Uso de Razón

Policía política en la capital

Desde las épocas de Arturo Durazo no habíamos tenido en la capital del país a un secretario de Seguridad Pública que amenazara de manera tan descarada a un periodista crítico.

Son muy malos para perseguir o inhibir a la delincuencia, pero les sobra voluntad para amedrentar a periodistas y acosar opositores.

El fin de semana ocurrieron dos hechos inaceptables que deberían encender las luces de alerta en todos los ciudadanos que creen en la libertad de prensa y en la democracia como régimen político.

Lo sucedido hace ver un gen represor de la jefa de Gobierno hacia quienes piensan diferente a ella.

Claudia Sheinbaum tiene un buen equipo de trabajo, pero en el flanco policiaco se manifiesta una peligrosa vena totalitaria que no se puede ocultar: se amenaza y amedrenta a quienes ejercen sus derechos democráticos, como investigar, criticar y escribir.

Y también se utilizó la fuerza represora contra quienes forman un partido político antagónico al suyo.

Eso que en cualquier lugar del mundo libre es práctica cotidiana, aquí en la Ciudad de México se le persigue con la policía y no hay consecuencias por la represión ejercida.

La medianoche del sábado, el secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, Jesús Orta, le mandó un mensaje escrito al periodista Carlos Jiménez que no puede tomarse como algo normal: "Sigue pasándote de lanza conmigo. No es juego".

La amenaza fue a través de la cuenta oficial en Twitter del secretario de Seguridad Pública de la capital del país, a través de un mensaje directo (MD) y no pasó absolutamente nada.

Como muchos en el medio periodístico saben, Carlos Jiménez es uno de los mejores reporteros de asuntos policiacos que ha habido en la Ciudad de México desde hace muchos años. Inició en Crónica cuando apenas era mayor de edad, luego emigró a La Razón y hoy trabaja para el diario ContraRéplica.

La noche del sábado, a las 22:53, recibió el mensaje de amenaza del jefe de la Policía capitalina.

Media hora más tarde, el periodista le respondió por esa misma vía al jefe policiaco con una pregunta: "¿Por qué dice eso secretario? No entiendo su mensaje".

Jesús Orta contestó hasta la mañana del domingo, a las 7:08: "Fue una confusión, una disculpa".

Desde las épocas de Arturo Durazo no habíamos tenido en la capital del país a un secretario de Seguridad Pública que amenazara de manera tan descarada a un periodista crítico, como es el tenaz e informado Carlos Jiménez.

Para sorpresa nuestra, la jefa de Gobierno no removió al jefe de su Policía luego de una violación flagrante a la libertad de expresión y al ejercicio de la práctica periodística.

¿Cómo que "sigue pasándote de lanza conmigo. No es juego"?

Ese lenguaje es de la mafia, del hampa, del crimen organizado.

Y aquí en la capital del país lo emplea la autoridad para amedrentar al periodismo incómodo.

El asunto es grave, porque después de hecha pública la amenaza no hubo consecuencias.

Cualquier jefe policiaco, en cualquier país del mundo libre, sería cesado de inmediato después de haberse comprobado que cometió un atropello así. Pues aquí no pasa nada.

Lo ocurrido, sin consecuencias para el agresor, nos demuestra que en el Gobierno de la Ciudad de México no creen en las libertades.

Al día siguiente de la amenaza del titular de Seguridad Pública capitalina al periodista Carlos Jiménez, los policías de la doctora Sheinbaum detuvieron a los ciudadanos Rodrigo Estrop y Miguel Mondragón.

¿El motivo? Invitaban en la calle a afiliarse al partido México Libre, que impulsa el expresidente Felipe Calderón.

No cometían ningún delito, porque en México aún no está penado formar un partido distinto o antagónico al que está en el poder.

¿En qué cabeza cabe arrestar a dos ciudadanos que afilian gente a un partido opositor?

Cabe en la mente de los totalitarios. Cuidado con eso, no es un asunto menor.

Sheinbaum aceptó que se trataba de una barbaridad, pero el hecho queda. Y queda impune.

Felipe Calderón, como cualquier persona, está en libertad de disentir del actual gobierno y formar un partido político, o una banda de música o un círculo de lectura, si le place.

Eso no lo entienden los totalitarios: marcaje personal y acoso policiaco a los críticos, manga ancha para la delincuencia.

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