Trópicos

Donald vs. Trump

Los últimos eventos políticos en Estados Unidos país indican que de seguir las cosas como van, no habrá vuelta atrás y Donald Trump será reelecto.

Continúa el inevitable camino hacia el 3 de noviembre, día de elecciones presidenciales en Estados Unidos, mientras crecen las apuestas al doble por el triunfo de Donald Trump.

Los últimos eventos políticos en ese país indican que de seguir las cosas como van, no habrá vuelta atrás y Donald Trump será reelecto. Su capacidad de conectar con su electorado lo mantiene con altos niveles de aceptación según las últimas encuestas. Si a esto le sumamos la ausencia de un candidato o candidata demócrata aún fuerte, el margen de maniobra para el también empresario neoyorquino se comienza a extender.

A nueve meses de la elección, hay otros indicios que señalan hacia esa victoria.

El impeachment no le hizo ni cosquillas. La sociedad de clase media y baja estadounidense (la gran mayoría) nunca asumió con claridad las acusaciones que le imputaban los demócratas. Se desinteresaron en seguir el proceso incluso en televisión. El lenguaje fue muy técnico, nada que ver con la historia de mentiras por la que fue procesado Bill Clinton. Además, desde el inicio se vislumbró lo que finalmente sucedió: que el Senado iba a absolver al presidente por ser mayoría republicana.

La trama política que inició tras la filtración de una llamada que hizo Trump al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, para negociar venta de armas por información privilegiada sobre presuntos actos de corrupción del hijo del candidato demócrata Joe Biden, no sólo les fue irrelevante a la amplia mayoría de los estadounidenses. Todo lo contrario, repercutió contra el candidato Joe Biden, al quedar sembrada la duda sobre si su hijo participó en esos supuestas fechorías que sigue alegando Trump.

En efecto, Biden se ha venido tropezando en las preferencias de su partido, sobre todo después de los resultados parciales del accidentado caucus de Iowa, que lo sitúan en un cuarto lugar. Este hecho influirá en sus percepciones negativas durante las próximas votaciones. Además, las cifras de Iowa movieron las perspectivas de los candidatos demócratas al dar mayor visualización al joven, Pete Buttiegieg, de Indiana y fortaleza al veterano, Bernie Sanders, de Vermont.

Aunque muchos analistas van ubicando a Bernie Sanders como el favorito de los demócratas por ese magnetismo en su discurso de izquierda y desparpajo en su personalidad, y que ha impactado en un importante sector del electorado joven y latino, será insuficiente. Y aunque aparentemente pareciera que los dados están marcados a su favor, aún falta conocer muchas historias dentro de la contienda demócrata antes de que se defina el contrincante final de Trump.

Una fuerte hipótesis sobre el posible fracaso de Sanders y de quienes apuestan por los preceptos de la socialdemocracia la hace Francis Fukuyama en su reciente libro, Identidad. Apunta a que el papel de Sanders "quizá funcione como precursor de una recuperación, pero que los partidos de izquierda no son en ningún lado las fuerzas dominantes…" afirmando que los "nuevos líderes nacionalpopulistas que buscan la legitimidad democrática por medio de elecciones han enfatizado la soberanía nacional y las tradiciones nacionales en beneficio del pueblo". Por supuesto en referencia a Trump junto con otros líderes mundiales.

Esto nos hace suponer que la palanca electoral que proyecta a Donald Trump es muy clara al enfocarse en esas personas desencantadas que perdieron empleos y ahorros después de la crisis financiera de 2008.

Es decir, Trump sigue convenciendo a esa "vieja clase obrera estadounidense" que ha venido "perdiendo terreno", como lo explica Fukuyama. Agrega que "los partidos de izquierda llevan perdiendo más de cien años frente a los nacionalistas", ante el fenómeno de que "ser pobre es ser invisible a ojos de los demás seres humanos, y la indignidad de la invisibilidad resulta a menudo peor que la falta de recursos.", lo que sume como el éxito del auge de los nacionalistas.

Y en efecto, Trump ha venido trabajando un discurso nacionalista basado en los valores de la identidad estadounidense y dirigida a los más perjudicados a partir de las políticas económicas emprendidas desde lo que Fukuyama considera "la revolución neoliberal" emprendida en 1980 por Margaret Tatcher y Ronald Reagan.

Y así lo delineó Donald Trump en su reciente discurso anual sobre el Estado de la Nación, que significó el arranque de su campaña rumbo al 3 de noviembre. Desmenuzó una batería de promesas resaltando los valores más profundos de los estadounidense con elementos muy mediáticos como condecorar a estadounidenses que han venido de abajo o representar un encuentro sorpresa de un sargento que combatía en Medio Oriente con su mujer e hijos que se encontraba en el segundo piso del recinto de Capitolio entre lágrimas y aplausos de Donald Trump.

Por supuesto sus palabras fueron dirigidas durante una hora y 18 minutos a ese sector social de los estadounidenses que va a volver a votar por él y que es su público favorito: la clase trabajadora que ha visto amenazado su patrimonio y empleo durante las últimas décadas.

De esta forma preparémonos, porque ese discurso alusivo a promesas en la creación de empleo, hacia una economía pujante, presumiendo a sus jóvenes con empleo, contra la izquierda radical y socialista, sobre los beneficios de un muro en la frontera sur, negando la migración, criticando a Cuba y a la Venezuela de Maduro o atemorizando sobre el terrorismo islámico, lo estaremos escuchando todos los días en las próximas 38 semanas.

Y entonces quizá, de nada habrá servido que Nancy Pelosi haya roto su discurso enfrente de medio mundo.

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