Trópicos

Entra la oposición al juego de Morena… saldrán chispas

A pesar de que los precandidatos están mejor valorados que los presidentes de sus respectivos partidos: PRI, PAN y PRD, López Obrador sabe que no se puede confiar.

Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales

Finalmente, la oposición sacó su bandera de batalla. Decidió movilizar su alianza, placear con mayor intensidad a sus aspirantes, desempolvar su estructura y hacer valer sus cuantiosos recursos. Su urgencia es ponerse a la par de las corcholatas morenistas y ganar reflectores, es decir, posicionarse dentro del circo mediático.

Desde su tribuna, el presidente López Obrador, líder indiscutible del oficialismo, de Morena, y del proceso de selección del candidato rumbo al 2024, sabe que se vienen tiempos complejos, ahora que percibe una andanada de fuerzas políticas y sociedad opositoras, a quienes asume como verdaderos adversarios de su proyecto de nación.

A pesar de que los precandidatos están mejor valorados que los presidentes de sus respectivos partidos: PRI, PAN y PRD, López Obrador sabe que no se puede confiar, pues más allá de las estructuras partidistas, están los grupos empresariales que harán todo lo posible para que el candidato o candidata que definan el próximo 3 de septiembre, juegue palmo a palmo con la corcholata que defina la coalición Morena- Partido Verde-Partido del Trabajo.

En una elección presidencial, el perfil de los candidatos es la clave del triunfo, sobre todo cuando en México se cuenta con instituciones autónomas y bien definidas como el INE, encargada de organizar las elecciones, y el Tribunal Electoral, que vigila y resuelve controversias. Bajo el viejo PRI, cuando la Secretaría de Gobernación definía los comicios, la alternancia era imposible de que llegara. Ahora, el cambio de partido o alianza pudría llegar cada seis años, si no funcionan bien los gobiernos.

Se vive una estabilidad social en México, entre muchas cosas más, porque se sabe que se puede mantener o cambiar al partido en el poder llegado el momento. La confianza mayoritaria en el INE ya es indiscutible, por más golpes que haya recibido durante este sexenio. Pero, el papel de los candidatos en 2024 será crucial para hacer triunfar a su respectiva coalición.

Por un lado, el o la proveniente de la alianza oficialista, tendrá que saber manejar, alimentar, utilizar o incluso sepultar (depende de la estrategia de cada quien) la imagen del gran líder, omnipresente en la vida de los mexicanos, y que ha ideologizado desde su muy personalísimo punto de vista, las instituciones políticas del país.

Del lado de la oposición, el candidato o candidata, si quiere ganar, deberá ser alguien con un liderazgo natural (casi sobrenatural), que revitalice a toda la maltrecha oposición y no sea sujeto o títere de intereses empresariales, pero que, al mismo tiempo, ofrezca identidad a ese sector social indiferente o harto de la 4T, pero también sobre aquel que no se asume priista, ni panista o perredista.

Si el candidato opositor se subordina, es marioneta, o no tiene la suficiente independencia para crear sus propios cuadros y provocar e inspirar a la sociedad masivamente, olvídenlo, dense por perdidos.

Desde mediados de junio, Morena y sus corcholatas tuvieron su momento estelar para andar sin sombras, ellos mismos fueron sus propios enemigos. Ahora tendrán nuevos rivales políticos que impactarán en sus estrategias, veremos cómo lo resuelven.

Desde que eligieron su método para seleccionar al candidato guinda rumbo al 2024, más sus renuncias y giras, lograron que los reflectores se dirigieran exclusivamente hacia ellos. ¿Quiénes lo aprovecharon mejor? Lo veremos próximamente en las encuestas.

Aunque, todo apunta a que Marcelo Ebrard logró tejer mejor su estrategia inicial, basada en generar especulación y sorpresa. Desde la idea de crear una Secretaría de la 4T, el vocho eléctrico, la cercanía con la gente: pescar en lancha con los pescadores, comer el taco de frijol en el mercado, caminatas en malecones con mariachis, rodearse de jóvenes. Se nota una campaña estructurada y con sentido, que le ha permitido conectar con los diversos sectores definitorios en lo que serán sus encuestas.

Claudia Sheinbaum, por otra parte, no ha impactado como se esperaba. Sigue en la inercia de ser jefatura de Gobierno y no candidata. Organiza mítines con acarreo, en templetes o salones de fiestas, lejana a la gente. Se le nota forzada y falsa, harta y cansada, su voz débil y poca enjundia, no transmiten. Sigue apostando a ser la favorita del presidente, y eso más allá de ser cierto, le resta competitividad para paliar a una oposición que apostará fuerte. Para colmo le da en presumir fichajes como el del diputado Gonzalo Espina, expanista y quien llamó en su momento “mamarracho” y “resentido” a López Obrador. Cálculos desafortunados.

Poco qué decir de Monreal, Adán Augusto y Manuel Velasco. Entre los tres no despiertan ningún entusiasmo, mucho menos apego en la gente. Ya para que digamos que el petista, Fernández Noroña, les ha ganado el inicio de la contienda a estas tres corcholatas, es porque de plano arrancaron sin combustible.

Si ya nos sentíamos desbordados por las 6 corcholatas morenistas, ahora con la oposición a bordo del buque electoral, y su complejo procedimiento que involucra recopilación de firmas, foros, debates, encuestas y consultas… la contienda será un circo a varias pistas. Habrá que ver el impacto real de sus figuras en la sociedad. Sus cargos y puestos que les ilustran su Curriculum Vitae dejarán de contar, porque en elecciones se requiere algo más que su trayectoria, y es eso que se le conoce como talento político y con eso, se nace. La cosa se pondrá mejor en este camino de muchos juegos de artificio, rumbo al 2024. En estos Trópicos, seguiremos dándole cuenta de los pormenores.

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