torear dentro de su inmensa y atemporal tauromaquia.

El de la Puebla reflexiona ante preguntas simples con respuestas geniales, no por estrafalarias, sino por estar llenas de profundidad y análisis de la vida, de la sociedad y del mismo origen y motivo de existir de la Fiesta.

Al leerle entendí muchas cosas del camino que debemos tomar como sociedad amante de la tauromaquia. No podemos traicionar al tiempo, ni recuperarlo, ni es justo para el toro ni para su bravura intentar gestas desesperadas tratando de salvar una crisis que nos rebasa en todos sentidos.

El maestro confiesa y expresa genialidades como: "el arte volverá a hacernos libres. A su tiempo, cuando todo pase, cuando los abrazos pierdan el miedo".

A la pregunta respecto a si está de acuerdo en que se televisen corridas sin público, el sevillano comenta: "no estoy de acuerdo. El toreo es cultura, una fiesta donde el público forma parte fundamental del propio acontecimiento".

Acerca de la televisión como nexo entre la Fiesta y el público, Morante expone con gran claridad lo siguiente:

"Hay mucho qué hacer: reportajes de la naturaleza, los pájaros, el agua, la lluvia... o un tentadero, que es de las cosas más íntimas y apreciables que se pueden retransmitir, para que los aficionados conozcan cómo tienta cada ganadero, qué tipo de secretos utilizan, su estilo, la forma de embestir. Todo eso está ahí. Hay que sacar las cámaras al campo. Que no haya toros este año tampoco es el fin del mundo, que algunos hablan como si se fuera a acabar".

Sobre el futuro inmediato de la Fiesta:

"A ver qué pasa a partir de agosto. Si no hubiese este año, esperemos que sí haya el próximo. Es cuestión de saber sufrir, para empezar otra vez, a lo Unamuno: 'decíamos ayer...' me da mucho miedo que el mundo del toro caiga en un mundo de espectáculos deportivos y se trunque la relación con los pueblos. García-Trevijano decía que cuando los pueblos dejan de comunicarse, la cultura deja de existir. El público es imprescindible. Hay que saber esperar".

Remata su faena con una genialidad a la pregunta de si está "loco" por volver a torear: "no tengo ningunas ganas. Ningunas. Le mentiría si dijera lo contrario".

Hay mucha verdad y sabiduría. Hay temple como en su toreo, detiene el tiempo y nos invita a pensar profundamente sobre un futuro que depende de nosotros mismos. Los toreros viven en un confinamiento constante en ellos mismos y esas sensaciones y sentimientos les permiten expresar con libertad su alma ante un toro.

De este ejemplo aprendamos a vivir la vida con mayor libertad, dándole a cada cosa su justo peso sin monetizar absolutamente todo. No traicionemos la esencia del toro bravo comercializándolo al precio de carne, el toro sin tauromaquia no tiene justificación.

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