Uso de Razón

¿Qué le deben a Maduro?

Los voceros oficiosos del gobierno de la 4T siembran la mentira de que el conflicto en Venezuela es una lucha entre Trump y Bolsonaro contra Maduro.

Chávez y Maduro avasallaron en Venezuela. Conformaron un Poder Judicial a su medida. Un Ejército a su servicio. Un órgano electoral bajo su control. Y cuando la oposición ganó el Congreso en elecciones vigiladas, al tiempo ese gobierno lo declaró disuelto.

¿Eso es lo que quiere hacer Morena en México?

¿Apoderarse de las instituciones que dan soporte a nuestra democracia, que permiten equilibrio de poderes, disentir, oponerse, expresarse libremente y ganar elecciones aun contra el partido del gobierno?

¿Por eso el apoyo a la dictadura y la interpretación facciosa del artículo 89 de nuestra Constitución, para respaldarla?

¿Así van a hacer con México?

Planteo lo anterior como interrogantes, porque no existen razones para apoyar a una dictadura que se cae.

Salvo que el grupo gobernante en nuestro país le deba favores inconfesables a Nicolás Maduro.

Los voceros oficiosos del gobierno de la 4T siembran la mentira de que el conflicto en Venezuela es una lucha entre Trump y Bolsonaro contra Maduro.

Eso le permite al gobierno ponerse del lado de dictador.

El hecho es que México es de los pocos países del continente que sigue reconociendo al dictador y evita su aislamiento completo.

Desde luego es incómodo coincidir con Trump, pero también en ese lado están Trudeau, de Canadá; Duque, de Colombia; Piñera, de Chile; Vizcarra, de Perú; Macri, de Argentina y otros más de naciones democráticas y liberales.

Pero más incómodo es estar en la fila que componen Cuba, Nicaragua, Bolivia, Siria, Irán, China, Rusia y Turquía.

Nos formamos en un lugar que no merecemos. Eso marca por décadas.

Maduro está a punto caer, en virtud de la autodeterminación del pueblo venezolano y de las elecciones democráticas e internacionalmente vigiladas que ganó la oposición para ser mayoría en el Congreso (Asamblea Nacional, con facultades constitucionales para nombrar presidente provisional).

Y ahora que el dictador se tambalea y en su país sólo la cúpula militar lo sostiene, México le lanza un tanque de oxígeno para darle vida artificial a esa dictadura.

"Diálogo", dice el canciller Ebrard, y Maduro de inmediato le toma la palabra.

El dictador sólo usa a México para ganar tiempo.

Ya hubo diálogos. Muchas veces. En el más reciente, nuestra cancillería, junto con las de otros países, fue mediadora, apenas el año pasado.

Maduro les tomó el pelo. Dijo a todo que sí y cuando se iba a concretar la fecha de elecciones, madrugó. Las lanzó anticipadas, se reeligió, sin el concurso de la oposición. No fueron ni libres ni democráticas.

Y ahora que el dictador va a caer, para dar paso a elecciones democráticas y a la restitución de las libertades en Venezuela, sale nuestra cancillería con una propuesta de diálogo que es un salvavidas para Maduro.

Desde luego tendrá que haber diálogo, y así lo planteó el presidente Guaidó.

Sin embargo ese diálogo parte de la base de que Maduro se vaya del poder y organizar elecciones libres. No hay atajos.

También podría darse una amnistía para Maduro y evitar enfrentamientos (así lo planteó el mandatario provisional de Venezuela).

Pero lo que hizo el gobierno de México fue algo muy distinto: sostener su reconocimiento al dictador.

Los funcionarios de nuestro gobierno, para salvar un poco la cara, dicen que están del lado de la Unión Europea que propone diálogo.

Sí, diálogo, pero la Unión Europea llama a algo que el gobierno de México omite: "elecciones libres". Y le pone plazos.

Estamos en la peor compañía, y los gobernantes de México lo saben. ¿Por qué?

Diego Arria, ex embajador de Venezuela ante la ONU, le dijo a Víctor Piz, de El Financiero, la semana pasada:

"México viola la Carta Democrática Interamericana al no pronunciarse sobre las gravísimas violaciones a los derechos humanos en Venezuela, que conocen muy bien".

Cuidado. Que el destino, la prudencia de nuestros gobernantes –los hay sensatos y conocedores del mundo–, y los sectores activos del país, no permitan que como vemos a Venezuela ahora nos veamos nosotros al cabo de algunos años.

COLUMNAS ANTERIORES

Afores, un problema de confianza
Migración, el flanco vulnerable de Biden ante Trump

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.