Miscelánea de Arte y Cultura

Los sueños de Inés, los más dulces del año

En algunos países, entre ellos Inglaterra y España, la noche previa al festejo de Santa Inés (291-304 e. c.) el 21 de enero, se celebraban rituales de petición en su honor con un peculiar fin.

Dicta el refrán que "Enero frío y sereno, inaugura un año nuevo", así que no importan las bajas temperaturas, es el mes de la renovación y como tal, se caracteriza desde la antigüedad por tradiciones y ritos que alientan el cambio y las mejoras. Aunque otros anhelos más particulares, también caben en él, por ejemplo, hace algún tiempo era el mes más esperado por las doncellas que buscaban un esposo.

Eran por supuesto, épocas ajenas a las aplicaciones y medios que nos permiten buscar en línea posibles prospectos y establecer comunicación inmediata con el ser amado; paciencia les faltaba a quienes esperaban pareja o, si ya la tenían, a quienes mantenían un contacto difícil, sin embargo, siempre había otros recursos para conseguir al menos una visión del ser amado –se le conociese o no–, aunque esta sucediera solo en sueños.

En algunos países, entre ellos Inglaterra y España, la noche previa al festejo de Santa Inés (291-304 e. c.) el 21 de enero, se celebraban rituales de petición en su honor con un peculiar fin. Inés fue una mártir, una adolescente romana que consagró su castidad a Dios y cuya defensa le ganó una muerte a espada. Su devoción la transfiguró al paso del tiempo en la patrona de las jóvenes que buscaban esposo, quienes la noche previa a su fiesta realizaban variados ritos como ayunos, la cocción de pasteles que debían prepararse y comerse en silencio, o colocar ramas de tomillo y romero en los zapatos, entre otros que se acompañaban de oraciones con el fin de conseguir en sueños una visión del amante o el futuro esposo.

En 1819 el poeta inglés John Keats (1795-1821) recuperó algo de estos fervores en su poema precisamente La víspera de Santa Inés:

Decían que en la víspera de Santa Inés las jóvenes

podían disfrutar de gozosas visiones

y recibir, en medio de la noche, ¡ese instante

de miel!, el testimonio de adoración de aquellos

que las amaban, siempre que observasen los ritos

necesarios: debían retirarse a su alcoba

sin cenar y tenderse boca arriba en la cama,

hermosas como lirios blancos, y no mirar

hacia atrás ni en su torno, sino pedir al Cielo

con los ojos alzados todo lo que desean.

El poema cuenta la historia de Madeline y Porphyro, quienes al igual que Romeo y Julieta, sufren por la enemistad de sus familias. En la víspera de Santa Inés, Madeline pide una visión de él, mientras que Porphyro –más práctico–, se desliza hasta la habitación de la muchacha, entonces, en una mezcla de sueño y realidad, ambos se entregan y huyen en medio de una tormenta.

Santa Inés, emblema de castidad y pureza, ampara este poema lleno de sensualidad, escrito en enero de 1819, año en el que Keats se comprometió con el amor de su vida, mostró los primeros síntomas de la tuberculosis que lo mató en 1821 y, según sus biógrafos, escribió sus mejores obras, entre ellas este poema que sirve si no para invocar, al menos para evocar la cálida visión de quien mejor nos haga soñar en las noches más frías del año.

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