La vida es una lucha, a unos les toca más fácil que a otros, pero todos luchamos. Desde la niñez vamos encontrando nuestro sitio, en casa, en el colegio, con los amigos, y más adelante en la sociedad y en el trabajo.
Luchamos a diario en un mundo cambiante, que entre más parece evolucionar, más perdidos como humanidad estamos. Hay quien se iguala con una vaca o una perra, hay quien se entiende mejor con su mascota que con su vecino, o su exnovio, o su marido. Todos tenemos la oportunidad de expresarnos, las redes sociales han abierto a la sociedad esta posibilidad, lo cual ha hecho una revolución en la comunicación. Estamos expuestos a cientos de miles de mensajes idiotas, de conceptos lamentables por la pobreza de su contenido y falta de inteligencia.
Por otro lado, la gente inteligente y capaz utiliza también estas redes —muchas veces en menor cantidad— para guiarnos, para exponer ideas útiles que nos hacen albergar esperanzas de que a la humanidad no se la está cargando la tristeza por la misma imbecilidad de nosotros los humanos.
En las redes el inteligente brilla, pero el idiota resplandece. Así podemos seguir a gente realmente capaz que con pocas palabras da sentido a la compleja convivencia entre humanos, y también asombrarnos al leer a ciertos políticos, "influencers" —odio ese concepto— y a otros bichos que parece que lo único que buscan es darse a notar por expresar sinsentidos.
Esta es una de las luchas que nos ha tocado vivir: no caer en buscar el sentido de la vida en las redes. En este oscuro universo cibernético, las personas buscan ser quienes desean ser y no quienes realmente son: la menos agraciada quiere ser la más guapa, el popular quiere ser más popular aún, y la mayoría quiere mostrar una vida ideal.
Esta es quizá una de las razones por las que la tauromaquia toma mayor peso en la realidad de la lucha entre la vida y la muerte. A la vida le vencerá la muerte, eso lo debemos tener muy claro, así te sientas vaca, perra o cerda, como reza el popular video de una notable política mexicana; qué horror.
Todos vamos a morir, el gran reto en esta vida es cómo llegaremos a esa muerte anunciada. En el toreo pasa igual, el final lo sabemos, morirá el toro y puede morir el torero, el secreto es el cómo. La tauromaquia nos brinda herramientas y valores que nos ayudan a llevar esta vida —sin ser toreros—, de una forma más real. Descubrir nuestra vocación en la vida, toma años, prueba y error, incluso hay quienes deambulan por este mundo sin encontrarla nunca. Cuando decidimos qué hacer en la vida y cómo ganárnosla, existen valores que aplicados a cualquier profesión, oficio o pasatiempo resultan indispensables: la disciplina, la entrega, la humildad, el saber levantarse ante los fracasos —que son la mejor enseñanza que la vida nos ofrece—, así como perseguir nuestros sueños y objetivos con ilusión y entrega.
Todos estos valores viajan a diario con los toreros en la espuerta, son la prueba máxima del toreo, que los héroes que visten en seda y oro llevan con ellos cada tarde, cada tentadero y cada kilómetro de carretera. El miedo a no lograrlo y la muerte son sinodales, donde el toro es el mejor aliado; aunque pueda ser este maravilloso animal el juez definitivo que ayude a tomar la decisión de no continuar en el camino, su honradez en esta lucha nos hace valorarlo y amarlo.
El respeto dentro de toda esta ecuación es fundamental. Como sociedad debemos mantener el respeto como norma equilibrante, no me refiero a no insultar —que tampoco está bien—, me refiero a respetarnos no exponiendo ideas absurdas sobre una nueva forma de ser humanos. Animalizar al hombre y a la mujer es tan grave como humanizar a los animales.
El toreo nos brinda valores para llevar esta vida con gracia, luchando, aprendiendo de los errores y fracasos, para gozar de la gloria cuando la muerte nos alcance