Pedro Salazar

080320

El Día Internacional de la Mujer 2020 será histórico. Habrá un antes y un después que trazará una división entre un México en el que las mujeres serán protagonistas de su tiempo histórico y los verdaderos conservadores.

Ningún año es igual al anterior y tampoco prefigura cómo será el siguiente. Cada evento en cada coyuntura tiene rostro propio. Desde hace un cuarto de siglo se conmemora el Día Internacional de la Mujer y, en cada ocasión, el aniversario ha tenido tintes particulares. A pesar de esa obviedad –que vale prácticamente para cualquier efeméride– tengo la convicción de que, en esta ocasión, el día será memorable. Estamos viviendo tiempos de cambio insospechados. Van mis razones:

Primero. El horror tiene orígenes inciertos pero, al menos a partir los acontecimientos de Ciudad Juárez desde 1993, el feminicidio se ha convertido en un símbolo de la violencia en contra de las mujeres. Pero nunca como ahora existe una conciencia social amplia y documentada de lo que implica. Decir que en nuestro país las mujeres viven en un estado de riesgo permanente no es exagerado. En algunos municipios –como, por ejemplo, en Ecatepec– el peligro que acecha a las mujeres tiene los niveles más altos de toda la región latinoamericana. La realidad no ha cambiado –de ahí el reclamo justo y legítimo de los colectivos de mujeres– pero sí, poco a poco, ha mutado la narrativa colectiva sobre el tema. Hoy sabemos la gravedad de lo que sucede y muchas voces reconocen la magnitud del problema.

Segundo. Las mujeres han irrumpido en el espacio público con una contundencia incontestable. Marchas, manifestaciones artísticas, performances, debates públicos, tendencias en redes sociales, pañuelazos, toma de instalaciones, paros, huelgas, etc., son el signo de los tiempos. Se trata de actividades organizadas, fomentadas, lideradas, imaginadas y ejecutadas por mujeres. Se ven, se hacen escuchar, reclaman y se apropian de un espacio que es de ellas y del que fueron –por décadas– relegadas. Llegaron para quedarse y solo se irán si quieren irse. Y después volverán, cuando quieran hacerlo. ¿Por qué no?

Tercero. Su "justa rabia" –que es expresión precisa de un sentimiento anclado en hechos inaceptables– interpela al Estado y a sus autoridades pero también busca incomodar y cimbrar a la sociedad en su conjunto. De ahí su potencial revolucionario. Quieren cambiar eso que llaman patriarcado –"se va a caer, se va a caer..."– y que es, ni más ni menos, el diseño estructural de la sociedad en la que se ha desenvuelto nuestra vida colectiva durante generaciones centenarias. El desafío no es nuevo pero la voluntad de cambio no tiene precedentes. Además –sino me equivoco– han logrado llamar la atención de actores insospechados. Aunque muchos poderes tradicionales –pienso en las iglesias, por ejemplo– permanecen ajenos al reclamo, otras instituciones como empresas, medios de comunicación, universidades, Judicatura, etc., comienzan a escuchar y dicen querer cambiar. Veo lo que veo y recuerdo aquel aleteo de la mariposa de la otrora popular teoría del caos. Pero hoy los aleteos son muchos y muy poderosos.

Cuarto. El tema rebasó a los expertos en comunicación política del gobierno. Las reacciones del presidente ante las preguntas de los reporteros, los mensajes en redes de una secretaria de Estado, el juego con la supuesta rifa del avión presidencial como rechazo simbólico a los reclamos feministas, la distorsión política con la que se ha interpretado el "día sin nosotras", el valor de una puerta de Palacio ante el sufrimiento por una niña asesinada, etc., van aislando al gobierno de su sociedad. En política como en pocas actividades humanas es tan cierto aquello de que "todo lo sólido se desvanece en el aire". Berman dixit, Marx.

Es imposible saber qué sucederá el próximo domingo 8 de marzo y después cómo se desarrollará el día sin ellas. Todavía pueden suceder cosas que alteren el escenario. Pero el Día Internacional de la Mujer 2020 será histórico. Habrá un antes y un después que trazará una división más –de esas que lamentablemente han venido separando y polarizando a la sociedad mexicana– entre un México en el que las mujeres serán protagonistas de su tiempo histórico en igual de condiciones que los hombres y otro –por desgracia, también poderoso y numeroso– en el que se ubicarán las y los verdaderos conservadores.

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