Plaza Viva

Correr con alguien más

En México se estima que 15 por ciento de la población vive con depresión. Si crees que este podría ser tu caso, no tengas miedo de pedir ayuda.

"Solo corro. Corro en el vacío.

O tal vez debería ponerlo de otra

manera: corro para adquirir un vacío."

Murakami

Hace siete años tuve un accidente que dejó en mí huesos rotos y astillados, una operación en el torso y una depresión en todo el cuerpo.

Al principio no sabía muy bien qué me sucedía. Pasaba horas esperando a que se acabara el día, sin muchas ganas de salir o de hablar. Dormía pero no descansaba, era como si hubiera una membrana delgada entre la vida y yo. Estar presente era muy complicado y planificar el futuro imposible.

Me tardé tiempo, pero después de varias semanas caí en cuenta de lo que me pasaba. Busqué ayuda y la encontré. Siempre estaré agradecido con las personas, circunstancias y azares que me auxiliaron, pero estoy consciente que muchas personas no corren con la misma suerte. Por eso creo importante escribir estas líneas.

Entre las muchas actividades que me ayudaron a sobrellevar la depresión, y eventualmente a sentirme bien, estuvo una que nunca me imaginé realizar.

Jamás me había concebido como un deportista. Pasé por todas las disciplinas posibles y casi ninguna atrapó mi atención. Pasé por canchas, albercas y deportivos sin sentirme plenamente identificado. Hacia los diecisiete años decidí que lo mío no era el ejercicio y así lo creí, por varios años, hasta que alguien me dijo que correr podría ayudarme a tratar mi depresión.

Ese martes me puse los únicos tenis que tenía para realizar actividades físicas, me fui a un parque cerca de mi casa y empecé a correr. No habían pasado tres minutos y mis pulmones se asomaban por mi garganta. Así que alterné la caminata rápida con trotes ligeros por tres, cinco y eventualmente hasta diez minutos.

Al principio cualquier pretexto era bueno para no ir al parque a dar mis vueltas de ejercicio: mucho frío, contaminación, sol penetrante o cansancio por las tareas. Pero sabía que quería hacer todo lo posible para salir adelante y que, además de ir a terapia con profesionales, dormir suficiente y rodearme de las personas que me querían, realizar una actividad física podría ser de mucha ayuda. Así que no dejé de correr a pesar de mí mismo; a pesar de no ser un deportista, no me detuve. Me puse una meta: correr la carrera de cinco kilómetros de mi universidad.

En este momento me empecé a animar a correr en sitios que no fueran el parque y otros días que no fueran el martes. Primer gran acierto. Comencé a conocer la ciudad por las sensaciones de recorrerla: en ese baldío huele a maleza cortada, en esa banqueta me doblé el tobillo por las grietas, en esa puerta hay un perrote que ladra como desquiciado, cuando hay sol esas copas de los árboles son un refugio y al pasar por esa avenida se siente peligro y vulnerabilidad.

Mi segundo acierto fue encontrar a más personas que me acompañaran. No me uní a un equipo, sino opté por algo más informal: contando las maravillas de las endorfinas del ejercicio animé a mi pareja a unirse a los entrenamientos. Fue una gran idea, el reto de acompañarnos volvió mucho más divertido el camino. A veces corríamos quince minutos, a veces treinta; a veces yo solo, a veces con ella, hasta que un día logramos correr cinco kilómetros sin parar. Estábamos preparados después de varios meses, de tantas mañanas de levantarnos contra el frío, de tantas ocasiones que mi voz interior decía: "Tú no puedes, para ya" .

El domingo de la carrera llegó y los dos volamos por la ruta designada. Como nunca antes sentí que la depresión cedía, y que lograba una meta personal sin valor para nadie más que para mí.

Volví a ser yo, empecé a descansar, leer y relacionarme como antes y la membrana que me separaba de la vida real se esfumó poco a poco. El proceso no solo me permitió adoptar el hábito de hacer ejercicio sino aprendí lo importante que es pedir ayuda.

Estoy seguro que no todos los cuerpos están preparados para activarse como lo hizo el mío. Puede ser que las rodillas no den, que el tiempo o incluso la ciudad no lo permitan. Hay muchas actividades diferentes para mantener una vida activa que pueden adaptarse a diferentes estilos de vida, pero sumadas a ellas, y lo más importante de este relato aunque parezca extraño, es también acercarnos a otras personas para acompañarnos en los momentos duros de la vida.

En el mundo cerca de 800 mil personas se suicidan al año y en México se estima que 15 por ciento de la población vive con depresión. Si crees que este podría ser tu caso, no tengas miedo de pedir ayuda.

Es cierto, aún existe un reto para construir las instituciones públicas de salud mental que necesita este país y aún hace falta mucho para transitar a ser una sociedad que promueva y prevenga los padecimientos de salud, pero es momento de dar un paso y empezar a hablar de estos tópicos para dejar a un lado los estigmas y los prejuicios.

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