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Aguerridas

Patricia Martin escribe de cómo varias mujeres han decidido lanzarse a montar galerías de arte por sí solas, sin la compañía de sus maridos.

Como cada año, en verano hay una pausa en la programación de museos, galerías, ferias, bienales y otros espacios de la escena del arte en México y el mundo, así que aprovecho este impasse para elaborar una reflexión sobre algunos espacios emergentes como Breve, Galería Agustina Ferreyra, Galería Karen Huber y AGUIRREE. Estos espacios están dirigidos por mujeres jóvenes, que han sido capaces de armar programas que aportan nueva perspectiva al panorama nacional.

Si bien el mercado ha crecido y madurado, el coleccionismo nacional sigue siendo poco serio o mal informado: un coleccionismo 'fácil' que adquiere obra siguiendo tendencias establecidas por subastas, revistas, otros coleccionistas, o por el valor estético de una pieza –sin indagar más allá de la superficie–, que se conforma con un mero juicio de gusto. Este coleccionismo generalmente aspira a cierto estatus o sentido de pertenencia, no explora, no se asoma a nuevos espacios, no apuesta por artistas jóvenes emergentes mexicanos, menos mexicanas.

Irónicamente, estos espacios serían el lugar más rentable para quienes buscan en el coleccionismo un retorno financiero.

Un espacio nuevo e independiente requiere de un trabajo de dimensiones colosales. Si hubiera un coleccionismo más comprometido, más indagador, más audaz, pensar en abrir una galería sería una consecuencia natural. Sin embargo, hoy se necesita algo de ingenuidad, mucha fe y optimismo para lanzarse a tal aventura. Galería Agustina Ferreyra, Breve, Galería Karen Huber y AGUIRREE, responden a una vocación por lo genuino e innovador, se dan a la compleja y titánica tarea de vincular el trabajo de sus artistas con diferentes audiencias, de introducirlo, promoverlo y situarlo; es así que inciden en la transformación social.

El mercado se ha polarizado entre galerías que parecen más corporaciones trasnacionales todopoderosas, con sedes en los centros financieros del planeta, y otra gran mayoría que luchan por sobrevivir y mantener a sus artistas.

No se necesita ser muy feminista para intuir que montar una galería como mujer sola no es algo común, o que estas mujeres a diferencia de otras han decidido lanzarse, independientes y autónomas, a trabajar con sus artistas de tú a tú, de la mano, y no bajo su velada dirección o acompañadas de sus maridos.

En una reciente entrevista con Frieze, las reconocidas galeristas alemanas Monika Sprüth y Philomene Maegers , afirman: "[…] la gente en el arte, incluidas mujeres coleccionistas, confían más en los hombres de poder. Es un problema estructural real. No hemos llegado al punto en que se confíe en las competencias y las habilidades de las mujeres."

El futuro de estos nuevos espacios capitalinos está fincado en el talento de sus directoras y los artistas que decidan representar. Ojalá que el mercado y las instituciones sean capaces de evolucionar a la par de los esfuerzos de estas intrépidas mujeres.

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