La Fiesta Está Viva

El sol y la sombra

Antonio Ferrera, Diego Urdiales, Emilio de Justo y el peruano Joaquín Galdós, han tenido brillantes actuaciones durante este evento. De ellos nos habla Rafael Cué en este texto.

La Feria de Abril en Sevilla, que este año por razones del calendario religioso se ha realizado durante el mes de mayo, ha sido la reivindicación exacta y pletórica de la grandeza que da forma y fondo a la tauromaquia.

Los pilares del escalafón, los nombres que sostienen el peso de las grandes ferias, han tomado el albero maestrante como lienzo para dejar claras posturas, formas y conceptos. A diario hemos podido gozar de la defensa que las distintas Figuras del toreo han hecho de su sitio, su momento, su trayectoria y su futuro. Esto ha sido el "sol" de la feria, lo más brillante, y ha sido tan intenso, profundo y verdadero, que es inobjetable.

Desde luego que están aquellos "profesionales de la tinta o el pixel", que ponen "peros" al éxtasis emocional que brinda la perfecta imperfección del toreo, y que se denomina "Emoción", así, con mayúscula, mostrando estos una lamentable y evidente falta de sensibilidad, arte, y por ende, de conocimiento, quedando tristemente expuestos ante la opinión de quienes no necesitan opinar ni ser juzgados, los buenos aficionados y el público feriante, que lejos de ser algo negativo, desde mi punto de vista nos recuerdan el principal fin de la tauromaquia: la emoción por distintas vías, como la estética, la belleza, el peligro y el valor.

"El Juli", cuya raza torera está por demás intentar describir, ha llegado a Sevilla después del Domingo de Resurrección, a demostrar por qué ostenta el título de Figura del toreo. Su inagotable técnica y profundo conocimiento del comportamiento de la casa ganadera con la que se anunció, le permitió brindar ante los ojos del mundo una lección de su tauromaquia, ante dos toros de distintas condiciones. Pletórico, poderoso y fiel a su sentir. Ha toreado despacio, reunido y con profundidad al trazar muletazos de muleta muy baja, con media bamba peinando con suavidad el dorado albero sevillano, por debajo de los belfos de sus toros. Tres orejas, la primera cuestionada por haber pinchado, las dos de su segundo, rotundas. Sexta Puerta del Príncipe para el madrileño; ahí queda eso para los sabios que no saben.

Ese mismo día, Morante de la Puebla abrió el festejo con seis o siete lances a la verónica, cuya perfección, ritmo y belleza, merecen un texto aparte gracias a su mensaje, su valor histórico y rotundidad. Bien se pudo haber bajado el telón de la tarde después de que el sevillano hubiese dibujado el toreo de esa forma.

Al día siguiente, la nueva Figura del toreo, el peruano Andrés Roca Rey, sacudió las entrañas del señorial inmueble sevillano. Sobre ese albero han soñado los más grandes toreros de la historia. Gustar en Sevilla es gustar al toreo, es lograr el aval de aquellos que con su técnica, sangre y vida, han hecho de este arte el arte más grande del mundo.

Dos toros, su primero fue un sobrero agresivo, cuyo principal atributo fue demostrar que el toro es poder y que la falta de nobleza elevó el sentido de la lucha entre dos voluntades, que es el toreo; cuando no se logra el acoplamiento entre estas dos voluntades, el toreo es un enfrentamiento entre dos valientes: toro y torero. R

oca Rey es capaz de ponerse al "tú por tú" con el poder del toro, con el mismo valor y determinación para pelear cada uno con sus argumentos, el inmenso poder del toro y la determinación inteligente del torero. Su segundo toro fue un gran astado y el huracán peruano sacudió la Maestranza con su temple y ritmo para torear despacio, por bajo.

La emoción fue creciendo en cada muletazo hasta alcanzar la locura colectiva de los más de 12 mil asistentes rendidos al impulso emocional, descontrolado y libre que provoca el toreo. En el toreo lo que vale es la emoción —sea por la vía que sea—, cuando ésta rebasa al pensamiento, no hay "pero" que valga. Dos orejas con petición mayoritaria de rabo, que no se concede, castrando de esta forma la importancia de la obra y su trascendencia. El peruano ha conquistado Sevilla, por lo que ha conquistado el toreo.

Manzanares ha rayado a un nivel muy alto, sin lograr reventar ninguna de sus faenas, por las condiciones de sus toros, pero la elegancia y empaque del alicantino son un lujo para el toreo.

Antonio Ferrera, Diego Urdiales, Emilio de Justo y el peruano Joaquín Galdós, han tenido brillantes actuaciones en lo que ha sido hasta hoy una gran Feria de Sevilla.

El domingo 5 se ha escrito un capítulo dorado en la historia de la tauromaquia. La dinastía Hermoso de Mendoza tiene ya un digno continuador en Guillermo, que se hizo matador, de manos de su padre, el maestro Pablo, y Lea Vicens como testigo. Tiene la escuela, tiene la cuadra y entiende la responsabilidad; su mejor arma: su personalidad y expresión. El futuro ha quedado garantizado para este ilustre nombre.

La "sombra" no se ha dado en Sevilla, cayó en Puebla durante la reaparición de una torera a la que el toro le ha cobrado por adelantado, me refiero a Hilda Tenorio, que tras dura y tardada lesión en la rodilla, logró reaparecer vestida de luces. Su primero, al intentar darle un farol de rodillas pegada a tablas, la arrolló, propinándole tremendas fracturas en el rostro, de las cuales ya se recupera favorablemente. El toro y el medio estamos en deuda con ella.

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