Trópicos

Morena gana, Sheinbaum pierde

Sheinbaum, una mujer de altos vuelos, se dejó cortar las alas por lealtad al presidente; dejó de pensar en su visión, proyectos y capacidad.

La elección del domingo deja múltiples lecturas de consecuencias inmediatas y futuras. A partir de la consolidación de Morena en los estados del país, un nuevo equilibrio en la Cámara de Diputados entre dos coaliciones, y una capital donde la izquierda pierde el control en más de la mitad de las alcaldías, se puede concluir que todos perdieron y ganaron algo, pero que rumbo a 2024 dejó a varias personas heridas de muerte en el campo de batalla de la política mexicana.

Andrés Manuel López Obrador debe estar satisfecho con la expansión de su proyecto de nación a más de diez estados. Las y los candidatos que eligió le dieron buenos resultados para ganar entidades donde la nomenclatura de la 4T comenzará a trabajar rumbo a 2024 y desarrollar una estructura operativa muy parecida a lo que alguna vez desarrolló el PRI, al tener presencia en casi la mitad del país. Para el presidente, estos triunfos son clave para apuntalar a su sucesor, dentro de dos años y medio cuando inicie la campaña electoral.

Mario Delgado cumplió con sus objetivos como líder de Morena, lo que suma buenos dividendos para el grupo político que impulsa la candidatura del actual canciller, rumbo a las presidenciales. Para Ebrard fue un triunfo oportuno, ya que más allá de los conflictos administrativos que pronto deberá enfrentar, se cuelga la etiqueta de que, en elecciones, su equipo sabe ganar. Supo concretar la alta simpatía que hay en el país por Andrés Manuel, para traducirlo en votos y en candidatos ganadores.

Morena mantendrá con sus aliados la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, con lo que, a pesar de haber perdido curules en este poder, seguirá suministrando el mismo peso e influencia. Es decir, aunque pierde gana. En esta nueva conformación, Movimiento Ciudadano, uno de los ganadores en esta elección, será el fiel de la balanza entre ambas alianzas que ya afilan las espadas. Incluso, si Morena les seduce, podrían alcanzar la mayoría calificada, es decir, controlar dos terceras partes de la Cámara para aprobar cambios en la Constitución de gran calado. Buenos o malos, eso ya es otra cosa.

En la Ciudad de México sucedió algo inesperado, porque mientras que en el país y en la Cámara de Diputados, Morena se impuso, en la capital se desmoronó. En el corazón político de la izquierda, donde floreció cuando las diversas corrientes se fusionaron alrededor del PRD, permitiéndoles ser competitivas y consolidarse dentro de las estructuras políticas en México, ahora, con esta derrota, podría ser el inicio de la involución. Si no se reconstruyen, autocritican y ajustan la visión y objetivos políticos del partido, podrían naufragar dentro de tres años a nivel nacional. La CDMX podría ser el inicio de un tumor que se expanda a un país, hoy día, conquistado.

La capital es un mundo donde confluyen muchas ciudades. Hay alcaldías más grandes y pobladas que países europeos. Hay diferencias sociales que ofenden, y al mismo tiempo, un desarrollo que enorgullece. Es un lugar que entre el caos y la divinidad sucede de todo. Ofrece oportunidades, pero también miseria, rencor y marginación. Puedes obtener una maestría en alguna de las mejores universidades del mundo, pero también una entre sus inclementes calles.

Esta derrota estrepitosa preocupa en varios sentidos. En primer lugar, nos obliga a preguntarnos si no es el inicio del desgaste de la ‘izquierda actual’. Es decir, que ese proyecto que se consolidó en 1989 haya llegado a su fin y se requiera de un cambio sustancial. Las acciones progresistas en la capital son lo que más se anhela, y donde los actores políticos asuman que la capital debe ser de primer mundo en todos los sentidos. Primero el PRD y después Morena no han logrado concretar esa expectativa. Al contrario, se encapsularon en luchas intestinas de tribus, corrupción e inacción.

Es una de las ciudades del país, más abiertas, informadas y donde se construye el debate público de manera más vigorosa. Se encuentran los tres poderes del Estado mexicano y confluyen centros de investigación y pensamiento. Aquí todo se ve, se investiga y se juzga. Pareciera ser que el exceso de confianza de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, de apearse en la popularidad del presidente, y en un liderazgo que se centró en complacer al inquilino de Palacio Nacional, y no en gobernar decididamente a partir de sus principios políticos, le cobró una fuerte factura con los habitantes de la capital.

Gran parte de la responsabilidad de la derrota en la CDMX también la tienen las y los alcaldes de Morena, quienes se han encargado de seguir circulando entre tribus internas, cooptar a sus grupos de interés con dádivas y operar entre el regalo y el apapacho para así mantenerse en el poder. Los que se mantienen, son esos conspicuos políticos locales, que se saben mover entre tianguistas, ambulantes, zonas populares, para conquistar triunfos que reparten entre sus fieles acólitos, quienes apenas saben qué significa ‘socialdemocracia’.

Claudia no fue capaz de construir una nueva narrativa, donde más allá de las catástrofes como la de la Línea 12 del Metro, y la inconcebible permanencia de la directora de este sistema de transporte, debió comprender que, quien gobierna la Ciudad de México debe de tomar las riendas del progreso, libertades, transparencia, y no del pragmatismo y el dictado que se imponga desde Palacio Nacional. Gobernar es también saber ser contrapeso, y al parecer, eso lo olvidó.

Sheinbaum, una mujer de altos vuelos, se dejó cortar las alas por la lealtad al presidente y por dejar de pensar en su visión, proyectos y capacidad. Esta pérdida de la CDMX le coloca la etiqueta de que no podrá ganar la elección presidencial. El presidente, pragmático, al fin y al cabo, apoyará a quien le dé el triunfo, y no sólo las lealtades.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.

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