Trópicos

El mundo en jaque

Después de una crisis sin precedentes como la que enfrentamos por el Covid-19, las sociedades demandarán ajustes para transformar las grietas causantes de los estragos.

Generalmente cuando el mundo enfrenta algún tipo de crisis y la supera, la sociedad anhela un cambio con el objetivo de mejorar su forma de vida. Esta premisa incluye demandas en la forma de cómo quiere ser gobernada y un nuevo contrato social que ofrezca garantías para que no se repitan los mismos problemas.

Después de una crisis global sin precedentes como la que enfrentamos por la epidemia ocasionada por el COVID-19, algo no visto en ninguna guerra o crisis económica tras el devastador congelamiento global de las actividades y las muertes que se acumulan, habrá un impacto en las instituciones que conforman los Estados-nación. Las sociedades demandarán ajustes en ellas para transformar esas grietas causantes de los estragos.

Desafortunadamente, el desconfinamiento que están adoptando países asiáticos y europeos, y pronto los americanos, aún no evidencian la magnitud de estas fracturas institucionales. Mientras tanto nos comenzamos a preguntar qué ocurrió para estar enfrentando un escenario tan catastrófico, que implicará un largo periodo de tiempo para su recomposición. Sin una vacuna, los pronósticos predicen varios años de acciones acotadas y miles de muertes más; con el descubrimiento de alguna vacuna durante este año o a inicios de 2021, más o menos nos llevará dos años para recuperar el equilibro, al menos en nuestra salud.

La historia nos ha enseñado que las instituciones políticas y económicas después de haber sucumbido ante alguna crisis, fueron a la postre sometidas a juicios sumarios por sociedades enojadas, dolidas e impulsivas. Por ello, los gobiernos que pretendan aferrarse a encontrar soluciones ambiguas, comunes y típicas, muy probablemente serán confrontados por movimientos sociales. Recordemos la Revolución Bolchevique contra el Imperio ruso, los movimientos en varias partes del mundo en 1968 contra las guerras y mayor igualdad social, o más recientemente la Primavera Árabe.

Pensemos en algunos ejemplos del siglo XX. Después de la Primera Guerra Mundial el mundo trajo consigo un orden geopolítico que duró apenas dos décadas. El Tratado de Versalles fue insuficiente, a pesar de que logró establecer la paz y hacer desaparecer varios imperios cuyo territorio fue repartido humillando a los pueblos perdedores. Esto provocó exacerbar el nacionalismo y odio en varios países europeos que a la postre se vería reflejada en otro conflicto. En esta guerra murieron seis millones de civiles más los causados por la pandemia de la gripa española que afectó a un tercio de la población mundial. Tan mal se cimentaron equilibrios y bienestar, que apenas en 1939 inició la Segunda Guerra Mundial.

Esta guerra fue antecedida por la crisis económica de 1929, que generó la banca rota del sistema bancario estadounidense, desempleo, pobreza y hambre. Pero el conflicto entre el fascismo contra otras facciones ideológicas aliadas, concentradas en el capitalismo y el comunismo dejó una paz relativa, después de que concluyera en 1945, con secuelas de odio que aún se observan. La humanidad se ha mantenido dividida e insatisfecha después de que el capitalismo doblegara al comunismo y se expandiera inequitativamente por todo el mundo.

El racismo, el nacionalismo y el fundamentalismo religioso han abierto nuevas ventanas a la confrontación. A pesar de que se crearon instituciones políticas y económicas internacionales que han contribuido al establecimiento de la paz, como la fundación de la ONU al concluir la Segunda Guerra Mundial, ha sido insuficiente para mantener una sociedad global segura.

Por ello, con la llegada del Covid-19 y al observar una serie de problemas colaterales que se han sumado al de la salud, diversos círculos de pensamiento, analistas, académicos e intelectuales han comenzado a preguntarse ¿cómo evitar nuevas crisis como ésta? ¿Qué se tiene que cambiar para vivir un mundo mejor?... O, ¿acaso estamos condenados a repetir nuestros graves errores?

A pesar de que la democracia ha sido una de las mejores herencias de los sistemas de gobierno, no ha sido suficiente para resolver viejos problemas como la pobreza, la desigualdad, la migración, y mucho menos otros que se han sumado a la lista como el terrorismo, la desigualdad social, el cambio climático y, por supuesto, el más reciente, el fallido modelo de salud pública. Muchas figuras políticas a nivel global han usado a la democracia para asirse de poder y controlar las instituciones. Mientras no sea la sociedad la encargada de emancipar a la democracia, ésta seguirá siendo imperfecta y se seguirán acumulando ese cóctel de problemas que mantengan en jaque a la sociedad.

Es inevitable una próxima reconstrucción de las instituciones que nos lleve a transitar de mejor manera el convivio entre el poder y la sociedad, de lo contrario persistirán las amenazas sociales ante el hartazgo.

También es necesario un nuevo sistema redistributivo que permita disminuir la desigualdad mundial. La democracia no es negociable pero ésta debe dar cabida a las minorías mientras que los gobernantes deben estar a la altura para saber resolver los problemas y gestionar las soluciones.

De lo contrario, la desesperación, la frustración, la impotencia saldrán también del confinamiento y los movimientos sociales romperán las cadenas en todo el mundo.

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