Trópicos

Amores necesarios

Es importante que empresarios y gobierno se lleven bien, que se entiendan y, sobre todo, que AMLO logre convencerles de que su modelo es el justo para México.

Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

Con el anuncio del lunes en la mañanera sobre la reactivación de la alianza entre el gobierno y la iniciativa privada para impulsar un primer paquete de proyectos de inversión en infraestructura y energía, sobre todo en carreteras, puertos, ferrocarriles e hidrocarburos, aparentemente se encienden nuevamente los motores para impulsar el crecimiento económico en México, después de transitar los meses más difíciles de la pandemia.

No obstante, este será insuficiente si no ligan estrategias conjuntas a largo plazo para que esta mancuerna, aún en proceso de consolidación en este gobierno, se desarrolle de manera eficaz para revertir la profunda crisis económica y social que vivimos. Sobre todo, que ambas partes sometan sus intereses particulares a las necesidades de los mexicanos, bajo dos premisas fundamentales de asumir: inversión y desarrollo.

Y es que, sin una palanca bien diseñada, integral y competente que impulse un desarrollo sostenible, no se crearán empleos suficientes, bien remunerados y con prestaciones adecuadas, que es lo que urge en estos momentos. Con buenos trabajos, se logrará acceder ampliamente al sistema de precios; de lo contrario, importantes sectores de la población mexicana seguirán aislados en la marginación.

La visión del presidente Andrés Manuel López Obrador, respecto a que las empresas no pueden estar por encima del Estado mexicano y mucho menos supeditar los intereses de la nación a sus metas, es una premisa acertada desde el punto de vista que las instituciones políticas deben regular y definir el papel de las instituciones económicas. De lo contrario, enfrentaremos constantes crisis como la de 2009, cuando la voracidad de la especulación inmobiliaria terminó por colapsar la economía global.

Por supuesto, cuando las instituciones políticas son débiles, se genera una doble amenaza porque no hay quien regule las ambiciones del mercado, que por naturaleza no conocen "ni límite ni moral", según apunta el economista francés Thomas Piketty. Por ello, el sistema capitalista, distinto a la teoría neoliberal repudiada por AMLO y el papa Francisco, debe ser capaz de encontrar equilibrios justos entre las instituciones del Estado para proyectar una efectiva distribución de la riqueza, y de esta manera disminuir la desigualdad social, principal objetivo del gobierno actual.

El capitalismo y la globalización son dos realidades inevitables en este momento. Pero sin los contrapesos de los poderes del Estado, fuertes e independientes, más un sistema empresarial articulado y coordinado con el gobierno, no se podrá impulsar un cambio significativo. La postura del presidente persigue ese nuevo predominio, y sin duda, es importante reconocerlo. No obstante, aún existen muchas dudas de cómo va alineando las caras de este complejo cubo de Rubik llamado bienestar social.

Este reacomodo en las políticas económicas al que nos hemos visto obligados a reaccionar por la crisis autoinducida para buscar frenar los contagios y muertes por Covid-19, podría aprovecharse para reestructurar las instituciones políticas y económicas y así impulsar un urgente crecimiento económico. Pero el cuestionamiento que diariamente surge es si estamos preparados y contamos con los liderazgos adecuados. Lo sabremos pronto, en un par de años, cuando el crecimiento económico arroje cifras que nos permitan evaluar el verdadero impacto de las medidas que se están estableciendo en estos momentos, y entonces sí, el juicio será irreversible.

Por ello es muy importante el análisis de cómo se está y estará configurando la alianza entre el gobierno y los empresarios, qué alcances van a tener y las condiciones de las participaciones de cada uno. Pero, sobre todo, empezar a conocer los primeros resultados en beneficio para el desarrollo de los mexicanos: las cifras en la reducción de la desigualdad, de la disminución de la pobreza y pobreza extrema, pero al mismo tiempo, la consolidación de una mayor clase media.

La necesidad de que el amor entre el gobierno y los empresarios funcione es primordial, pero también es importante que se lleven bien, que se entiendan, y sobre todo, que AMLO logre convencerles de que su modelo es el justo para México. Un modelo sin duda distinto al de gobiernos anteriores, cuya visión era la neoliberal –reducir al mínimo la intervención del Estado– y que resultó desastroso: aumentó la desigualdad social, concentración de la riqueza y una vulgar corrupción.

Cuando logremos salir de la pandemia, la globalización –en sus distintos significados– será más intensa y buscará nuevas estrategias al abrir sus puertas, una de ellas, los alcances sobre el multilateralismo. La aldea global y todo lo que conlleva en sus entrañas revelarán nuevos retos que van desde el cuidado al medio ambiente, a la protección a los derechos humanos. Pero también nos estamos adaptamos a un mundo más dependiente de la tecnología y el internet. Ya lo vivimos en plena pandemia y sentimos cómo nuestros hábitos cambian aceleradamente. ¿Cuál será el papel de México en el mundo, entonces?

Este nuevo acercamiento entre el gobierno federal y la iniciativa privada debe ser el primero de muchos con un objetivo único: el desarrollo integral de México. Esperemos que ambas partes estén a la altura de las actuales circunstancias.

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