Trópicos

La Virgen virtual y las Chivas del Guadalajara

El cierre de la Basílica de Guadalupe era una de las decisiones que más angustia generaba; no fue fácil de adoptar, ya que contradice a la misma fe.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

El acertado cierre de la Basílica de Guadalupe, los próximos 10, 11, 12 y 13 de diciembre, era una de las decisiones que más angustia generaba, ya que, de haberla mantenido abierta, hubiera sido inevitable la propagación del virus ante el masivo arribo de feligreses. En 2019, la visitaron 11 millones de personas durante, apenas, esos días.

Como a la Virgen de Guadalupe no se le puede poner cubrebocas, como ejemplo de que hay que usarlo, y por el simple hecho de que salva vidas, tampoco se podía obligar a los millones de creyentes a colocárselo correctamente, ya que sigue sin ser una prioridad para las autoridades de salud del gobierno federal. Por ello, entre otras cosas, fue oportuno no abrir el templo que se encuentra en el Cerro del Tepeyac, por primera vez en su historia.

Bien por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, de forzar esta medida en este mes del año, ya que se pronostica aumentará el número de contagios: por la temporada invernal, que produce otras enfermedades respiratorias, pero que también obliga, por los fríos, a permanecer en espacios cerrados y poco ventilados. Dos factores que agudizan los efectos de la pandemia.

Seguramente, esta decisión no fue fácil de adoptar, ya que contradice a la misma fe; no obstante, la ciencia es, ante esta realidad que padecemos, impositiva. No hay religión ni escapularios que frenen los contagios, ni mucho menos que sanen a los enfermos. Por ello es plausible que la mandataria capitalina, connotada científica, ponga el ejemplo con acciones estratégicas y mensajes claros.

Quienes vivimos en la Ciudad de México, y más quienes conocemos la alcaldía Gustavo A. Madero, donde se ubica la Basílica, entendemos el significado de los festejos guadalupanos un 12 de diciembre: entre la fe, corren ríos de personas que durante más de 24 horas, sin freno y concentrados exclusivamente en su devoción, tienen como objetivo dar gracias, rezar o suplicar, frente a la imagen de la Virgen morena.

Son peregrinos que vienen de todos los rincones del país, que llegan, hincados, caminando, en bicicleta o en cualquier tipo de camión: desde autobuses hasta vehículos de redilas. Son familias enteras que acampan en la calle, en parques, o quienes tienen la posibilidad económica, duermen en las docenas de hoteles que se encuentran sobre calzada de los Misterios y calzada de Guadalupe. Mientras tanto, comen lo que está a su alcance.

No es un paseo, es una necesidad de fe. Por eso, la propia naturaleza del día, rebasa cualquier recomendación social o explicación que valga y explique que el virus podría darse un festín entre los asistentes, y que, sin cubrebocas, higiene básica, apretujados, y bajo un frío invernal, implicaría duplicar o triplicar los contagios, en un santiamén.

A esta decisión hay que sumar la buenas y expeditas medidas que han implementado, desde hace varios días, las autoridades capitalinas. Entre ellas, colocar grandes quioscos en las 16 alcaldías para hacer pruebas masivas y gratuitas, en respuesta al incremento de personas hospitalizadas y que han puesto a la CDMX a punto de regresar al color rojo del semáforo epidemiológico, lo que implicaría medidas más severas de confinamiento.

Por fortuna, los quioscos han tenido resultados inmediatos, por lo que se espera que pronto se revierta la preocupación. ¿Qué ha pasado? Personas que pasaban por ahí decidieron hacerse las prueba, y sin imaginarlo resultaron positivas. Muchas de ellas se desplazaban en transporte público para ir a trabajar. Pero con esa prueba, se logró impedir una cadena de contagios entre colegas y familiares. Ojalá este esfuerzo, por costoso que fuera, se hicieran en todo el país.

También en la Ciudad de México se implementó un sistema de control y detección de contagios por medio de un código QR en restaurantes, museos, bancos, plazas y otros espacios cerrados. A partir de esta acción, el lunes pasado detectaron 152 personas con Covid-19, sin que ellas necesariamente lo supieran.

En consecuencia, se logró alertar a 10 mil 420 personas que anteriormente proporcionaron sus datos en esos establecimientos, y que estuvieron al mismo tiempo con los infectados. Significó, nuevamente, la ruptura en la cadena de contagios. Por lo pronto, cerca de 800 mil comercios ya se han registrado bajo este sistema de detección temprana. Si todos lo hacen, será más fácil apagar los distintos fuegos.

Estas medidas, junto con la de utilizar el cubrebocas, en espacios abiertos y cerrados, ejemplo que protagoniza insistentemente la jefa de Gobierno, son las que permitirán controlar la pandemia y frenar contagios y muertes.

Ojalá que la sociedad también haga su papel, y que a partir de estas estrategias no coercitivas, entendamos que en la recta final de la pandemia, gracias a que las vacunas están por llegar, hay que prevenir y cuidarnos, más que nunca.

P.D. Otra de las religiones en México, el futbol, también se hace presente en esta coyuntura. Aunque en este caso, el mal ejemplo lo ponen el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, y los directivos de las Chivas rayadas del Guadalajara, al decidir abrir su estadio al público en un 15 por ciento de su capacidad para ver desde sus tribunas el 'clásico de clásicos'. El estado se encuentra en semáforo naranja, y aunque ha disminuido el número de fallecimientos en los últimos días, aún no se cuentan con las condiciones para este tipo de ligerezas.

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