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Apuntes sobre la consulta popular

Quienes se apoderaron de la consulta fueron los partidos políticos y más que un ejercicio de democracia, pareció una campaña electoral.

No cabe duda que la consulta popular del pasado domingo fue un ejercicio democrático que valió la pena celebrar, a pesar de sus pobres resultados. No hay argumentos negativos que valgan contra su inclusión en la Constitución, aunque no por ello se debe abandonar la crítica y subrayar la serie de errores que se suscitaron durante un proceso que ensució las virtudes que guarda en sí misma.

El presidente Andrés Manuel López Obrador abrió las puertas de la institucionalidad, como corresponde a un demócrata. Primero, porque la consulta popular la insertó dentro de la Carta Magna como un derecho de todas y todos los mexicanos. Segundo, porque involucró a los tres poderes del Estado mexicano e instituciones electorales. Y tercero, porque decidió la sociedad.

Pero una cosa es la idea en el papel y otra la implementación de la idea. Falló esta última y la sociedad se encargó de hacerlo notar con su indiferencia, a la hora de decidir votar.

No obstante, señalar que la consulta popular es mala per sé, no tiene fundamentos, porque nunca sobrará la participación de la gente en la toma de decisiones de una nación. Tener en funcionamiento dos modelos de democracia, la representativa y la participativa, no debería molestar a nadie.

Lo que faltó fue una buena estrategia de planeación para su aplicación. Desde el inicio se perdió la brújula con lo más importante: la pregunta. A partir de que se colocaron los primeros signos de interrogación, el cuestionamiento vivió un calvario que transitó entre lo legal y lo incomprensible, entre lo jurídico y lo político.

Después vino una batalla sin sentido en el terreno informativo. En lugar de establecerse ventajas y virtudes para votar y participar, se desprestigió el proceso en una guerra partidista. La sociedad, desgastada por un reciente proceso electoral, en vez de encontrarse con una nueva alternativa democrática, se dio cuenta de que, al final, sería un botín político.

Morena y sus aliados adoptaron la consulta como si fuera un proceso electoral para castigar a los ‘otros’. Eso despertó suspicacias que obligaron a los ‘otros’ a atrincherarse y desacreditar, a como diera lugar, el proceso como si fuera algo endemoniado.

La sociedad quedó excluida del debate, y desde lo lejos, se dio cuenta que, aunque se prometió ‘enjuiciar a los expresidentes’, los argumentos simplemente no coincidían con la realidad. En respuesta, el presidente y los morenistas, desde semanas antes, se percataron de que la participación sería muy baja.

Y tenían que encontrar culpables. El principal fue el INE. El otro, los medios de comunicación. En su narrativa, el ‘pueblo sabio’ fue engañado, manipulado y mal informado. En el mismo juego cayó el presidente. Pero ni el INE ni los medios fueron los culpables del resultado negativo, fue la carente construcción de un proceso democrático de Estado, que al final fue construido por un partido.

También fue responsable el Congreso de la Unión, de mayoría morenista, que definió las reglas del juego: no dotó de dinero al INE para ampliar las mesas de votación, limitó el tiempo de difusión por parte del INE a tan sólo 15 días previos a la celebración de la consulta, y al fijar la fecha para el 1 de agosto. No se diga la pregunta, que primero la propuso el presidente y después la modificó la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Los legisladores y líderes de Morena hicieron mal los cálculos, porque quisieron adueñarse de la campaña de información antes de entrar en la veda electoral, y de esta forma burlar que el gobierno fuera impedido en hacer actos de propaganda. Incluso, en su momento el mismo presidente aceptó desconocer esa prohibición establecida por el Legislativo. Por eso prefirieron comandar ellos, el mayor tiempo posible, la narrativa y la comunicación, pero no les funcionó.

Cayeron en contradicciones al no saber explicar que, a pesar de que en la pregunta no estarían los nombres de los expresidentes, ellos serían los únicos enjuiciados. Un galimatías pretender movilizar a una sociedad cuando ‘propuesta’ y ‘pregunta’ no coinciden. Simplemente, no despertó a las masas.

Quienes se apoderaron de la consulta fueron los partidos políticos y más que un ejercicio de democracia pareció una campaña electoral. La consulta popular no falló en su creación, sino en su aplicación. Seguramente para las próximas se harán cambios, ajustes, y desde un inicio, la intención del tema-pregunta-difusión será un ejercicio de Estado y no la diligencia de algún partido político.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.

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