Trópicos

El rey sinvergüenza

En estos momentos hay dos investigaciones que se desarrollan en España y Suiza sobre la fortuna ilícita de Juan Carlos I.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

El rey emérito, Juan Carlos I, abandonó España en medio de una serie de acusaciones por corrupción que lo han puesto ante la penosa necesidad de exiliarse. Aunque la carta oficial suscribe –en primera persona– que es una "decisión de trasladarme", no es más que el abandono, desprecio y despedida a una figura en ruinas.

Su concupiscencia fue también parte de su decadencia. Sus infidelidades y sobre todo su relación extramarital con la empresaria alemana-danesa, Corinna Larsen, generaron numerosas preguntas respecto a la vigencia y funcionalidad de la corona española en pleno siglo XXI, y si ésta se encuentra al servicio del Estado o el Estado al servicio de ésta.

Los desaciertos y errores del aún rey emérito Juan Carlos I, le han traído serios problemas de credibilidad y falta de respaldo social al actual rey e hijo, Felipe VI. Su labor al frente de la corona ha estado llena de turbulencias por el comportamiento de varios miembros de su familia, obligándolo a cuidar milimétricamente sus actos, palabras y apariciones públicas para no hacer descarrilar a la monarquía… o lo que queda de ella. Para muchos, ya es insalvable.

La etapa inicial del reinado de Felipe VI trajo consigo, desde que heredó el trono en 2014, una serie de casos de corrupción. Primero, con su hermana la infanta Cristina y cuñado, por el 'caso Nóos'. Una trama de desvío de fondos públicos que le orilló a retirarle el título nobiliario a su hermana y ausentarla de cualquier acto oficial. Mientras que a su esposo, Iñaki Urdangarín, un exatleta olímpico, fue a prisión.

No obstante, el impacto a la corona por los actos de su hermana no se compara con los desatinos de su padre. Y es que al parecer, Juan Carlos I no se dio cuenta de que su reinado debió evolucionar a la par de las exigencias de las sociedades del siglo XXI, o de lo contrario, éste se rompe. Primero, mostró una indignante falta de sensibilidad al irse de safari a Botsuana y posar complaciente frente a su presa: un elefante de 50 años que yacía muerto y arrodillado sujeto a un árbol. La foto dio la vuelta al mundo y su legado comenzó a desmoronarse, por su frivolidad y displicencia.

Pero fue su examante, Corinna Larsen, quien puso en jaque al rey. Se dice de ella que su inteligencia y belleza es irresistible. Primero se casó con el empresario londinense, Philip Adkin, a los 25 años. A él lo conoció mientras estudiaba relaciones internacionales en París. Después, lo hizo con el príncipe alemán, Casimir zu Sayn-Wittgenstein. Tuvo hijos con ambos.

Finalmente y durante más de una década mantuvo una relación con Juan Carlos I. Todo apunta que, al menos durante esos años, el exmonarca se encargó de armar un sistema de blanqueo de capitales, fraude fiscal y pagos en comisiones. Todo el dinero recaudado era guardado en paraísos fiscales donde amasó una cuantiosa fortuna. Según Larsen, maletas llenas de dinero eran trasladadas en aviones desde países árabes hasta su residencia oficial en Madrid. Incuso, ahí tenía máquinas para contar billetes, dignas de conspicuos defraudadores y películas de gánsteres.

En estos momentos hay dos investigaciones que se desarrollan en España y Suiza sobre la fortuna ilícita de Juan Carlos I. Se indagan decenas de transferencias, ventas inmobiliarias, favores que obtuvo de sultanes y empresarios árabes. Un entramado de corrupción que está por verse a qué otros hombres y mujeres alcanzó con su ambición y usó como jefe de Estado para sufragar sus caprichos.

La misma Larsen le acusa de haberle pedido le devolviera 65 millones de dólares. Ella afirma que fue un regalo del exmonarca "por gratitud y amor". Ahora se sabe que ese dinero provino de paraísos fiscales. Por ello, Larsen se negó a devolverlos ante el temor de que la acusaran por 'delitos financieros'. Mientras tanto, Juan Carlos I la acusó de haberle robado. En respuesta, y bajo una clara y abierta guerra que se resuelve en tribunales y revistas del corazón, ella aseguró que desde la familia real española la "han intentado destruir", además de "perseguido y robado documentos". La historia, cada día que pasa, se enturbia más.

Mientras todo esto se resuelve, las élites monárquicas del mundo se preguntan sobre el estado que guardan. La correlación entre ellas es abierta y pública y al parecer las fortunas también. Por ejemplo, se sabe de los acuerdos y negocios entre la monarquía española y algunas árabes. Por otro lado, en represalia, se pronostica que la reina Isabel II despoje a Juan Carlos I de la Orden de la Jarretera, concedida en 1988 y que representa la orden de caballería más importante y antigua del Reino Unido.

Por lo pronto, no se sabe con precisión dónde se establecerá definitivamente el rey emérito. Como un paria no se deja ver, se esconde y evita dar la cara. No obstante, fotos periodísticas indican que fue resguardado en Abu Dabi, donde dormirá mientras tanto en una suite de lujo del extravagante hotel Emirates Palace. Aún le queda un futuro incierto.

Una de las actuales circunstancias de los seres humanos es que si cometieron delitos deben ser juzgados ejemplarmente. Al respecto, las democracias progresistas y fuertes deben imponen un real Estado de derecho. Por ello, si esto no sucede con Juan Carlos I, los españoles no perdonarán sus abusos. Debe dar la cara ante las instituciones de justicia o de lo contrario la sociedad será quien lo juzgue a él y a la monarquía, y pueden abrir las puertas al regreso de una nueva república.

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