Uso de Razón

Campos de exterminio de Tlajomulco

En el fraccionamiento Chulavista hay un campo de futbol. Ahí se encontraron 598 cadáveres enterrados. Luego se hizo un deportivo como una donación del equipo Chivas.

TLAJOMULCO DE ZÚÑIGA, Jalisco.- Para llegar a la zona ruda de este municipio ubicado al sur de Guadalajara, en dirección a Colima, hay que cruzar por amplios terrenos baldíos, campos abandonados, cementerios de coches que se achicharran bajo el Sol del mediodía, casas sin puertas ni ventanas donde ya no vive nadie, edificios de interés social seminuevos, de tres pisos, que no fueron habitados jamás.

Llegamos al fraccionamiento Chulavista Etapa 10, donde hay un campo de futbol y juegos recreativos que están vacíos. O casi. Aquí se encontraron 598 cadáveres enterrados. Luego se hizo este deportivo como una donación del equipo Chivas de Guadalajara.

De terracería son muchas de las calles, y donde hay banquetas, que son de una sola placa de cemento, es lugar adecuado para ocultar cuerpos. Aunque también hay en las cocheras, en los patios, en los espacios sin fincar y en casas vacías, en las que se percibe el deterioro del abandono y el olor de la muerte.

Junto a una casa abandonada, en la esquina de Silao y San Felipe, Carmen Vázquez, del colectivo Tlajomulco en Acción, me cuenta que por ahí pasó un perro que llevaba una mano humana en el hocico. “Le quité el pedazo y seguí el camino del animalito hasta llegar aquí. De aquí salieron como 15 cadáveres, pero todavía hay cuerpos abajo”.

La gente de Tlajomulco que ve cosas extrañas le habla al teléfono del colectivo. “Carmen, tiraron unas bolsas negras que huelen mal… Anoche vinieron en unas camionetas y estuvieron escarbando, metieron varios bultos…”.

Con miedo a denunciar, porque un error les puede costar la vida, los que ven esos indicios de cuerpos enterrados ponen ahí algún distintivo para orientar a los buscadores: un par de ramas cruzadas, un trapo blanco, el cascarón de una tele vieja.

En el patio de la casa donde estoy, a la que el colectivo llegó por el perro que traía una mano humana, Armando Villanueva entierra una varilla en un promontorio de tierra: “Ves, aquí está hueco. Aquí escarbaron”. Huele la punta de la varilla y dice que no, que no se percibe nada anormal. Va un poco más allá.

Armando entró al colectivo porque, me cuenta, busca a su tío de 75 años que desapareció en el parque. “Era jubilado y se iba a pasar el día en los juegos del parque. Un día ya no regresó”.

Camino para conversar con dos personas que nos observan tras las rejas de la puerta de entrada a su casa.

-¿No les da miedo vivir aquí? –les pregunto.

-¿Usted cree que no? –contesta con seriedad.

-¿Pero qué hace uno? –interviene el otro con enojada resignación.

“Los mototaxis son los que mueven esto, hacen y deshacen. En la noche no se puede salir porque uno no sabe en qué momento te van a levantar. Deberían poner retenes a los mototaxis”, dice.

El otro agrega que “esto no tiene para cuándo arreglarse. Lejos de verse el fin, parece que va creciendo todo”.

Carmen explica que los que entierran a víctimas, para confundirnos, les ponen encima un animal muerto. “Entonces cuando escarbamos aparece un pollo, un gato muerto o el esqueleto de un perro. Ya nos dimos cuenta, por lo que hay que levantar más tierra y casi seguro hay cadáveres de personas”.

-¿Qué hacen cuando hay restos humanos?

-Hay todo un protocolo. Se habla al 911, vienen, procesan la fosa, retiran los cuerpos, limpian la zona. Pero nosotros los colectivos hacemos todo el trabajo. Por eso nos quieren joder”.

-¿Joder?

-Sí. El 10 de julio (2023) me reportaron una fosa. Fui. Se me hizo raro y me regresé. Al día siguiente me volvieron a hablar los dizque familiares de una desaparecida, a las dos de la tarde. Me dijeron que unos perros estaban comiendo carne humana. Voy, les dije. ¿Pero sí vienes tú?, insistieron y se me hizo raro. ¿Para qué quería conocerme si estaba su hijo ahí? De la Fiscalía (del estado) me dijeron ‘no vayas, vamos nosotros’. Estallaron ocho minas de un kilo cada una. Murieron tres elementos de la Fiscalía, un policía municipal de aquí de Tlajomulco y un par de civiles”.

Así es la búsqueda de desaparecidos en Jalisco. Hay más de 17 mil personas en esa situación en el estado. Aunque “con el nuevo registro dicen que hay 14 mil. Cuatro mil volvieron a desaparecer”.

Son los estragos macabros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y sus múltiples alianzas por barrios y municipios. Una maquinaria inhumana de sumar delincuentes comunes a su organización y luego, si es necesario, exterminarlos. De eso tratará la columna de mañana.

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