La Fiesta Está Viva

Tarde inolvidable

El mundo de la tauromaquia tiene a partir del fin de semana pasado a un nuevo matador, celebra Rafael Cué en su columna.

Estamos de plácemes por contar con un nuevo matador de toros: Fauro Aloi, es doctor en tauromaquia desde el pasado sábado. La ceremonia tuvo lugar en la bella plaza de toros de Juriquilla. Bastión de buen gusto, arte y afición torera en el estado de Querétaro. Plaza que ha sido manejada de manera brillante por más de 30 años por la familia Torres Landa, al frente don Juan Arturo el popular “Pollo” ha hecho escuela, su hijo del mismo nombre y también sus nietos Juan Arturo y Diego, jóvenes comprometidos a no sólo mantener el prestigio de la plaza sino de acercarlo a su generación para garantizar y reforzar la afición queretana.

El sábado 2 de abril, bajo el cielo azul, con clima perfecto, gran ambiente y buen gusto como es costumbre, vivimos una tarde de las que hacen afición, donde todo salió bien, donde el toreo a caballo brilló con sus mejores armas: la elegancia, señorío, categoría y belleza. La bravura de un estupendo encierro de Boquilla del Carmen propiedad de don Manuel Sescosse, bien presentado, con las hechuras del encaste Llaguno cimiente de este hierro, fueron protagonistas que enaltecieron al toro bravo.

Cuatro grupos de forcados compitieron por la mejor pega, emocionando al público que hizo una gran entrada, llevándose el trofeo en juego los Forcados Queretanos.

Bajo los acordes de una entonada banda, la tarde estuvo llena de emociones y con muchos simbolismos que emanan de los valores que sostienen a la tauromaquia como una cultura que permanecerá dentro de la sociedad para beneficio de ésta.

La alternativa en el rejoneo, se otorga antes de la salida del primer toro. Al paso, con elegancia marcial, el matador Giovanni Aloi cruzó el ruedo, elegantemente vestido a la usanza portuguesa en gris y plata, solicitó venia al juez de plaza para otorgar el doctorado a Fauro, su hijo. Cabe mencionar que Giovanni regresó a los ruedos para este día, con 27 años de alternativa, el pozo y oficio para estar en el ruedo fueron toda la tarde un deleite.

Palabras sinceras, de torero a torero y de padre a hijo. Elegancia en la ceremonia, la actitud de Fauro siempre en torero, con la admiración al padre y al torero, momento histórico para el rejoneo en México. Emoción en los tendidos, la categoría de la sobriedad que tiene la verdad del toreo.

Con la solemnidad y alegría del momento, al paso, cruzaron el ruedo primero el testigo Jorge Hernández Gárate y a continuación el maestro portugués João Ribeiro Telles, respetando siempre la antigüedad de alternativa, para dedicar unas palabras al joven matador y darle la bienvenida al escalafón mayor.

Brindó Fauro a sus hermanos, dos en el callejón ayudándole con los rejones y sus dos guapas hermanas desde una barrera. Palabras del corazón, de buena cuna y mejores sentimientos. Más de una lágrima se escapó en los tendidos.

Salió el primero, un serio toro cárdeno con el que Fauro estuvo cumbre. Haciendo el toreo clásico, sin alardes populistas, con verdad y buena monta. Colocando al toro con el caballo, templando y siempre clavando al estribo. Faena limpia, de mucho ajuste y medida en los tiempos. Certero con el rejón final, dos orejas como premio a su primer toro como matador y al inicio de una carrera prometedora e ilusionante.

Giovanni realizó una faena de torero maduro, cuajado, pese a estar años ya en el retiro, su preparación para este día fue intensa, símbolo de profesionalismo y respeto a la profesión, por lo que la lidia resultó emotiva, bien estructurada bajo el rigor de la ortodoxia, la buena monta y la raza de torero. Una oreja ganada a ley.

Jorge Hernández Gárate se llevó un toro un poco más violento, sin embargo, el potosino hizo gala de su oficio, entrega y cuadra para lograr una gran faena, llena de emoción y verdad para cortar dos orejas.

Formidable fue la presentación en Juriquilla del cabaleiro portugués de dinastía, João Ribeiro Telles. De inmediato se percibe el nivel ecuestre y torero del maestro. La manera de llenar la escena, de no haber tiempos muertos durante la lidia y, sobre todo, una conexión espectacular con los tendidos con base en la verdad de su toreo, su dominio absoluto de la alta escuela y el manejo de terrenos y querencias como torero. Oreja de peso.

El quinto lo torearon por colleras los Aloi, desgraciadamente tras una faena emotiva marraron con el rejón final y quedó en una cariñosa vuelta al ruedo.

El cierre con el sexto fue la cereza del pastel. Un toro de vuelta al ruedo que en colleras Hernández y Telles cuajaron de principio a fin, en coreográfica lidia de alto nivel de rejoneo armaron como se dice en el argot “un taco” y la gente salió eufórica de una gran tarde de rejoneo.

Ligazón en la alternancia en distintas suertes, preparación de alta escuela, ortodoxia en la ejecución y verdad en el toreo. La locura en la plaza, rejonazo final, las orejas y el rabo para los toreros y para la tarde misma que fue una corrida que nunca olvidaremos.

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